La ayuda, concentrada en las zonas turísticas
de Puerto Vallarta y Bahía de Banderas
En la Costa Dorada de Nayarit, cientos de afectados
por Kenna; no llega apoyo
Casas, plantíos y todas las embarcaciones fueron
arrasadas en Boca de Camichín
ROBERTO GARDUÑO ENVIADO
Boca de Camichin, Nay. 27 de octubre. Lejos de
tener la fama turística internacional de Puerto Vallarta o Bahía
de Banderas, adonde las autoridades canalizaron todos los apoyos para recuperarlos
de los daños causados por el huracán Kenna, las comunidades
de pescadores de la Costa Dorada de Nayarit no han recibido las ayudas
prometidas por los gobernantes. Cientos de familias se encuentran en indefensión,
porque sus balsas y embarcaciones desaparecieron arrastradas por el oleaje.
Al norte de San Blas, donde se extienden las playas a
mar abierto, la fuerza del huracán no sólo se llevó
el patrimonio de los pescadores de camarón y ostión. También
destruyó los campos de productores de plátano y las hortalizas
dedicadas al cultivo de chile serrano, frijol y jitomate.
En el valle, atravesado por el río Lerma- Santiago,
Kenna dio la puntilla a las comunidades que se niegan a abandonar
sus campos de cultivo de tabaco. También en unas cuantas horas terminó
con años de trabajo de los pescadores dedicados al cultivo de almeja:
destruyó 800 balsas, derribó decenas de restaurantes y arrancó
de tajo las casas de cientos de familias.
Boca de Camichín, la comunidad más alejada
de la Costa Dorada de Nayarit, representa el caso típico del abandono.
Comunicado con la carretera de Santiago Ixcuintla por un camino de terracería,
el pueblo se quedó sin herramientas para dar sustento a las mil
300 mujeres, niños, ancianos y hombres que lo habitan. Se perdieron
todas las balsas y barcazas dedicadas a la pesca.
Como
sucedió en el resto de las comunidades de Jalisco y Nayarit, los
habitantes recibieron el aviso del paso de Kenna por sus pueblos.
La mayoría abandonó sus casas y se fue rumbo a Villa Juárez,
Villa Hidalgo y Santiago. En Camichín, el viernes, se quedaron unos
15 hombres a cuidar sus propiedades.
Genaro Jaimes, propietario de la única tienda del
pueblo, se arrepintió de no haber salido a tiempo: "Comenzó
a las seis de la mañana un vientecito y una lluvia muy poquita.
Como a las ocho vino la primera racha fuerte, muy fuerte. Ahí me
asusté, y jijo de la chingada. Me fui, pero llegó
otra racha con aire calientito. La verdad, yo me encomendaba a Dios. Hice
lo que los animales: me puse de culo contra el aire adentro de la camioneta,
pero con todo y freno de mano nos empujaba.
"Usted sabe, si yo me iba y dejaba todo, estaba renunciando
a mi sacrificio de toda la vida. Lo que primero hice fue mandar a mi familia
a Santiago. Uno, pues como sea. Te vas a un pinche árbol y ahí
te atrancas, pero tus hijos, tu mujer, son muy indefensos y lo más
importante, ¿no?"
En Boca de Camichín las familias se organizaron
y constituyeron con el tiempo una cooperativa pesquera conocida como Ostio-Camichín.
Son 158 productores y de ellos dependen más de mil personas. La
novedad es que las 800 balsas acondicionadas con flotadores para cultivar
las almejas desaparecieron. Las pequeñas embarcaciones para transportar
el producto también. Y con todo ello perdieron 800 toneladas de
ostión.
Mientras el estero de Camichín se convirtió
en un enorme depósito de peces muertos "por el golpe de la ola",
sus habitantes, sin nada para comer, consiguieron poco frijol y recogieron
algunos animales muertos en las aguas para prepararse un caldo. Y de la
ayuda prometida por el gobernador, Antonio Echevarría, nada llegó.
El único apoyo fue el del camión de la Pepsi Cola, que anduvo
repartiendo botellas de agua purificada.
Es más, a pesar de declararse estado de emergencia
y de ponerse en marcha el plan DN-III, el Ejército Mexicano apenas
se apareció por el área de la Costa Dorada de Nayarit. La
mayoría de los efectivos de las fuerzas castrenses se concentraron
en Santiago Ixcuintla, adonde, se presume, llegará el presidente
Vicente Fox a supervisar las labores de apoyo a la población.
