GUERRA CONTRA IRAK
"En el nuevo orden mundial, los extraños
son los seres humanos que no se rinden"
EZLN: la guerra sólo ha globalizado la indignación,
el rechazo, la protesta
"La libertad que nos ofrece el poder es la de elegir
entre vendernos y rendirnos o morir"
COMUNICADO DEL COMITE CLANDESTINO REVOLUCIONARIO INDIGENA-COMANDANCIA
GENERAL DEL EJERCITO ZAPATISTA DE LIBERACION NACIONAL.
México, 12 de abril de 2003
Al pueblo de México:
A los pueblos del mundo:
Hermanos y hermanas:
El día de hoy en todo el mundo se realizan movilizaciones
para repudiar la guerra de Estados Unidos y Gran Bretaña en contra
del pueblo de Irak.
Queremos, entonces, iniciar nuestra palabra con un saludo
para todos los seres humanos que, en el mundo y en otras partes de México,
se manifiestan para decir "No" a la guerra del poderoso.
Porque no se puede rechazar una guerra sin identificar
claramente a quien la realiza, como si fuera posible condenar un crimen
teniendo especial cuidado en no mencionar ni hacer enojar al asesino.
Allá arriba, en donde el dinero es Dios y amo,
celebran una victoria que no es más que tramoya pintada de sangre
árabe, la cual, no debemos olvidarlo, es sangre humana, aunque los
grandes monopolios de los medios de comunicación quieran convencernos
de lo contrario.
Allá arriba el señor de los miedos se frota
las manos, piensa que ahora podrá reinar sin que nadie lo desafíe.
Piensa que el principal objetivo de esta guerra, la mundialización
del miedo y de la sumisión, está cumplido.
Allá arriba el cíclope del poder está
feliz porque su mirada se contenta con sangre, con la sangre del otro,
del diferente.
Si el poder del dinero piensa que ha vencido a la humanidad
es porque se mira sólo a sí mismo y a sus clones enanos que
pululan en la dirección de la Organización de las Naciones
Unidas y en los distintos gobiernos del mundo, entre ellos el gobierno
de México.
Ahora, cuando se festina la caída de Bagdad, los
gobiernos que inicialmente se opusieron a la guerra se descubren la cara
cuando negocian entre sí el reparto del botín.
Porque la guerra es negocio, y es negocio la posguerra.
Y en los negocios ningún empresario quiere quedarse
fuera y aspira aunque sea a unas migajas del festín que el gobierno
de Estados Unidos planea sobre un pueblo que, en los medios de comunicación,
se presenta como derrotado y vencido.
Pero el poder se equivoca. Siempre se equivoca.
Su guerra actual no ha mundializado el miedo, no ha globalizado
la sumisión, como no sea entre la clase política.
No, lo que ha internacionalizado esta guerra es la indignación,
el rechazo, la protesta, el "No".
Si algo hay que reconocerle al gobierno estadunidense
actual es que logró en unas semanas lo que a Hitler le costó
años: reavivar el repudio de millones de seres humanos en todo el
planeta.
Así que no es sólo el "No" a la guerra el
que nos convoca.
También estamos manifestándonos para hacerle
saber a los gobiernos del mundo que no tenemos miedo y que no estamos vencidos.
En lugar del miedo y la derrota es la indignación
la que hoy se viste de todos los colores y habla todas las lenguas, camina
en todos los tamaños y enardece el corazón de hombres, mujeres,
ancianos, jóvenes y niños.
Sin embargo, debemos de saber que el actual festín
de muerte y destrucción no sólo provoca rechazo e indignación.
El fundamentalismo que, usando como coartada al Dios de
los cristianos, lleva adelante esta guerra no hará sino parir otros
fundamentalismos.
En la lógica del código genético
del poder, el terror es un hijo siamés con dos cabezas, pero un
mismo paso: el de la destrucción.
El caos de mañana será resultado del "nuevo
orden mundial" que, en estos días terribles y vergonzosos, llevaron
los misiles "inteligentes" que cayeron en el Oriente Medio.
No hay mejor imagen del "nuevo orden mundial" que la que
muestra los saqueos y el caos en las ciudades "liberadas" por las tropas
estadunidenses y británicas.
"Liberadas", así nombraron los poderosos a las
ciudades que hoy tienen la geografía de los civiles muertos y los
edificios destruidos.
Porque no hay que olvidar que el argumento que acompañó
a Dios en esta guerra fue el de la "libertad".
Pero ha quedado claro que la libertad que nos ofrece el
poder, y quienes le sirven, es la de elegir entre vendernos y rendirnos
o morir.
"Eres libre", nos dicen los poderosos y sus gobiernos;
"puedes escoger entre el garrote o la zanahoria".
Y
la clase política mexicana se apresuró a ponernos el ejemplo,
disfrazado de "sensatez" y "prudencia".
Los partidos políticos con registro (porque no
hay que olvidar que hay organizaciones políticas que no están
en el sucio juego de los gobiernos) escogen la zanahoria.
No les importa que la zanahoria sea de plástico,
como los huesos que les dan a los perros para que se entretengan y para
que afilen los dientes para morder mejor a los "extraños".
Hoy, en el "nuevo orden mundial" que se inauguró
con la guerra en Irak, los "extraños" son todos los hombres, mujeres,
jóvenes, niños y ancianos que no se rinden.
Y los seres humanos que no se rinden, es bueno que lo
escuchen bien en Washington, siguen siendo la mayoría.
Durante los últimos años nos han dicho que
llamar "imperialismo" o "imperio" al afán de conquista y destrucción
que anima a los poderosos no era más que "marxismo trasnochado",
"nostalgia sesentera", "argumento premoderno".
