REPUBLICA DE PANTALLA
Jenaro Villamil
En el nombre del miedo
Mensajes de la guerra, la paranoia y la impunidad
Tv mexicana ante Irak
"ES TERRIBLE que las masas pierdan el miedo", sentenció
el filósofo Spinoza, y siglos después el sociólogo
Norbert Elias subrayó que "el miedo es un regulador del comportamiento".
A controlar e intimidar tienden "todos los miedos suscitados en el alma
del hombre por otros hombres, tanto el pudor, como el temor a la guerra
o a Dios, los sentimientos de culpabilidad, el miedo a la pena o a la pérdida
del prestigio social, el temor del hombre a sí mismo y a ser víctima
de sus propias pasiones".
En el nombre de ese miedo hoy observamos una escalada
global que nos transmite un sentimiento de impotencia. Se siembran las
raíces de un nuevo odio que se filtra por las conciencias mediante
el interminable espectáculo televisivo de la humillación
de una nación como Irak, a la cual Washington insiste en "liberar"
con la muerte y la destrucción. En el nombre del miedo también
se promueve un insultante patriotismo efímero que reproducen los
medios masivos de Estados Unidos como justificación de una lucha
contra el terrorismo global que inicia con sembrar el terror en el propio
territorio estadunidense. En el nombre del miedo, en Cuba se concatena
una serie de sucesos donde la pena de muerte y la cadena perpetua reviven
como "castigos ejemplares" para quienes el poder define de antemano como
enemigos. En nuestro país la historia criminal del "feminicidio"
en Ciudad Juárez prosigue, sin que el Ministerio Público
Federal roce con un mínimo compromiso por la legalidad la serie
de denuncias revividas que ocupan ya un sitio en la agenda cotidiana de
la prensa. En el nombre del miedo, en México también se prefiere
renunciar a la obligación constitucional del Estado de garantizar
la seguridad y la dignidad de las mujeres.
¿Qué hilo conductor enlaza sucesos tan disímiles,
en apariencia, con el proceso de configuración de una opinión
pública mundializada, consciente de su fuerza, pero también
de su indignación frente a hechos que representan desafíos
éticos y morales en nuestra sociedad del riesgo global?
El aparato de guerra
En
primer lugar, en el nombre del miedo se potencia un aparato apabullante
y ostentoso de propaganda y discurso unilateral que busca justamente destruir
los indicios más importantes de esa opinión pública
que ya no está dispuesta a dejarse intimidar: su capacidad de respuesta,
de movilización y de impugnación es mucho más eficaz
que hasta hace un cuarto de siglo, cuando el poder podía regular
los comportamientos y las adscripciones ideológicas con los esquemas
de la guerra fría que, en muchos sentidos, fue una guerra por el
dominio de las conciencias. Destruidos los esquemas, se reconstruyen bajo
los escombros del bipolarismo y de un multilateralismo que aún no
cuenta con contrapesos eficaces (ahí está la humillación
a la ONU, a la Unión Europea y a todas las naciones que se atrevieron
a decirle "no estoy contigo" a George W. Bush), un fundamentalismo de nuevo
cuño que pretende extralimitarse en su intimidación mediática
y en su poderío bélico. ¿Quién puede tomarse
en serio la "liberación" de Irak a partir del bombardeo a las televisoras
árabes y la creación de un "nuevo canal" televisivo que,
a la usanza del fascismo más ramplón promueve "mensajes"
de bienvenida al nuevo yugo de George W. Bush y de Tony Blair?
En segundo lugar, en el nombre del miedo la operación
de Irak se inscribe más allá del territorio de la nación
árabe y dirige sus objetivos contra la propia opinión pública
trasnacionalizada. Por eso se criminaliza, se estigmatiza y se hostiga
a los movimientos críticos, incluso a los más tímidos,
como los que han encabezado figuras del mundo del espectáculo hollywoodense.
¿Qué mundo de libertades pueden defender las cadenas televisivas
estadunidenses cuando deciden que ni siquiera los mensajes pagados de actores
que encabezan el movimiento antibélico, como Martin Sheen o Susan
Sarandon, pueden transmitirse en las pantallas o cuando guardan silencio
ante la censura en las estaciones de radio a las Dixie Chicks? ¿Acaso
el patriotismo de George W. Bush es un dogma de fe que, como en la Edad
Media, se tiene que acatar sin siquiera hacer uso de la razón y
la crítica? Nueva York, la ciudad atacada el 11 de septiembre, le
ha demostrado a Bush que ni el miedo ni el odio sembrados pueden derribar
la conciencia crítica de esta Babilonia disidente de Estados Unidos:
ahí más de la mitad de los neoyorquinos han rechazado la
operación militar contra Irak, según distintos sondeos. The
Columbia Spectator, de la Universidad de Columbia, difundió
una encuesta donde 53 por ciento de los estudiantes se oponía a
la guerra y 47 por ciento la apoyaba.