Ni en Boca de Camichín ni en las playas Los Corchos
y el Sesteo llegó el apoyo. Los habitantes y propietarios de los
restaurantes dañados lo único que hicieron fue presentarse
en sus derruidas posesiones y esperar juntos a sus hijos y esposas.
En el Sesteo, Martín Padilla permanecía
sentado junto a la única barda en pie de lo que fue su marisquería.
Observaba el oleaje picado y recordó que su especialidad es el pescado
zarandeado, el ceviche, los ostiones y los camarones al gusto.
El cocinero volteó en dirección del manglar
y señaló a lo lejos un objeto de color blanco -a unos 300
metros-: "es mi refrigerador. Yo tengo cuatro hijos y vamos a esperar una
solución. No queremos que nos regalen nada, sólo necesitamos
apoyo. Hasta hoy no hemos recibido ni una despensa". Martín se despidió
y volvió a sentarse a un costado de la barda.
Mientras dura la luz del día, los campesinos y
los pescadores de la Costa Dorada cortan con machetes los troncos de los
árboles derribados por el meteoro. Son cientos de bejaminas arrancadas
del suelo con todo y raíz.
Las mujeres limpiaron los pozos contaminados. Barrieron
sus solares, secaron las cocinas y los cuartos de sus casas. Prepararon
el caldo con los peces muertos en el estero. "No pasa nada, se murieron
por el golpe de la ola", asegura Balbina Durán.
La señora es esposa de un cooperativista en Camichín.
Resignada ante la destrucción, manifiesta: "Estamos muy tristes.
No se puede hacer nada. Hay que seguir luchando para levantar nuestras
casas. Hay que ver qué Dios dice..."
Una de sus vecinas, Eustasia Ramos, mujer que tuvo ocho
hijos del cooperativista Benito Ramos, quien vive en el pueblo con otra
familia, enfrenta la situación desde otra óptica: "Yo tengo
20 años sola, siempre he trabajado. Tenía mi restaurante,
La Gaviota, y todo se me fue. Todo. Yo preparaba ostiones, albóndigas
de camarón, pescado zarandeado y quesadillas. Voy a seguir luchando,
no tengo nada, pero voy a pedir".
-¿Pedir qué?
-Créditos. No me voy a quedar con las manos cerradas.
-Señora, pero usted perdió todo...
-Siento mucha tristeza, pero gracias a Dios nos dejó
viviendo y seguiremos luchando.
En el valle de Santiago el panorama también
es desolador
Así como los habitantes de la Costa Dorada, la
mayoría de los campesinos del valle de Santiago perdió su
patrimonio. Las interminables extensiones de los campos de cultivo de tabaco
se anegaron. Los platanares resultaron arrasados, y de las hortalizas de
chile y jitomate poco quedó.
Los pobladores de esa franja de tierra, sin recursos,
se dedicaron a sacar el cauque (camarón de río) para comer.
En Villa Hidalgo y sus comunidades, El Corte y La Birocha, decenas de casas,
oficinas y la "gran" bodega de la Coca-Cola fueron derribadas por la fuerza
del viento.
En todos esos pueblos y en Villa Juárez, Amapa
y Los Otates la mayoría de las familias comenzó a padecer
la escasez de agua, el desabasto de alimentos y la falta de energía
eléctrica.
Un hecho que hace prever una solución no pronta
al problema de la energía eléctrica es la destrucción
de los postes en todo el valle. El cableado fue derribado y las autoridades
de la Comisión Federal de Electricidad estiman que la restitución
del servicio será en un plazo mínimo de dos meses.
El paso del meteoro también provocó daños
de consideración en Santiago Ixcuintla. La ciudad también
quedó en penumbras y el servicio de agua potable fue suspendido.
Un día antes, algunas versiones periodísticas aseguraban
que esa cabecera municipal era un sitio semidestruido. Efectivamente, se
derrumbaron algunas paredes, techos de lámina e infraestructura
metálica, como sucedió en la gasolinera del pueblo. No obstante,
la población comenzó a realizar sus actividades habituales.
También se desmintió la versión que señalaba
medio centenar de desaparecidos.
Por el contrario, donde urge la intervención de
las autoridades federales y del estado es en la Costa Dorada; allá
los más pobres perdieron todo y permanecían hasta ayer sin
recibir la ayuda más elemental.