Aline Pettersson*
Carta a Bush
Señor Bush:
Cuando yo era niña el mundo se dividía en dos mitades que se odiaban y temían. Y una de esas partes clamaba ser la nación defensora de la libertad y la democracia. Desde aquellos lejanos tiempos clarín y trompeta rechinaban. Qué difícil creer en tan grande bondad. El discurso sonaba falso y, mientras se pronunciaba, los negros eran maltratados, los espaldas mojadas perseguidos, el matrimonio Rosenberg electrocutado y Latinoamérica pisoteada.
Envuelto en ese discurso, señor Bush, creció usted. Quizá su papá se lo contaba como un cuento de Las mil y una noches a la hora de la merienda. Y se lo debe haber creído a pie puntillas, ya que no se distingue usted por mucha agudeza, como bien se comenta a lo ancho y largo del mundo. Es sólo que una tramposa y fortuita circunstancia lo tiene colocado en la parte más elevada de la producción del horror. De usted depende, por lo pronto, el destino de millones de personas que van a morir para que su "libertad y democracia" puedan apropiarse de las fuentes de petróleo de aquellas regiones árabes. Aquí no son bananas, señor Bush, aunque muchos y muy sangrientos abusos cometieron sus paisanos durante años en países al sur de su frontera. ƑLo sabía?
Tal vez vio en su niñez fotos de un hongo gigantesco que su libérrimo país lanzó sobre dos ciudades japonesas. Tal vez entonces usted se sintió decepcionado de no haber nacido a tiempo para celebrar ese triunfo. Porque quisiera recordarle que sólo su país ha empleado dichas armas sobre otro pueblo, sólo ustedes, señor Bush. Y ahora usted amenaza con repetir el hecho para librar (de nuevo librar) al mundo del peligro de unas armas que los inspectores no logran hallar. šVaya torpeza la de los expertos de la ONU! Hace usted bien en tomar las riendas del potro-mundo y asegurar que seguirá adelante con su proyecto. Así, ya no lamentará el no haber nacido a tiempo para presenciar la faena de un nuevo Little Boy matando multitudes. Ahora que usted es comandante en jefe de las fuerzas de su país, usted promete repetir la hazaña.
Y, déjeme decirle, señor Bush, que no es lo mismo "la muerte heroica por la libertad y democracia" de nuestros queridos muchachos, que los "daños colaterales" de los habitantes del eje del mal. No, no puede ser nunca lo mismo, porque los niños, mujeres y hombres de Irak son de una raza demoniaca, como lo son los afganos o los de Granada, o, o, o... Como lo fue antes la población de la URSS, o la de Corea o la de Vietnam. Qué lista tan larga y qué memoria tan corta. ƑSerá efecto de las hamburguesas?
Ignoro cómo sería en su infancia, pero puedo decirle que en la mía la gente en mi ciudad se sentía espiada por la FBI, como lo fueron tantos y tan valiosos conciudadanos suyos. El crimen mexicano, por ejemplo: asistir a la función de una bella película rusa Flores de piedra. Decían que tomaban fotos y que se ingresaba en la lista negra yanqui. Tal vez no haya sido cierto, quién sabe. Pero la "libertad y democracia" nos tenían atemorizados. Y muchos de sus paisanos no aguantaron tanta "libertad" y se vinieron a radicar aquí. ƑLo creería usted?
Pero vuelvo a este aterrador presente, señor Bush, lo veo a usted y lo escucho y tiemblo, porque a usted no le tiembla la voz cuando con la cara dura habla de que está perdiendo la paciencia, de que seguirá adelante, de que arrasará a quien se le atraviese, después de todo, sólo serán daños colaterales, pero, eso sí, muchísimo petróleo.
ƑNo lo podrá parar nada ni nadie, señor Bush?
Atentamente.
PD: Qué afortunado el título de Las mil y una noches en inglés: Arabian nights, (Noches árabes). Y usted desde niño soñaba con ellas, Ƒverdad?
* Aline Pettersson es novelista, cuentista y poeta. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Además de escribir sobre la condición femenina, la noción del tiempo y lo cotidiano, en su literatura ha abordado la creciente violencia de fin de siglo.