Los recursos que se obtienen se canalizan a educación y salud: autoridades agrarias
Chinantecas y zapotecas, precursores de la silvicultura comunitaria
La actividad forestal, balanza de equilibrio ante la creciente pérdida de empleos
MATILDE PEREZ U./II Y ULTIMA ENVIADA
Sierra Norte de Oaxaca. Después de casi un cuarto de siglo de tener vedado el derecho de pisar sus bosques, las comunidades chinantecas de Santiago Comaltepec y zapotecas de Santiago Xiacuí, Calpulalpam de Méndez y La Trinidad Ixtlán lograron recuperar la propiedad arrebatada mediante una "concesión federal" y se constituyeron como Unión de Comunidades Productoras Forestales Zapoteco-Chinanteca (Uzachi) para promover el buen manejo de pinos y encinos que hoy son parte de su riqueza.
En el distrito de Ixtlán -a pocos kilómetros de Santa María Yavesía- dichas comunidades fueron las precursoras de la silvicultura comunitaria y las primeras en obtener los certificados forestales, pues sus bosques abarcan poco más de dos tercios de las casi 25 mil hectáreas que poseen. Pero antes la ya desaparecida paraestatal Fábrica de Papel Tuxtepec (Fapatux) -beneficiaria única de la concesión que otorgó el gobierno federal- se encargó de arrancar durante 25 años los mejores ejemplares de pino y encino. En esa relación desventajosa con Fapatux, los indígenas perdieron más de 23 millones de pesos (al valor vigente en 1995) de su capital natural y recursos genéticos invaluables.
"Esta riqueza (natural) solemnemente guardada es lo único que podemos heredar a nuestros hijos", dicen las autoridades agrarias de estas comunidades, y explican que ese compromiso no impide realizar un manejo adecuado del bosque. "Cada día valoramos lo que tenemos, cada uno de nuestros comuneros sabe que cada pedazo de bosque es parte de nuestra vida y que el esfuerzo realizado no es pérdida de tiempo", menciona Miguel Ramírez Domínguez, presidente de bienes comunales de Calpulalpam de Méndez.
Subraya: "No somos talamontes. Lo que hacemos es obtener algún recurso del bosque y lo invertimos en salud y educación".
"Se busca recuperar el valor comercial del bosque"
De las 24 mil 451 hectáreas que poseen las cuatro comunidades, 17 mil 657 son forestales. De estas últimas 5 mil 993 están bajo protección y 5 mil 67 son reserva. Aunque tienen permiso para explotar 4 mil metros cúbicos anuales de madera en rollo, acordaron extraer sólo 2 mil metros cúbicos, porque "tratamos de conservar y recuperar el valor comercial del bosque".
En esas comunidades, principalmente en Calpulalpam -cuyo eje de bienestar fue hasta 1992 la mina de oro Natividad-, la actividad forestal sigue como la balanza de equilibrio ante la pérdida de empleos, el ingreso por cultivo de granos básicos, comercio, carpintería y albañilería, entre otras, y por las contribuciones que les envían familiares radicados en Estados Unidos o en la ciudad de México. A la silvicultura se ha sumado la producción de hongos comestibles y orquídeas y la investigación de plantas ornamentales y medicinales.
"Aún tenemos áreas vírgenes, por eso seguimos trabajando en la regulación de la explotación de los bosques", dicen las autoridades de las cuatro comunidades que apoyan el desarrollo de los programas de organización y capacitación, manejo agroforestal y áreas protegidas.
En este proceso de recuperación de los bosques, por las comunidades localizadas en la sierra Juárez, el pueblo de Santa Catarina Ixtepeji, propietario de 21 mil 107 hectáreas, también elaboró su plan de manejo forestal y con el tiempo agregó otras variantes: cultivo y exportación de hongo blanco, venta de productos no maderables, que son utilizados como ornamento en las festividades decembrinas, y embotellamiento del agua de manantial, e incluso elaboraron un programa de control natal.
