Proponen la firma de un tratado interno para
que se consuma lo que el país produce
Los campesinos, en pie de lucha ante la apertura del
sector agropecuario
"No es con blindajes frágiles como se
enfrentará una crisis productiva": Ramírez López
MATILDE PEREZ U.
Decididos a no ser arrasados ni aniquilados por el Tratado
de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), cientos de campesinos
y hasta algunos agroindustriales hacen a un lado las advertencias y comenzarán
2003 con acciones de protesta que podrían incluso comprender bloqueos
de garitas, puertos y carreteras de la frontera norte, así como
otras de naturaleza novedosa.
Serán 25 millones de mexicanos -dicen- que se movilizarán
en defensa de su economía como agricultores, del mercado interno
y de su derecho a producir y ofertar los alimentos que demanda la población.
Antes de la firma y entrada en vigor del TLCAN, lanzaron
la voz de alerta acerca de las consecuencias de introducir productos pecuarios
y agrícolas mexicanos al tratado sin protección y apoyo similares
a los de Estados Unidos y Canadá.
Hoy, en el contexto de una peligrosa dependencia alimentaria,
campesinos y agroempresarios proponen que el Estado firme con ellos un
nuevo pacto social y que el presidente Vicente Fox privilegie "la firma
de un tratado interno, para que 50 millones de mexicanos en pobreza y pobreza
extrema tengan empleo y un ingreso real para que consuman lo que aquí
producimos". Esa es la mejor salida a la crisis social, afirman.
Ninguno quita el dedo del renglón: el gobierno
debe entender y aceptar que América del Norte es una región
con tres políticas agrícolas sustancialmente diferentes,
que no debe callar ante los fuertes esquemas de subsidios que Estados Unidos
dio a sus agricultores, y que es urgente una revisión del apartado
agropecuario del TLCAN; de lo contrario, dicen, habrá "una hecatombe"
en el campo mexicano.
A
partir de la entrada en vigor del TLCAN, 40 por ciento de la demanda nacional
de alimentos es cubierta por importaciones de Estados Unidos y Canadá,
porcentaje que en menos de cinco años llegará a 70 por ciento
-mencionan productores y académicos-, si no hay una decisión
política que cambie las circunstancias, ya que a partir de 2003
se eliminan los aranceles en 19 subsectores agropecuarios, entre ellos
los de las carnes de pollo, puerco y pavo; lácteos (excepto leche
en polvo), y papa y trigo.
Por ello, los augurios para los agricultores no son buenos:
muchos van a desaparecer, pues habrá una fusión de las cadenas
de producción, distribución y comercialización.
Hasta diciembre de 2002 los aranceles (en porcentaje)
vigentes para los productos más sensibles fueron: grasas animales,
53.5; papa, 51.6; trozos de pavo, 49.4; pastas de ave, 49.4; pollo, 49.4;
malta, 33.2; pavo entero, 25.2; cebada, 24.3, y huevo, 9.5.
Según datos de la Secretaría de Agricultura,
Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa),
la producción de los 10 cultivos básicos tuvo un crecimiento
de 1.83 por ciento en el periodo 1995-2001, pero las 30.3 millones de toneladas
fueron insuficientes para cubrir la demanda interna, por lo que las importaciones
promedio -en ese tiempo- fueron de 14.8 millones de toneladas.
Cosechas "con valor agregado"
Alfonso y Benjamín Valenzuela Segura nacieron en
la lucha agraria. Hijos de uno de los fundadores del ejido Lázaro
Cárdenas, localizado en los valles del Yaqui y Mayo, en Sonora,
recuerdan que en su adolescencia se sumaron a los grupos que en la década
de los setenta tomaron tierras y, al igual que su padre, continuaron
como agricultores. "Cultivamos trigo, sorgo, maíz y hortalizas;
hemos mecanizado la tierra, pues con otros ejidatarios formamos integradoras
comerciales para vender directamente las cosechas, a las que hemos dado
valor agregado."
Los hermanos Valenzuela Segura forman parte de los cientos
de productores medianos del noroeste del país, zona en la que en
2003 se intensificará el diálogo, pero también acciones
de protesta en busca de propuestas gubernamentales que detengan la competencia
desleal. Saben que está en riesgo su actividad, y "no porque no
seamos competitivos, como dice el secretario Usabiaga (Javier, de la Sagarpa),
sino por los enormes subsidios que reciben los agricultores estadunidenses
y esas asimetrías que nos están destrozando".
