Con lleno total, el trovador fue homenajeado
en Bellas Artes por 60 años de trayectoria
Soy libre y actúo como quiero, afirma Salvador
El Negro Ojeda
Regaló una lección de vida: el arte de
ser feliz; fue una noche de sabor veracruzano y caribeño
ARTURO JIMENEZ
La tarde-noche del sábado pasado el Palacio de
Bellas Artes fue desacralizado y desbordado de gozo y filin durante el
concierto con el que Salvador El Negro Ojeda dio cuerpo al homenaje
que se le rindió por sus 60 años en la música.
Durante casi tres horas el Palacio de Bellas Artes transitó
de gran teatro a foro íntimo o saloncito bohemio, a la manera de
los teatro-bar o las peñas, en los que los parroquianos y los artistas
conviven, en corto, alrededor de las anécdotas y la música
popular. Fue un lleno total, boletaje agotado y hasta reventa. Fenómeno
por revalorar ante la supuesta marginalidad del trovador, ajeno a la industria
del disco.
Fue también un Negro, como siempre, pleno
de alegría, histrionismo, carisma y humor, mucho humor, tanto que
la ortodoxia y la flema quizá no lo hubieran podido soportar: dedicó
canciones, saludó a muchísimos de sus familiares, amigos
y compadres; bromeó con ellos, que le contestaban a gritos desde
sus butacas.
Las
palabras de su compadre Marcial Alejandro horas antes de esa gala fueron
proféticas, pues, durante la apretada retrospectiva que de su variadísima
historia musical ofreció, El Negro obsequió de nuevo,
a sus 72 años, una enseñanza de vida: el arte de ser feliz,
amoroso, honesto, creativo y apasionado del oficio, el de trovador.
La canción es de quien la trabaja. Pero, ¿qué
fue lo que hizo este Negro defeño-jarocho desde esa voz singular,
que sube y baja los tonos de manera intempestiva y frecuente y que, cuando
canta, poseído por los espíritus de la interpretación,
casi tiene que agacharse para lograr sus hallazgos?
Primero, con guayabera y pantalón blancos, paliacate
al cuello, Salvador Ojeda calentó el ambiente con unas décimas
del extinto Arcadio Hidalgo. Luego vinieron más de una veintena
de piezas, entre sones jarochos, cubanos, huapangos, corridos, boleros
y canciones, de autores como Agustín Lara, Carlos Rodríguez,
Rafael Mendoza, David Haro, Marcial Alejandro, Miguel Hernández,
Rafael Hernández, Silvio Rodríguez o del dominio popular.
Eran piezas que parecían escritas por el que cantaba.
Y es que El Negro les pone su plus, renovándolas y,
como dicen los lingüistas, resemantizándolas. Eran canciones
revestidas de nuevos significados.
Salvador Ojeda es entonces un actor de la canción
popular mexicana e iberoamericana. "Yo vivo por la música y para
la música. Ella significa una manera de justificar mi existencia",
dijo en un video proyectado en el intermedio.
"Ayer maravilla fui, y ahora ni sombra soy", cantó
El Negro y las pieles se pusieron chinitas y las gargantas se anudaron.
Otro es el corrido El cantador, la primera que aprendió a
interpretar cuando era niño y que no quería cantar mucho
para que no se gastara.
Marcó tiempos y le rezumbó a la bailada
El sabor veracruzano y caribeño predominó
en el concierto. El Negro cantó, marcó los complejos
tiempos de sones, danzones, canciones y fusiones, y le rezumbó el
mango con la bailada, llenando de candela el escenario. Palabras de
mujer, Tres veces heroica, Ta' bueno ya, Severa,
¿Qué me pasa?, ésta con arreglo de Héctor
Infanzón, o Lamento borincano, con arreglo de Leo Corona.
Salvador Ojeda mencionó en todo momento a sus músicos,
arreglistas, coros. Son músicos "de hueso", de oficio, con calidad,
sabor y corazón, amigos leales del trovador, como Angel Chacón,
Jano Portillo, Leo Corona, Chuco Mendoza, Arturo Cordero, Ricardo Benítez,
Armando Pinaca Espinoza, los hermanos Avila (Pepe, Carlos y Emiliano),
Santiago Ojeda, su hijo, y muchos más. La mayoría de los
grupos de Jano Portillo, de El Necio o de Los Folkloristas.
Entre el animado público también había
funcionarios como Sari Bermúdez, titular del CNCA, que recibió
doble abucheo: cuando la mencionaron Salvador Ojeda y, al final, Lidia
Camacho, directora de Radio Educación.
En sus muchos intercambios con el público, El
Negro saludó a los integrantes de la "colonia tlacotalpeña"
radicada en el DF, a la que pidió la "naturalización" tlacotalpeña.
Casi al final, con la canción de El Necio,
de Silvio Rodríguez, como música de fondo, resurgieron las
palabras del trovador en el ya proyectado video: "No me propuse llegar
a ningún lado en la música, simplemente la hago porque me
gusta. En la vida he sido libre y he actuado como he querido".