La trasnacional exige pago de un millón de dólares, informa el agricultor canadiense
Monsanto contamina con transgénicos un plantío y encima demanda al dueño
Destruyó granos tradicionales; casos similares ocurrirían en México, advierte el productor
ANGELICA ENCISO L.
Percy Schmeiser, productor canadiense cuyos sembradíos de canola se contaminaron de manera accidental del producto transgénico de la trasnacional Monsanto, informa que enfrenta por ese incidente una demanda por un millón de dólares.
Asimismo, advierte que una vez que se cultiva un producto modificado genéticamente desaparecen las variedades tradicionales, se propagan los transgenes, crecen las malezas y los agricultores se vuelven dependientes de las empresas.
En entrevista, dice que eso ocurre en Canadá desde 1996, y ahora las compañías que desarrollan los transgénicos controlan las semillas y los alimentos. Asegura que en su país ya está contaminada toda la producción de canola -que se utiliza para obtener aceite- y de soya.
Schmeiser, de 72 años, afirma que hay 540 procesos similares en las cortes de Estados Unidos y Canadá, pero será la resolución de su juicio la que sentará precedente para los agricultores que no compran las semillas transgénicas pero son demandados por las trasnacionales cuando sus cultivos se contaminan.
Los organismos modificados genéticamente, o transgénicos, son productos a los que se inserta un gen de otra variedad, con algún objetivo, por ejemplo, la canola que "contaminó" la granja del canadiense fue diseñada para resistir la fumigación.
El agricultor detalla que por tres generaciones su familia se ha dedicado a la producción en Saskatchewan, oeste de Canadá, y desde hace 50 años trabaja su granja de unas 700 hectáreas. En ese periodo buscó desarrollar las semillas tradicionales, e incluso en la región es conocido por su trabajo de preservación.
"El hecho de conservarlas y resguardarlas es la tradición de los agricultores de pequeña escala. Mi esposa y yo trabajamos en el desarrollo de canola resistente a las condiciones de la zona.
"Los transgénicos de canola y soya entraron en Canadá en 1996, cuando la trasnacional Monsanto dijo a los agricultores que obtendrían beneficios con estos productos, ya que sus cosechas serían más grandes, nutritivas y usarían menos químicos; dijo que era la solución para los hambrientos en el mundo y la forma de hacer sostenible la agricultura.
"Después de dos o tres años, el volumen de la cosecha bajó alrededor de 15 por ciento, lo cual fue confirmado por el Departamento de Agricultura de Estados Unidos hace tres semanas."
Los agricultores, abunda, encontraron que la calidad es pobre y que al hacer una modificación genética se afecta la planta de una forma no prevista. "Lo peor de todo es que se tienen que usar hasta seis veces más químicos que antes."
Expresa que entre los efectos que se han observado están que la canola se convierte en supermaleza, porque se trata de una especie cuyo polen viaja con facilidad por el viento y con los insectos.
"Todo lo que Monsanto dijo a los agricultores resultó ser falso. La experiencia más terrible es que una vez que se introduce un transgénico al ambiente, nunca se puede retirar. No existe forma de contenerlo. Se encontró que en la coexistencia entre plantaciones de transgénicos y tradicionales siempre se contaminan estas últimas." En el proceso de contaminación de la canola, dijo, se han perdido las semillas nativas, y esto puede pasar en granos como el maíz en México y otros países.
"Parecía ciencia ficción"
Expone que Monsanto comenzó en 1998 el juicio en su contra por presunta violación de la patente de la empresa. "Mi vecino sembraba canola de esa empresa desde 1996 y de ahí pudo haber pasado accidentalmente a mi granja."
La trasnacional tiene un sistema de vigilancia que inspecciona las granjas para saber si hay presencia de sus semillas. "Cuando esa empresa comenzó el juicio no me preocupó, parecía algo de ciencia ficción. Lo que me preocupaba era que mi campo estaba contaminado, y pensé que Monsanto debía pagarme porque había dañado mi cosecha."
Sin embargo, "fui condenado, bajo el argumento de que no importaba la forma en que el producto llegó a mi granja, ya que una vez que esto pasa el agricultor es responsable y debe pagar a la empresa; por tanto el juez decidió que mi cosecha y ganancia desde 1998 eran propiedad de esa firma, a pesar de que fue ella la que destruyó mis semillas y ya no podré usarlas".
También él presentó una denuncia por contaminación contra Monsanto, indica, pero no ha avanzado. El proceso ahora se encuentra en la Suprema Corte de Justicia, porque apeló de la sentencia en su contra. Destaca que la ley que da a los agricultores el derecho de usar sus propias semillas está por debajo de la legislación de patentes en que se basa la compañía. Hasta ahora ha gastado en abogados 250 mil dólares, los ahorros que tenía para su vejez.
Considera que lo que está en discusión es el derecho de los agricultores, porque cuando firman el contrato con Monsanto se comprometen a usar un paquete que incluye semillas y agroquímicos con un costo de 110 dólares por hectárea, mientras las siembras por métodos tradicionales tienen precio de 45 dólares para igual superficie.
"Las trasnacionales son peores que los gobiernos que pretenden controlar a los países en desarrollo. Buscan hacer una agricultura uniforme, en la que los agricultores dependan de ellas; tener el control total de las semillas y alimentos y elevar la venta de químicos", señala.