Con antigüedad de 7 mil 500 años,
supera a las del río Pecas, en Texas
Descubren en San Borjita la pintura rupestre más
antigua de América
Se buscará que la Sierra de Guadalupe sea declarada
Patrimonio Cultural de la Humanidad
Suman 320 sitios y resta por explorar 55 por ciento
de los 20 mil km de esa zona de BCS
ANGEL VARGAS ENVIADO
Mulege,
BCS, 4 de diciembre. Ya octogenario, Rufino Tamayo (1899-1991) llegó
hasta la Sierra de Guadalupe, en Baja California Sur, para admirar las
pinturas rupestres de la cueva de San Borjita, descubiertas a mediados
del siglo XX por el periodista mexicano Fernando Jordán. Cuando
la mirada del pintor oaxaqueño se topó con las milenarias
efigies antropomorfas de hasta tres metros plasmadas sobre el techo de
aquella inmensa oquedad, sólo abrió los brazos en cruz y
exclamó: ''Se me adelantaron".
Han pasado poco más de dos décadas de ese
hecho y la cueva de San Borjita pronto ocupará la atención
de la comunidad científica internacional luego de que un grupo interdisciplinario
de investigadores acaba de descubrir allí la pintura rupestre más
antigua de América.
Su edad es de 7 mil 500 años, 2 mil más
que las que se localizan en una región adyacente al Río Pecas,
en Texas, Estados Unidos, consideradas las más primitivas hasta
antes de este hallazgo.
La imagen, de más de dos metros de altura, está
dividida de manera vertical a la mitad por los colores rojo y negro, y
representa a un individuo masculino con los brazos extendidos que es atravesado
por un par de flechas, en el cuello y las costillas
Si bien no ha sido bautizada por los especialistas, podría
ser denominada ''El hombre sonriente'', como homenaje al maestro Tamayo,
dada la similitud con algunas de las creaciones del artista y porque éste
gustaba de los títulos sencillos. Ejemplo de ambas situaciones es
el cuadro El hombre en rojo.
Baluarte histórico
El fechamiento de la pintura fue realizado por el geocientífico
australiano Alan Watchman, reconocido a escala mundial, mediante un procedimiento
de su invención. Este tiene como base la conocida datación
por radiocarbono (Carbono 14), efectuada a partir de la medición
del nivel de radioactividad que presenta una sustancia o material de origen
orgánico que es transformado en dióxido de carbono.
La particularidad del método consiste en el uso
del acelerador espectómetro de masas, que, contrario al método
tradicional, utiliza cantidades mínimas de muestra (25 microgramos
de carbono contra los 200 gramos mínimos que antes se requerían)
y logra resultados confiables.
En 2001 Watchman viajó a esta entidad para obtener
65 muestras de diversas cuevas con pintura rupestre localizadas en la Sierra
de Guadalupe, entre ellas la que arrojó 7 mil 500 años. El
proceso posterior se realizó en el Rafter Radiocarbon Laboratory,
de Nueva Zelanda.
El investigador visita de nueva cuenta Baja California
Sur para tomar 155 muestras, pues tiene la certeza de que existen pinturas
de mayor antigüedad que la de ''El hombre sonriente'', pues tan sólo
debajo de ésta se yuxtaponen cuatro más y resta un sinfín
de sitios por explorar.
El hallazgo en la cueva de San Borjita, según la
arqueóloga mexicana María de la Luz Gutiérrez, confirma
la antigüedad y enorme importancia de las pinturas rupestres Gran
mural, como se denomina por sus dimensiones a las imágenes primitivas
que se encuentran a lo largo de las cuatro sierras del estado: la de San
Francisco, San Juan, San Borja y de Guadalupe.
La especialista, responsable del proyecto Identidad social,
comunicación ritual y arte rupestre: el gran mural de la Sierra
de Guadalupe, ''solicitará'' a la UNESCO, en fecha aún sin
definir, que se le otorgue la declaratoria de Patrimonio Cultural de la
Humanidad a la Sierra de Guadalupe, o que extienda hasta esa zona la declaratoria
que como tal y por la misma situación tiene desde 1993 la vecina
Sierra de San Francisco, o bien que el organismo emita una declaratoria
que considere Patrimonio de la Humanidad, en el rubro de Paisaje cultural,
a los exponentes del Gran mural rupestre que se localizan en la península.
