REPORTAJE /A
UN AÑO DE LA MUERTE DE LA DEFENSORA DE DERECHOS HUMANOS
Actúan protegidos y en el anonimato, afirman
sus amigos y compañeros
Digna Ochoa fue cazada por agentes de un grupo
represivo
Los resultados de la investigación sobre la muerte
de la abogada han sido contradictorios. A partir de los mismos peritajes
se han emitido dictámenes diferentes: uno, que fue asesinada por
personas que saben y conocen de logística para perpetrar un crimen,
y otro, que fue un suicidio. Ahora, la tercera fiscal está obligada
a no dejar ningún elemento de duda en la resolución del caso
BLANCHE PETRICH
El movimiento mexicano por los derechos humanos sufrió,
hace un año, un golpe al corazón. Luego de un largo periodo
de amenazas al colectivo de trabajo del Centro de Derechos Humanos Miguel
Agustín Pro Juárez, uno de ellos, la abogada Digna Ochoa
y Plácido, fue asesinada. En ese momento la grieta no se hizo visible,
pero a un año de distancia es evidente que el atentado, lejos de
unir a las organizaciones, las ha dividido.
Entre los amigos y compañeros más cercanos
de Digna existe la convicción de que la abogada fue "cazada por
desconocidos", que desde alguna institución actúan protegidos
y en el anonimato; elementos que no sólo amenazaban a la defensora
muerta, sino a muchos de ellos; agentes de corporaciones represivas que
por la propia naturaleza de su trabajo son objeto de sus denuncias.
Pero otro grupo de colegas pensó, desde el primer
momento de los hechos, que Digna Ochoa se había suicidado. A mediados
de este año, esa idea tomó cuerpo como una hipótesis
privilegiada en el proceso de investigación del segundo fiscal del
caso, Renato Sales Heredia.
Esa hipótesis del suicidio se sostenía en
un análisis de personalidad de la abogada, hecho post mortem,
que dibujaba un perfil "vengativo, esquizoide y violento". A pesar de que
los patrones de amenazas recibidas en ese entorno desde 1996 nunca fueron
investigados cabalmente, las nuevas autoridades apuntaban sus conclusiones
a que estos anónimos eran fabricados por la propia Digna. En las
actuaciones ministeriales e interrogatorios se escarbó insistentemente
en este aspecto.
A título personal, dos funcionarios de la Comisión
de Derechos Humanos del Distrito Federal, la primera visitadora, Pilar
Noriega, y el secretario particular del comisionado, Víctor Brenes,
manifiestan preocupación de que a la larga esta hipótesis
se vuelva a imponer sin las debidas bases de comprobación objetiva.
"Lo cual -precisa Brenes- entraña un grave riesgo para todos nosotros,
quienes éramos amenazados de muerte al igual que Digna, porque deja
sin resolver el origen de las amenazas. Es decir, deja activos a grupos
que en otro momento pueden volver a actuar. En ese caso, ninguno de nosotros
estará a salvo."
Un año, tres fiscales, cuatro virajes
Más
allá de hipótesis y percepciones, las investigaciones a cargo
de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, que
deberían dar certezas de que el crimen será esclarecido sin
margen para dudas y especulaciones, han dado al menos cuatro bruscos virajes
en sólo un año.
El caso Digna Ochoa padece, al parecer, el "síndrome
Colosio". Esa averiguación, que se suponía vital para la
salud del país, pasó por las manos de cinco procuradores
o fiscales en un periodo de seis años: el procurador Diego Valadez,
el primer fiscal especial Miguel Montes, la segunda fiscal Olga Islas,
un tercer fiscal Pablo Chapa Bezanilla, y Raúl González Pérez
en cuarto término. Las conclusiones brincaron por varias tesis antagónicas
-del asesino solitario al complot; regreso al punto de partida y nuevamente
al de la acción concertada para volver a Mario Aburto como pistolero
por cuenta propia y terminar como un expediente "en la reserva"-. A ocho
años de distancia, el esclarecimiento de este homicidio parece estar
fuera de alcance.