El caso de España es todavía más
patético. Su gobernante, José María Aznar, que no
escatimó balas de goma para dispersar a una creciente multitud de
manifestantes antibélicos, se quedó como el chapopote del
Prestige, desparramado en una ola de impugnación que ya rebasa
90 por ciento de oposición en su propio territorio y todavía
tiene la indecencia de escudarse en razones de Estado para justificar su
papel de paje angloestadunidense.
En el nombre del miedo se bombardeó la legalidad
y la legitimidad internacionales. Ulrich Beck, el autor de la Sociedad
del riesgo global, subrayó en un reciente artículo en
El País que "esta creciente disociación entre la legalidad
y la legitimidad produce temor. En qué mundo vivimos, cuando potencias
altamente militarizadas atacan a países de tercera al grito de ¡nunca
más Auschwitz!" o "¡nunca más un 11 de septiembre!",
para salvar al mundo de la perdición... Este criterio de una ilegalización
post-hoc de la ilegalidad no hace más que agudizar los dilemas".
El aparato de la paranoia
En el caso de Cuba, en el nombre del propio miedo que
un régimen trasmina a su sociedad se endurecen las políticas
contra los disidentes, se reproducen argumentos muy similares a los de
George W. Bush para combatir a "terroristas", se aplican fusilamientos
contra tres balseros o se aplican juicios contra 75 opositores cuyas
condenas suman mil 454 años de cárcel. En algunos casos las
"pruebas" que posee el gobierno cubano del sometimiento de estos "agentes"
al imperialismo yanqui es poseer una grabadora marca Sony o haber recibido
del extranjero una jaba (bolsa de mercado) con objetos como un juego de
lámpara, televisor, video, paquete de alimentos, medicinas y hasta
un "módulo para bebé" (difundido por el periódico
Juventud Rebelde).
La paranoia es la pérdida de las dimensiones del
poder para mantener la legitimidad de sus causas y un intento desesperado
por revivir el consenso mediante el miedo. ¿No es más urgente
en estos momentos, en lugar de encarcelar a disidentes, una campaña
en la opinión pública internacional contra el ilegal e indiscriminado
bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba? Una nación
y un régimen no se defienden mejor con la paranoia y el miedo. En
la historia hay infinidad de estos ejemplos.
El aparato de la impunidad
En el caso mexicano, la historia de crímenes seriales
en Ciudad Juárez ha rebasado toda capacidad de indignación
de la sociedad civil chihuahuense y de la opinión pública
nacional, pero el aparato de impunidad que protege a estos criminales se
mantiene inamovible, tanto en el seno de las autoridades locales como en
las autoridades federales. No existe justificación a la indolencia
ministerial ni a la permanencia del clima de miedo que se ha sembrado entre
las mujeres de esta ciudad fronteriza.
En los pasados dos años, por lo menos en los noticieros
de Televisa y recientemente en el Canal 11 por medio de una serie de reportajes
que se titularon "El paso del norte", así como el documental Señorita
extraviada, de Lourdes Portillo, se ha documentado, denunciado en los
medios electrónicos y exigido que esta historia criminal (según
la CNDH pueden llegar a 360 asesinatos) se frene con un compromiso elemental
del gobierno federal y de las autoridades estatales para investigar, proteger
y asumir la responsabilidad del Estado en el esclarecimiento de los homicidios.
En Ciudad Juárez, las autoridades difunden spots
como "Ponte viva", en donde una narradora -que antes se llamaba Luz y ahora
es Lucha- les recomienda a las mujeres aplicar la autodefensa para
enfrentar a secuestradores, asesinos o violadores. "Puedes picarle los
ojos, arrancarle los pelos o golpearlo", recomienda la voz en off.
¿Esta es la idea de estado de derecho que tienen: la renuncia del
propio Estado a garantizar la seguridad e integridad de sus ciudadanas?
La tv mexicana ante el conflicto
Tres semanas después del inicio de la incursión
bélica contra Bagdad, algunas lecciones que ha dejado la cobertura
de los medios electrónicos mexicanos pueden ser las siguientes:
-Las dos estaciones públicas (Canal 11 y Canal
22), con mucho menos recursos que las privadas, ofrecieron una cobertura
digna, contextualizada y, aunque dependiente de las imágenes de
cadenas como BBC o CNN, hicieron un esfuerzo muy importante de ofrecer
un punto de vista diferente, informado.
-Televisa hizo gala de su enorme capacidad de movilizar
recursos, aunque también de muchas de sus taras y deficiencias informativas.
Por ejemplo, un día su corresponsal en Bagdad reporta el bombardeo
contra reporteros y al otro llora emocionado por la "liberación"
de la capital, como si se tratara del juego de las nominaciones de Big
brother. Sus distintos espacios informativos ganaron en profusión
de imágenes, en oportunidad y en opiniones, aunque no siempre en
profundidad.
-Tv Azteca improvisó coberturas y dio vaivenes
editoriales, aunque fue destacado el papel de su corresponsal en Washington,
que ofreció siempre un buen contexto de la guerra "desde adentro".
-Otras estaciones privadas, como Canal 40 -que fue de
las más insistentes en difundir las marchas antibélicas-
o TVC -más crítica que las otras estaciones- jugaron un papel
importante frente al predominio de un guión mediático global
que finalmente se impuso.