Los habitantes de Ixtlán de Juárez, poseedores de 19 mil 310 hectáreas, también han vencido miedos y prejuicios en la explotación de sus bosques. Crearon su empresa, que en 2000 obtuvo la certificación forestal por el Forest Stewardship Council.
Durante el recorrido por algunos de los parajes de la zona boscosa de las comunidades, integrantes del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF por sus siglas en inglés) explicaron lo que para un visitante inexperto es una enorme zona verde, neblinosa y de empinadas barrancas. Es la zona de mayor precipitación pluvial del país. Entre esas montañas se forma el Papaloapan, uno de los ríos más caudalosos de México.
Es un ecosistema muy complejo y el que mejor representa la diversidad ecológica y cultural de Oaxaca, abunda Gloria Tavera, coordinadora de campo del programa Bosques Mexicanos de la oficina de la WWF en el estado. En sus más de 700 mil hectáreas se encuentran selvas alta perennifolia y baja caducifolia, así como el bosque mesófilo de montaña. Esa gran variedad de hábitats alberga 335 especies de aves. Además, ahí se encuentra 50 por ciento de la riqueza florística total del estado, casi 55 por ciento de las mariposas de México y aún es la casa del jaguar, el tapir y el mono araña.
Por su extensión y complejidad biológica es un ecosistema aún sujeto a investigación y diagnóstico para integrarlo al sistema de información geográfica, que busca definir sitios prioritarios de conservación y sus respectivos planes de manejo.
A la experiencia de conservación comunitaria en la sierra norte se sumó Santa María Huatulco, pueblo localizado en la costa del Pacífico al que en la década de los ochenta le expropiaron 21 mil hectáreas para el desarrollo turístico de Huatulco. Una década después les arrancaron 6 mil hectáreas para la creación del parque nacional en esa misma zona.
Las heridas que dejaron esas enajenaciones en los comuneros no han cerrado. "La gente está sentida por eso de las áreas protegidas impuestas desde el gobierno, por las expropiaciones por todos lados", afirma Sergio García Mendoza, comisario de bienes comunales. Con orgullo menciona que después de varios años de esfuerzos -que se iniciaron en 1997- la comunidad acordó, en los primeros días de noviembre de este año, destinar 8 mil 900 hectáreas de las poco más de 20 mil que aún poseen a una área comunal protegida.
"Queremos conservar esa superficie, pues creemos que ahí podemos desarrollar un ecoturismo comunal y generar 600 empleos directos que se repartirán equitativamente entre los habitantes de las 20 comunidades de Santa María. Nosotros también tenemos derecho a obtener beneficios económicos por esos recursos naturales que vamos a seguir conservando, para evitar que nuestra gente siga emigrando."
En 1997 el Grupo Autónomo de Investigaciones Ambientales (GAIA) ratificó que por el buen estado de conservación de las selvas secas de la zona "vale la pena invertir esfuerzos en la implementación de planes y proyectos que permitan su mantenimiento y manejo adecuado, (pero) concibiendo el esfuerzo más allá de la mera visión conservacionista e insistiendo en que (los recursos naturales) son instrumento importante en el desarrollo de las comunidades locales".
A la belleza escénica de la zona turística de Huatulco -integrada por playas y bahías bañadas por el mar azul del Pacífico y coronadas por los farallones- hay que agregar la de los bosques tropicales secos, casa de 73 especies de anfibios y reptiles, 278 especies de aves -entre ellas, pericos, loros y águila pescadora- y de 90 mamíferos. "Queremos demostrar al turismo que Huatulco es más que playas y mar, que también tiene selvas y un pueblo indígena que conserva sus tradiciones, como la de subir cada 8 de diciembre al cerro sagrado para agradecer que Huatulco tenga áreas protegidas por la comunidad."
Y por ese esquema "novedoso de conservación propiciado por las comunidades, en el que se respeta su visión cosmogónica", el Fondo Mundial para la Naturaleza entregó a comunidades de la sierra norte y Santa María Huatulco el reconocimiento Un regalo para la Tierra.