Enrique Calderón Alzati
Pertinencia de mantener el TLC. Razones y ventajas
La posición del gobierno de Fox de mantener la
apertura comercial para los productos agropecuarios, de acuerdo con los
compromisos contraídos con Estados Unidos y Canadá a través
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), responde
a necesidades e interés que no se pueden ni se deben minimizar.
Se trata de razones claras y específicas, resumidas en la afirmación
de que la balanza agropecuaria con Estados Unidos y Canadá es y
ha sido favorable a nuestro país.
Para entender estas razones es necesario recordar que
en buena medida México es un país tropical, de hecho el país
tropical más cercano a Estados Unidos, con excepción de Cuba,
que poco puede competir con México, al menos por ahora. Este hecho
representa ventajas competitivas indiscutibles.
Pensamos, por ejemplo, en los productores del limón
persa de Colima, o en los de mango de Veracruz; para ellos el TLCAN les
representa la posibilidad de acceder a mercados insospechados, sin plantearles
el riesgo de tener competidores norteamericanos para sus productos en el
mercado mexicano. En pocas palabras, todo por ganar y nada que perder.
Pero lo que hemos dicho para estos dos productos se repite para otros como
el tamarindo, el zapote, la papaya, el mamey, la guayaba, el melón,
la fresa, el tomate, etcétera.
Es por ello explicable que un número importante
de empresarios y productores agrícolas defiendan la idea de continuar
adelante, aunque nos debe quedar claro que no están pensando en
el país, sino en algo mucho más simple y concreto: están
pensando en ellos mismos, en sus negocios y quizá también
en sus familiares cercanos; el resto del país ya se puede ir al
carajo.
Lo preocupante del caso es que, al hacer cuentas, resulta
que el valor real de la producción de frutas tropicales no representa
ni 10 por ciento de la producción agropecuaria nacional y seguramente
la proporción de los trabajadores agropecuarios, incluidos los dueños
de esas plantaciones, representan una muy pequeña minoría
de todo el campo mexicano.
Por otra parte, es muy claro que el gobierno tendría
razones justificadas en el ámbito internacional para revisar el
capítulo agropecuario del TLCAN, en virtud de los gigantescos subsidios
que el gobierno estadunidense ha dado a sus agricultores, violando el espíritu
mismo del TLCAN. Adicionalmente el gobierno actual sabe que los productores
mexicanos están desde hace mucho en total desventaja respecto de
los estadunidenses, por todos los factores que han sido señalados
(ver por ejemplo, el artículo de Cuauhtémoc Cárdenas
publicado en este diario el miércoles pasado), además de
los errores cometidos a partir de la firma del TLCAN, como el de poner
en manos de comercializadoras estadunidenses un amplio sector del consumo
nacional (Costco, Wal-mart, etcétera.).
De esta manera es posible llegar a la conclusión
de que el gobierno de Fox y, en particular, su secretario de Agricultura
no están actuando con una visión de país ni cuidando
los intereses nacionales, sino los de un grupo privilegiado y muy selecto,
del cual tanto Javier Usabiaga como el mismo Fox (Rancho San Cristóbal)
son miembros distinguidos. Ello nos debe dejar claro que cuando se habla
de ventajas, se trata exactamente de eso, pero para ellos.
Para el país, el hecho consumado adquiere perfiles
de tragedia, pero tiene también un beneficio: de aquí en
adelante, cuando Fox, sus colaboradores y, en buena medida, su partido
nos hablen de las ventajas del Plan Puebla-Panamá, de la privatización
o apertura del sector eléctrico, de la modernización del
país o de cualquier otro proyecto, el país entero sabrá
a qué ventajas se refieren.