MANUEL VAZQUEZ MONTALBAN
Salud, compañeros
Una revista que trata de reflejar el espíritu de insumisión de los críticos de la globalización sólo podía llamarse Rebeldía. Ya cuando el Subcomandante Marcos entró en México, DF, como culminación de la larga marcha zapatista sobre Chiapas de 2001, declaró a la prensa que el neozapatismo no era una revolución, sino una propuesta de rebelión contra la falta de o la degeneración de las reglas del juego democrático. El neozapatismo no se autopropone como un partido neomesiánico que ha recibido el mandato de la historia para cambiarla, sino como un movimiento en pos de la racionalidad crítica y de la concienciación de la sociedad civil para que reclame e imponga una democracia participativa en la que los partidos y las instituciones gobiernen obedeciendo el capítulo de necesidades reales de la población. Por eso el neozapatismo no es sólo un movimiento explicable por las miserables condiciones de vida de más de 10 millones de indígenas mexicanos, lo cual ya sería una justificación suficiente, sino también un elemento crítico exportable para la crítica de la degeneración de las democracias, incluso en los lugares donde aparentemente funciona con todos los rituales puestos. El movimiento antiglobalizatorio quiere dar un giro participativo radical a la hegemonía programadora y estratégica de los globalizadores. El fracaso de Davos
2002, que se ha consumado en estos días, abre las puertas al espíritu de Porto Alegre 2003, un lugar de encuentro y reflexión para la rica pluralidad es nuestra fuerza y todas las formas de encuentro y comunicación ayudarán a establecer un vínculo orgánico inteligentemente hecho a la medida de la alianza de tantas culturas críticas, de tan diversos orígenes y experiencias. Ese vínculo orgánico laxo necesita publicaciones como Rebeldía, para que sepamos a la vez transmitir y encontrarnos mediante las palabras con las razones para la rebelión que exhiben los precipitadamente condenados de la Tierra.