Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 7 de abril de 2003
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Espectáculos
Con lleno total, el trovador fue homenajeado en Bellas Artes por 60 años de trayectoria

Soy libre y actúo como quiero, afirma Salvador El Negro Ojeda

Regaló una lección de vida: el arte de ser feliz; fue una noche de sabor veracruzano y caribeño

ARTURO JIMENEZ

La tarde-noche del sábado pasado el Palacio de Bellas Artes fue desacralizado y desbordado de gozo y filin durante el concierto con el que Salvador El Negro Ojeda dio cuerpo al homenaje que se le rindió por sus 60 años en la música.

Durante casi tres horas el Palacio de Bellas Artes transitó de gran teatro a foro íntimo o saloncito bohemio, a la manera de los teatro-bar o las peñas, en los que los parroquianos y los artistas conviven, en corto, alrededor de las anécdotas y la música popular. Fue un lleno total, boletaje agotado y hasta reventa. Fenómeno por revalorar ante la supuesta marginalidad del trovador, ajeno a la industria del disco.

Fue también un Negro, como siempre, pleno de alegría, histrionismo, carisma y humor, mucho humor, tanto que la ortodoxia y la flema quizá no lo hubieran podido soportar: dedicó canciones, saludó a muchísimos de sus familiares, amigos y compadres; bromeó con ellos, que le contestaban a gritos desde sus butacas.

Las palabras de su compadre Marcial Alejandro horas antes de esa gala fueron proféticas, pues, durante la apretada retrospectiva que de su variadísima historia musical ofreció, El Negro obsequió de nuevo, a sus 72 años, una enseñanza de vida: el arte de ser feliz, amoroso, honesto, creativo y apasionado del oficio, el de trovador.

La canción es de quien la trabaja. Pero, ¿qué fue lo que hizo este Negro defeño-jarocho desde esa voz singular, que sube y baja los tonos de manera intempestiva y frecuente y que, cuando canta, poseído por los espíritus de la interpretación, casi tiene que agacharse para lograr sus hallazgos?

Primero, con guayabera y pantalón blancos, paliacate al cuello, Salvador Ojeda calentó el ambiente con unas décimas del extinto Arcadio Hidalgo. Luego vinieron más de una veintena de piezas, entre sones jarochos, cubanos, huapangos, corridos, boleros y canciones, de autores como Agustín Lara, Carlos Rodríguez, Rafael Mendoza, David Haro, Marcial Alejandro, Miguel Hernández, Rafael Hernández, Silvio Rodríguez o del dominio popular.

Eran piezas que parecían escritas por el que cantaba. Y es que El Negro les pone su plus, renovándolas y, como dicen los lingüistas, resemantizándolas. Eran canciones revestidas de nuevos significados.

Salvador Ojeda es entonces un actor de la canción popular mexicana e iberoamericana. "Yo vivo por la música y para la música. Ella significa una manera de justificar mi existencia", dijo en un video proyectado en el intermedio.

"Ayer maravilla fui, y ahora ni sombra soy", cantó El Negro y las pieles se pusieron chinitas y las gargantas se anudaron. Otro es el corrido El cantador, la primera que aprendió a interpretar cuando era niño y que no quería cantar mucho para que no se gastara.

Marcó tiempos y le rezumbó a la bailada

El sabor veracruzano y caribeño predominó en el concierto. El Negro cantó, marcó los complejos tiempos de sones, danzones, canciones y fusiones, y le rezumbó el mango con la bailada, llenando de candela el escenario. Palabras de mujer, Tres veces heroica, Ta' bueno ya, Severa, ¿Qué me pasa?, ésta con arreglo de Héctor Infanzón, o Lamento borincano, con arreglo de Leo Corona.

Salvador Ojeda mencionó en todo momento a sus músicos, arreglistas, coros. Son músicos "de hueso", de oficio, con calidad, sabor y corazón, amigos leales del trovador, como Angel Chacón, Jano Portillo, Leo Corona, Chuco Mendoza, Arturo Cordero, Ricardo Benítez, Armando Pinaca Espinoza, los hermanos Avila (Pepe, Carlos y Emiliano), Santiago Ojeda, su hijo, y muchos más. La mayoría de los grupos de Jano Portillo, de El Necio o de Los Folkloristas.

Entre el animado público también había funcionarios como Sari Bermúdez, titular del CNCA, que recibió doble abucheo: cuando la mencionaron Salvador Ojeda y, al final, Lidia Camacho, directora de Radio Educación.

En sus muchos intercambios con el público, El Negro saludó a los integrantes de la "colonia tlacotalpeña" radicada en el DF, a la que pidió la "naturalización" tlacotalpeña.

Casi al final, con la canción de El Necio, de Silvio Rodríguez, como música de fondo, resurgieron las palabras del trovador en el ya proyectado video: "No me propuse llegar a ningún lado en la música, simplemente la hago porque me gusta. En la vida he sido libre y he actuado como he querido".

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