El asesinato de Digna Ochoa ocurrió en el primer
año de la alternancia política y en la jurisdicción
del gobierno del Partido de la Revolución Democrática en
el Distrito Federal. Pero la investigación no ha corrido con mejor
suerte que los más graves crímenes de Estado de los regímenes
anteriores.
En un primer momento, el procurador de Justicia del Distrito
Federal, Bernardo Bátiz, orientado por el contenido de la amenaza
de muerte contra el Centro Pro encontrado en el lugar del crimen, atribuyó
el hecho a "la ultraderecha".
Se asignó el caso a la fiscalía desconcentrada
de la delegación Cuauhtémoc, primero a cargo de Alejandro
Trimmer y después bajo responsabilidad de Nicolás Chávez,
ambos bajo el mando del subprocurador Alvaro Acerco Corcuera. Esta unidad
concluyó con un dictamen de ampliación de mecánica
de los hechos, fechada el 4 de enero:
"Todos y cada uno de los indicios estudiados y analizados
nos comprueban de manera tajante y categórica que el homicidio de
la licenciada Ochoa fue preparado con anterioridad, llevado a cabo por
un grupo de personas que saben, conocen y utilizaron la logística
para perpetrar el hecho."
Los resultados de esa primera investigación sostenían
que el 19 de octubre de 2001 Digna Ochoa entró al bufete jurídico
de la calle Zacatecas 31, probablemente acompañada ya del victimario,
quien la habría sometido. En su bolso llevaba una pistola que había
adquirido. Al intentar sacarla le fue arrebatada por el hombre que la sometió,
disparó una vez para comprobar la acción del arma, después
le disparó en una pierna y finalmente, sujeta por la nuca de bruces
sobre un sillón, fue ultimada con un disparo en la sien izquierda.
Después de presentar este dictamen, el primer equipo
fue relevado y el subprocurador Sales asumió la responsabilidad
de la fiscalía. En seis meses echó por tierra la hipótesis
del asesinato y se pronunció, públicamente, por la del suicidio.
A partir de los mismos peritajes, un nuevo análisis condujo a dictámenes
opuestos. Los testimonios de la primera fase de la investigación
que daban fe de hombres que vigilaban el edificio de Zacatecas 31, que
incluso fueron vistos el día del crimen en la puerta del inmueble,
fueron desechados.
Se dijo entonces que la harina y los guantes que fueron
encontrados en las manos de la víctima fueron usados por ella misma
para simular un acto distinto. Y aunque no todos los indicios encajaban
en el cuadro que pintaba la fiscalía -por ejemplo, la pistola apareció
debajo del cuerpo-, Sales insistió en una fuerte dosis de desequilibrio
mental de la abogada.
Sin embargo, el subprocurador Arceo explicó a La
Jornada, en una carta enviada días antes del relevo de Sales:
"Los peritajes con que se ha contado provinieron y provienen, para ambos
equipos de investigación, precisamente del departamento pericial
de la procuraduría. Sería sorprendente que los primeros fueran
inferiores a los segundos o disímiles hasta la contradicción".
Pero precisamente para salvar esa contradicción,
señalada incluso por Pedro Díaz, consultor de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos, fue nombrada una tercera fiscalía.
Víctor Brenes comenta: "Salga como salga la fiscal
Margarita Guerra, en la resolución de este caso no puede haber ningún
elemento que deje dudas. El problema es que hemos visto cómo los
peritajes realizados pueden ser interpretados de manera diferente y llevar
a conclusiones incluso opuestas.
"Si al final del camino se va a concluir que fue un homicidio,
habrá que entrar a otro laberinto. ¿Por qué y qué
relación existe con las amenazas anteriores? Si se concluye que
fue un suicidio, habrá otras dudas: ¿fue la consecuencia
final que se perseguía con las amenazas, que la pusieron en una
situación límite? Si no hubo un clima de amenazas, o ella
era la autora de las mismas, eso también tendrá que ser comprobado
fuera de toda duda. De cualquier forma, este va a ser un caso muy difícil
de cerrar."