VENTANAS
Eduardo Galeano
Los aplausos
DESDE QUE FEDERICO García Lorca había caído, acribillado a balazos, La zapatera prodigiosa no aparecía en los escenarios españoles. Los teatreros del Uruguay llevaron la obra a Madrid.
Actuaron con alma y vida. Al final, no recibieron aplausos. El público se puso a patear el suelo, a toda furia; y los actores no entendían nada.
China Zorrilla lo contó:
-Nos quedamos pasmados. Un desastre. Era para ponerse a llorar.
Pero después, estalló la ovación. Larga, agradecida. Y los actores seguían sin entender.
Quizá los españoles habían aplaudido con los pies. Quizás aquel trueno sobre la tierra había sido para el autor, fusilado por rojo, por marica, por raro, como una manera de decirle: para que sepas, Federico, lo vivo que estás.