Los agricultores estadunidenses tienen acceso a financiamiento
para la producción y la comercialización, un andamiaje legal
e institucional que genera confianza para realizar negocios, mientras que
en México se dejó en el desamparo al sector.
Un año después de la entrada en vigor del
TLCAN "se cayó el sistema financiero, los créditos
para el campo desaparecieron y la banca prácticamente extranjerizada
que tenemos tiene poco o ningún interés en el sector productivo
nacional, y ante ello el gobierno federal no ha sido capaz de dar una respuesta
a las necesidades del sector agropecuario", apunta Enrique Domínguez
Lucero, director de la Confederación de Porcicultores Mexicanos.
Asevera que sin una política agropecuaria clara
y que otorgue certidumbre no habrá inversiones. "Históricamente
las administraciones anteriores privilegiaron la política de abasto
sobre la producción. El abandono total del sector lo descapitalizó
y desestimuló", indicó.
El sueño del beneficio del TLCAN se ha convertido
en verdugo de miles de campesinos, dice Heladio Ramírez López,
presidente de la Confederación Nacional Campesina (CNC). "Se minimizaron
las enormes e insalvables asimetrías existentes entre los socios,
desde las que determinan las condiciones agrológicas, pasando por
el desarrollo tecnológico y las infraestructuras productivas e institucionales,
incluyendo las políticas de Estado en materia crediticia y de precios
para proteger a los productores."
A manera de ejemplo de lo que califica de "trágica
realidad", menciona: de las 265 mil hectáreas que trabajaban 25
mil productores de arroz hace 15 años, hoy sólo 43 mil son
sembradas por 6 mil 500 arroceros; hace dos décadas se sembraban
en Coahuila 45 mil hectáreas de algodón, y ahora quedan 6
mil hectáreas; los ganaderos están quebrando por la carne
congelada que invade el mercado interno; 400 mil familias indígenas
productoras de café están en la indigencia por el desplome
del precio internacional del grano.
Con la desgravación total, a los sistemas de producción
arruinados se sumarán la papa, cebada, miel, garbanzo, lenteja,
cacahuate, avicultura, porcicultura, leche y pavo, abunda Ramírez
López.
No es con apoyos mezquinos, blindajes frágiles
o acciones dispersas como se podrá enfrentar una crisis productiva
y social, asienta el dirigente de la CNC, organización que aglutina
al mayor número de campesinos organizados del país.
Afirma que las miles de personas que viven del cultivo
de la tierra y de la producción pecuaria "están en pie de
lucha. Frente al atropello y los riesgos de los tiempos que corren -pérdida
de la soberanía alimentaria y saqueadores que pretenden apropiarse
de los recursos naturales- está la resistencia clasista y solidaria,
pues, como dijo el primer ministro de Japón, el señor (Junichiro)
Koizumi, producir alimentos es poder político".
Sin embargo, ante el concierto de productores agrícolas
y pecuarios que están en favor de la revisión del apartado
agropecuario del TLCAN, el presidente del Consejo Nacional Agropecuario,
Armando Paredes Arroyo, está en desacuerdo y evalúa: habrá
problemas; las asimetrías y la falta de recursos para apoyar al
sector no se pueden soslayar. Hay que buscar un esquema en el que productor
primario y agroindustrial sobrevivan, que motive el diálogo entre
ambos. La revisión del tratado no es la salida.
México tiene potencial productivo en hortalizas,
pero es poca la superficie sembrada; hay que ampliarla. También
se desaprovechan los tratados comerciales, ya que más de 80 por
ciento de las exportaciones se dirigen a Estados Unidos, 4.4 por ciento
son para la Unión Europea y el comercio con otros países
es prácticamente inexistente.
El gobierno -destaca- debe empujar y convencer a sus socios
comerciales para que reconozcan la posición de menor desarrollo
de México y lo ayuden a promover el impulso de su sector rural y
agropecuario, con el propósito de conformar una verdadera economía
regional para Norteamérica.