TOROS
Buena entrada en el Encuentro Mundial de Novilleros, que zozobró en el tedio
Oreja y cornada grande en la presentación de Arturo Macías; gustó Matías Tejela
Orozco desperdició al mejor de la tarde Decepcionantes los de Real de Saltillo
LUMBRERA CHICO
Viva, llena de luz, con una entrada muy aceptable estuvo ayer la Monumental Plaza Muerta, para atender la decimoséptima de la temporada aún más chica y tercera del Encuentro Mundial de Novilleros, en que, por segundo domingo consecutivo, hubo cornada grande, ganado gordo y manso -con excepción del primero y el tercero que, sin ser bravos, derrochaban nobleza-, y al final un inconsolable aburrimiento.
La culpa del naufragio la tuvieron, a no dudarlo, los seis ejemplares de la ganadería mexiquense de Real de Saltillo, sita en Pastejé, aunque por diferentes razones. Crudelio, primero de la tarde, era de arrastre lento pero estuvo por encima de Aldo Orozco. Trovador, el tercero, se comía la habilidosa muleta de Arturo Macías, pero acabó sin gas, y los cuatro restantes fueron en términos generales pésimos.
Pero la gente supo reconocer, por el contrario, la buena calidad de los tres alternantes, de los cuales dos debutaron ayer en Mixcoac: el madrileño Matías Tejela, de 19 años, que incluyendo el de ayer suma ya 60 festejos en su carrera, y el hidrocálido Arturo Macías, de 20, que tiene un historial de 34 novilladas, 33 orejas, dos rabos y, a partir de ayer, una cornada de 20 centímetros en la cara interna del muslo izquierdo, que le impidió lidiar al segundo bicho de su lote.
Ovacionado en el arrastre
Sin pelearle al caballo, el hermoso Crudelio, cárdeno bragado de 495 kilos, bien puesto de cuerna, acompañó al tapatío Aldo Orozco en tres distintas suertes de capote, pero se revelaría como una bestia extraordinaria durante el tercio final, embistiendo con alegría y nobleza por el lado izquierdo, una y otra vez, en dos series de enorme belleza torera, en las que, sin embargo, el diestro no parecía ni mucho menos dueño de la situación.
Después de intentar embarcarlo por la derecha y desdecirse casi en el acto, Orozco volvió a porfiar por la izquierda, pero el animal se le fue para arriba, exigiendo más poderío, que no encontró en su interlocutor. Murió de un pinchazo infame y tres cuartos de acero en buen sitio. Mientras el público lo aplaudía en el arrastre, Orozco dejó la impresión de que el toro se le había ido, en efecto, "crudelio".
Salvo detalles, tanto en el cuarto -Etílico, otro cárdeno bragado pero además brocho, de 486, y Pulquero, cárdeno nevadito del mismo peso, sin cara ni raza ni nada-, el buen prospecto de Pepe San Martín cerró su actuación sin haber mostrado ningún tipo de avance en su desarrollo artístico. Ojalá se preocupe seriamente por ello.
Muy bien vestido, el ibérico Tejela gustó en los tendidos, pero su lote -compuesto por Pingüico, cárdeno bragado de 440 y Danzonero, negro bragado de 500 kilos- no le permitió sino exhibir la clase que trae y la intuición que lo ayuda a fajarse con donaire en la cara del toro, pero nada más. Después de hacerle una faena de poder a poder a su segundo, y matarlo de pinchazo, entera y descabello, escuchando un aviso, fue obligado a saludar desde el tercio.
Muletero pudiente
De baja estatura y personalidad que transmite, Arturo Macías se plantó en los medios para recibir a Trovador, negro bragado, de morrillo astracanado y pitones capachos, con 475 kilos de peso, y lo cambió en tres largas de hinojos, con más valentía que lucimiento. Pero cuando tomó la muleta y la dejó en los belfos del animal, tocándolo por ambos pitones a medida que le corría la mano por la derecha, la gente empezó a corearle olés que iban in crescendo.
Creativo y contento, alentado por los gritos de sus paisanos mayoritarios, el muchacho se entregó, rematando una nueva serie derechista con un recorte por la izquierda y por abajo que se le quedó en apunte, pero dejó el sello de la casa. No pudo progresar mucho más, básicamente porque está muy verde, pero entró a matar con apego a los cánones, cobrando un estoconazo en todo lo alto -digno homenaje a tan bonito morrillo- y la gente, y desde luego el juez, no vacilaron en premiarlo con la oreja.
Quién iba a decirle que menos de una hora después, al tratar de echarse el capote a la espalda para quitar a Danzonero, el toro lo prendería en el muslo izquierdo, hundiéndole 20 centímetros el pitón y causándole una herida de una sola trayectoria para mandarlo a la enfermería, de donde sería trasladado a un hospital como el héroe del día.