Al
igual que las misiones religiosas edificadas en los siglos XVII y XVIII,
las pinturas rupestres realizadas por los grupos de cazadores-recolectores
que se distribuyeron por la península (pericúes, cochimíes
y guaycuras), son el baluarte histórico, cultural y artístico
de la entidad.
De acuerdo con María de la Luz, cuando se inició
el proyecto -el año pasado, con el apoyo del Consejo Nacional de
Ciencia y Tecnología, el Instituto Nacional de Antropología
e Historia (INAH) y National Geographic-, en la Sierra de Guadalupe se
tenían registradas 90 cuevas o resguardos con pinturas y/o grabados
rupestres. A la fecha, el equipo que comanda ha descubierto 230 más,
con lo que suman 320 sitios, y resta por explorar 55 por ciento de los
20 mil kilómetros cuadrados de esa sierra.
El procedimiento que sigue el proyecto en la Sierra de
Guadalupe es similar al que la especialista trabajó en la Sierra
de San Francisco, durante casi 20 años. Comprende no sólo
la localización, registro y fechamiento de las pinturas y grabados,
sino profundiza en el estudio arqueológico y antropológico
de los grupos que las realizaron.
Los vestigios encontrados hasta la fecha por el equipo
de especialistas -en el cual participa también la argentina María
Isabel Hernández Llosa, directora del Programa de Arte Rupestre
de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires- se remontan a hace 10 mil años.
Además de herramientas y utensilios, sólo
se han hallado tres entierros: dos han sido alterados de su forma original
por manos desconocidas y, el otro, en el que se halló una momia,
si bien los trabajos fueron hechos por una arqueóloga del INAH,
aún se desconoce la información.
Protección de abrigos rocosos
El proyecto de la Sierra de Guadalupe también busca
establecer programas para la protección de los abrigos rocosos o
cuevas donde se localizan las pinturas y grabados rupestres, debido a que,
por ubicarse en cañones abruptos, dificulta su vigilancia, y el
turismo y el vandalismo pueden causarles daños irreversibles.
De acuerdo con Wachtman y María Isabel Hernández,
el arte rupestre de Baja California Sur es inédito en el mundo.
No sólo por contar con la mayor antigüedad del continente,
sino por el número de sitios (600 entre las sierras de Guadalupe
y de San Francisco), la cantidad y variedad de pinturas que cada sitio
tiene y el tamaño monumental, que oscila entre dos y cinco metros,
lo cual las ubica entre las más grandes del orbe.
Las primera noticias sobre el arte rupestre en la península
aparecieron en los albores del siglo XX, pero fue hasta el comienzo de
los años 50 que Fernando Jordán consignó la existencia
de la Cueva de San Borjita en la revista Impacto, y fue la primera
registrada por el INAH, en 1952.
La cueva de San Borjita está en el poblado de Palo
Verde, a unos 25 minutos en automóvil del municipio de Mulegé.
Hay que tomar una brecha durante casi una hora y después ascender
a pie por los peñascos durante 15 minutos. El paisaje está
conformado por huizaches, uña de gato, cardones, pitahaya y diversas
cactáceas.
Es una zona árida, incluso hay niños de
10 años que no conocen la lluvia y cuando ésta se presenta
es motivo de júbilo en la población y se suspenden las clases
en las escuelas.
La extensión de la cueva de San Borjita es de 45
metros de frente por 20 de profundidad. Se han localizado allí 95
pinturas, en una altura de entre dos y poco más de cuatro metros
sobre el nivel del piso; predominan las antropomorfas, aunque también
se pueden apreciar venados y peces.
De igual manera, en las paredes hay en bajorrelieve varios
grupos de grabados que representan vulvas femeninas, lo que hace suponer
a los especialistas que en ese sitio se practicaban rituales de iniciación
o ritos de fecundidad.
Además de los 7 mil 500 años de ''El hombre
sonriente'', Watchman fechó allí diversos grupos de pinturas,
y hay unas de 5 mil 500 años y otras de 3 mil. Predominan, como
en otros sitios de las sierra de San Francisco y de la propia de Guadalupe,
los colores rojo, negro y blanco.