GOBERNACION, HACIA LA CONTRARREFORMA
Ayer,
en el marco del Foro Internacional sobre Libertades Religiosas, el subsecretario
de Población, Migración y Asuntos Religiosos, Javier Moctezuma
Barragán, adelantó propuestas para un nuevo marco legal -ley
y reglamento- de asociaciones religiosas que resultan inaceptables según
el principio de separación entre la Iglesia y el Estado, que trastocarían
de manera grave los ámbitos político, administrativo y espiritual,
y que se traducirían, de ser aprobadas, en una contrarreforma, una
involución del país a condiciones anteriores a 1857.
El funcionario referido abrió la perspectiva de
entregar a las organizaciones religiosas medios de comunicación,
de eliminar la prohibición a los funcionarios públicos que
participen en ceremonias religiosas y de abrir los centros de salud y las
cárceles a la "ayuda espiritual" . En ese mismo encuentro, el secretario
de Gobernación, Santiago Creel, mencionó la supuesta pertinencia
de incluir "los distintos valores universales en los planes y programas
educativos", de simplificar los trámites de ingreso al país
de ministros extranjeros de culto, de efectuar una desregulación
administrativa en materia religiosa y de dar un nuevo marco fiscal a las
iglesias.
Es evidente la necesidad de llenar las lagunas legales
del actual marco que regula la relación entre el Estado y las diversas
iglesias. Pero esa tarea no debe implicar que el poder público realice
concesiones inaceptables que, teóricamente, podrían beneficiar
al conjunto de los organismos religiosos, pero que, en la práctica,
significarían la restitución de canonjías indebidas
a la jerarquía católica, como lo advirtieron, en el encuentro
de referencia, diversos representantes de otras confesiones.
Debe considerarse, por una parte, que la Iglesia católica
es, con mucho, la organización religiosa que detenta el mayor poder
político, económico, e incluso mediático; que controla,
de hecho, y por medio de sus corporaciones -Legionarios de Cristo, Opus
Dei, jesuitas y muchas otras-, posiciones de poder público, conglomerados
mediáticos, centros de educación superior y emporios empresariales;
y que nunca ha usado su influencia con propósitos estrictamente
pastorales, sino que, por el contrario, la ha volcado en su proyecto de
inducir, en el país, una regresión a los tiempos de la intolerancia
y el totalitarismo virreinales.
Desde otra perspectiva, el actual grupo en el poder carece
de credibilidad como garante de la libertad y la pluralidad religiosas
toda vez que, desde la toma de posesión del presidente Vicente Fox,
ha dado muestras inequívocas de un ofensivo y deplorable clericalismo.
Con los conocidos -e ilícitos- excesos confesionales perpetrados
por el mandatario y varios de sus más cercanos colaboradores, es
evidente que las propuestas formuladas ayer por Gobernación no se
orientan a consolidar las libertades espirituales sino a garantizar una
anacrónica hegemonía de la Iglesia católica, apostólica
y romana.