Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 19 de diciembre de 2002
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Cultura

Jack Lang, ex ministro francés en la materia, denuncia los efectos de la globalización

La vulgarización, principal riesgo para la cultura

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

ƑPor qué confiar en un país que carece de lucidez y sentido común, que pretende intervenir militarmente en Irak?, cuestiona el legislador francés Jack Lang, quien durante años encabezó la política educativa y cultural de su país con medidas polémicas, y que ahora enfoca su trabajo a impedir la acción militar estadunidense. Como parte de este empeño, en enero lanzará una petición internacional en contra de la guerra, con firmas de intelectuales, creadores y artistas.

Después de su trabajo al frente de los ministerios de Cultura y de Educación, Lang, socialista y militante globalifóbico, expresa en entrevista con La Jornada: ''ahora me preocupan los asuntos internacionales. Estoy inquieto por lo de Irak. Y quiero, como muchos otros, evitar una intervención armada, que sería catastrófica, a mi modo de ver''.

Más aún cuando Estados Unidos tiene un presidente fanático. "Hay que decirlo, (George W. Bush) es fanático, testarudo, no conoce nada del mundo. Está rodeado por fanáticos y desafortunadamente los estadunidenses han conducido al mundo a varias catástrofes a lo largo de las pasadas décadas" tanto en Asia (Corea, Vietnam y recientemente en Afganistán) como en América Latina (Chile, Guatemala).

Todas esas acciones "provocaron un sinnúmero de desastres humanos y económicos. Antes de inquietarse por el terrorismo Washington apoyó, por ejemplo, a los mujaidines afganos contra el ejército ruso. También podríamos hablar de las presiones económicas que arruinaron a países como Argentina".

Lang, de visita en México para participar este jueves en una conferencia en la Universidad de Guadalajara, adelantó que los principios del movimiento internacional que encabezará a partir de enero se basan en que la guerra en Irak "sería una catástrofe humana y política. Esto haría el juego a las fuerzas destructoras. Abrirá una herida en muchos pueblos árabes y musulmanes, y de ahí la ira y la humillación irán alimentando los fanatismos".

Y advierte "la guerra, cualquiera, es un desastre, una desgracia. Pero además este tipo de guerra sería destructora para el equilibrio del mundo, y espero con todas mis fuerzas que no tenga lugar".

Ante la participación de los intelectuales en este movimiento internacional contra la intervención estadunidense en Irak quien fuera ministro de Cultura de François Mitterrand subraya que en tiempos de paz los intelectuales pueden dedicarse a crear, a escribir, pero en tiempos de crisis "tienen el deber de expresarse. Cuando la situación se agrava tienen una responsabilidad".

Como ministro de Cultura, cargo que ejerció en distintos periodos y después como titular de la cartera de Educación, que dejó de ejercer apenas en mayo pasado, Lang estableció una serie de medidas polémicas, como la enseñanza de las lenguas regionales (euskera, catalán, corso y bretón); por consejo del escritor Régis Debray planteó la reinstauración de la enseñanza de las religiones en las escuelas francesas, partiendo de que sin ellas es imposible entender las distintas escuelas artísticas; estableció la Fiesta de la Música, que se realiza el 21 de junio, y llevó la cultura a las calles francesas. Ha participado en marchas en defensa de los derechos de la comunidad lésbica-gay, porque para él no existen los grupos minoritarios. Las mayorías, dice, "son la suma de las minorías".

Como parte de su crítica a la globalización, Lang subraya que el mayor riesgo para la cultura "es la vulgarización. Llevar todo a un mismo nivel. Homogeneizar la cultura llevaría a la destrucción de la creatividad. El mundo se organiza como un inmenso mercado y los grupos financieros poderosos quieren vender esta mercancía a la mayor parte de las personas.

"Su única meta es el lucro. Sabemos que en cada país, cuando se quiere preservar la creatividad son imprescindibles los esfuerzos no sólo para preservar los monumentos, sino también la calidad de vida y dar a los jóvenes una educación artística y cultural, crear focos, casas de cultura. Para eso es vital tener dinero, pero también valor, obstinación y ambición".

Por supuesto, reconoce, "es más fácil que los ciudadanos se conviertan en consumidores, pura y simplemente, de mercancías culturales comerciales".
La alternativa en este caso es que todos los sectores de la sociedad contribuyan, "en cada país debe haber una exigencia cultural e intelectual muy fuerte, y dar esta exigencia a la familia, los profesores, los medios de comunicación y también al Estado y a los artistas. En el caso de los niños de familias pobres el papel de la escuela y del Estado es más importante, porque ellos no tienen la posibilidad de ir al cine, al teatro o a un concierto. Ahí la misión de la escuela y de las instituciones culturales del Estado es imprescindible".

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