¿QUIEN SE OPONE AL DIALOGO SOBRE EUSKADI?
Finalmente
el gobierno español --en voz del ministro del Interior, Angel Acebes--
se atrevió ayer a emitir una opinión sobre el cruce de cartas
entre el subcomandante zapatista Marcos y el juez Baltasar Garzón,
aunque lo expresado no haya estado a la altura de las circunstancias y
adolezca de mucho de lo que superficialmente critica.
En respuesta a un cuestionamiento expreso en el Senado
de ese país, Acebes tildó la misiva de Marcos de "estrafalaria,
incoherente e impresentable", respuestas que bien cabría aplicar
a tan desafortunadas declaraciones y que demuestran --como el propio ministro
reconoció-- el desprecio que el actual gobierno español manifiesta
hacia toda propuesta de solución del conflicto en Euskadi diferente
a la suya, que no es otra que el acallamiento policial y judicial. Por
añadidura, tal parece que el encargado de los asuntos internos de
España no conoce de manera completa --o bien ha decidido ignorar,
como la mayoría de los medios y partidos españoles-- la dinámica
de la correspondencia entre Marcos y Garzón, pues sólo se
aboca a emitir improperios contra la primera de las cartas del subcomandante
zapatista, que si bien está repleta de calificativos y ambigüedades,
constituye también una provocación catalizadora de un necesario
esfuerzo de diálogo y conciliación entre las partes implicadas
en el conflicto vasco. Como el propio Garzón, el ministro ha mordido
el anzuelo, aunque de manera frívola y tardía.
Con todo, el desplante de Acebes era previsible, pues
se inscribe en la política del gobierno de José María
Aznar --a la que están uncidos el PP, el PSOE y la mayoría
de los medios españoles-- para deslegitimar cualquier propuesta
sobre el País Vasco que incluya la negociación abierta con
todos los actores políticos y sociales de Euskadi y España,
ETA incluida. Montado en la histeria antiterrorista preconizada por Bush,
Aznar se aferra a una solución represiva que ha demostrado, luego
de más de tres décadas de terror y violencia, no ser la opción
adecuada para alcanzar la paz y reconocer a plenitud el derecho legítimo
de los vascos a decidir democráticamente su futuro. Salvando las
obvias diferencias, la experiencia de negociación en Irlanda del
Norte entre el gobierno británico y el Ejército Republicano
Irlandés no deja de ser un precedente y un ejemplo que muestra que
el diálogo --y no es otra cosa lo que propone Marcos-- puede ser
la mejor salida para darle una opción democrática al independentismo
vasco y para poner fin a la muerte y el desasosiego perpetrados por ETA
contra el pueblo español y contra los propios vascos.
La iniciativa de Marcos, enmarcada en el eventual encuentro
"País Vasco: caminos", apela a la sociedad vasca y de toda la península
como las únicas instancias capaces de asumir el reto de construir
la paz y poner fin a la violencia en un contexto donde tanto la clase política
española como ETA se esfuerzan en darse la espalda y sólo
aspiran a exterminarse mutuamente.
La propuesta para un diálogo de paz formulada por
el subcomandante zapatista constituye un esfuerzo valiente, en el que se
juega su capital político, que de concretarse aportaría una
invaluable oportunidad para que la ciudadanía española y
vasca expresen sus opiniones de manera abierta y corten de tajo el nudo
gordiano que actualmente sujeta la consecución de la paz. En este
sentido, el desprecio mostrado por el ministro Acebes hacia la convocatoria
de Marcos alcanza también a sus propios compatriotas, pues evidencia
que el gobierno de España y buena parte de su clase política
no están dispuestos a reconocerle a la sociedad española
su papel protagónico en la solución del conflicto vasco ni
aceptan alternativa alguna que no sea la vía represiva contra ETA
y el aplastamiento de las aspiraciones nacionalistas del pueblo de Euskadi.
Pese a tal empecinamiento, sigue vigente la propuesta:
¿por qué no dar una oportunidad a la palabra plural de la
sociedad vasca y española para poner fin a tantos años de
muerte, dolor y miedo?