Sin embargo, sin que le importe mucho el nombre que le
den, el dinero ha puesto al día todas las luchas rebeldes que se
le oponen.
Porque resulta que podrán cambiar las nominaciones,
y las palabras podrán tratar o no de esconder lo que nombran, pero
el hecho irrefutable y brutal es que hay un pequeño grupo de poderosos
que quiere conquistar todo el planeta y ponerlo a su servicio.
Y no sólo eso, hay también otros pequeños
grupos de poderosos que quieren lo mismo.
Las banderas que cobijan a unos o a otros no importan,
porque su estandarte común sigue siendo el del dinero.
Pero si la guerra de los poderosos es mundial, también
es mundial la rebeldía.
Las movilizaciones de hoy son contra la guerra del poderoso,
llámese como se llame.
No importa que su nombre sea George W. Bush, Tony Blair,
José María Aznar, Vicente Fox... perdón, quise decir,
pareja presidencial, Diego Fernández de Cevallos, Jesús Ortega
o Manuel Bartlett.
No importa que sea con la bandera del partido republicano,
del demócrata, del laborista, del conservador, del PRI, del PAN,
del PRD o de los enanos mexicanos que, como dijo no sé quién,
también empezaron desde pequeños.
Hoy la clase política mexicana trata de capitalizar
el sentimiento de repudio que esta guerra ha provocado, pero se cuida de
no nombrar a quien la perpetró, por eso no quisieron manifestarse
ante la embajada estadunidense, para no perder sus visas de turistas y
para no ofender a quien realmente manda en tierras mexicanas.
Porque si los políticos mexicanos fingen consternación
por la guerra en Medio Oriente es, simple y sencillamente, porque se dieron
cuenta del rechazo casi unánime de la población mexicana.
Y el "casi" se lo debemos a los empresarios mexicanos
y a los comentaristas de algunas estaciones de radio y televisión,
cuyo único lamento es que la guerra tardara tanto en simular victoria.
Un cálculo sucio y ruin fue el que inspiró
la posición de la clase política mexicana frente a esta guerra.
Viendo crecer el desencanto en el pueblo mexicano por
sus corrupciones y crímenes, los partidos políticos se esforzaron
en protestar por la guerra, aunque siempre afónicos al referirse
a quien manda.
Ahora la pareja presidencial se manifiesta desilusionada
porque el gobierno estadunidense no entendió que el regateo de su
apoyo no tenía más aliento que recuperar algunos puntos en
los índices de popularidad.
El PRI hizo lo que sabe hacer muy bien: por arriba decir
"quién sabe" y por abajo aplaudir un método que reivindica
su larga historia de autoritarismo, el mismo que lo mantuvo en el poder
por más de 70 años y el mismo que lo arrojó de él.
El PAN tuvo una seria crisis de identidad, pues entre
sus dirigentes se corrió el rumor de que si condenaban explícitamente
al gobierno de Estados Unidos podrían ser acusados de traición
a la patria.
El PRD hizo un esfuerzo digno de mención. De seguir
así podría aspirar al premio nobel de alquimia biogenética,
porque lograría ser un clon que sintetizara al PRI y al PAN.
Los enanos, sin lugar preciso, se empeñaron en
correr de un lado a otro, tratando de hacerse ver.
Hoy la clase política mexicana se manifiesta supuestamente
contra la guerra, pero entre ellos se dice que no podrían desaprovechar
este día para seguir con las campañas electorales.
Tal vez piensan que no tenemos memoria y que podrán
engañarnos.
Cuando la clase política mexicana se unió
en contra del reconocimiento de los derechos y la cultura indígenas,
no sólo aseguró la continuación de la guerra contra
los pueblos indios de México.
También construyó un muro que la separa
de los ciudadanos de este país.
Detrás de ese muro, los políticos se reparten
intrigas, sueldos y prestaciones, corruptelas y encubrimientos.
Sólo cada tanto, cada proceso electoral, se asoman
por encima de la pared para decirnos que podemos elegir, de entre todos
los clones, a quien queremos que nos represente y nos mande.
Algunos se preguntarán por qué no nos sumamos
a la movilización a la que convocaron los senadores, argumentando
que dejáramos atrás nuestras diferencias.
En primera, porque no podemos hacernos cómplices
del encubrimiento de quienes hacen la guerra en México y fingen
horror por la guerra en otra parte del mundo.
En segunda, porque sabemos que los senadores pidieron
que se vetara la participación de los estudiantes de la Universidad
Nacional Autónoma de México, de los miembros del Frente Popular
Francisco Villa, de los campesinos de San Salvador Atenco y de todos los
que les parecen que son "sucios, feos y malos".
Los senadores dijeron que se negaban a marchar si estos
hermanos y hermanas lo hacían. Así que de allá arriba
vino la voluntad primera de romper una marcha que pudo ser unitaria.
A nosotros nos dijeron que éramos sucios y feos,
pero que el pasamontañas ocultaba la fealdad y simulaba la suciedad;
nos dijeron que éramos malos. En su lugar usaron la palabra "malditos".
No sabemos si "malditos" es peor o mejor que "malos".
Así que en esta marcha están los sucios,
feos y malos de la sociedad mexicana, y con ellos y ellas estamos los hombres,
mujeres, niños, jóvenes y ancianos del Ejército Zapatista
de Liberación Nacional.
Reciban todos y todas ustedes, en mis palabras, el saludo
de respeto y admiración de los "malditos" del EZLN.
Hermanos y hermanas:
Queremos agradecer a las organizaciones políticas
y sociales que, junto con nosotros, convocaron a esta marcha.
También agradecemos y saludamos a todas las personas
sin organización política y social que hayan acudido.
Tal vez seamos muy pocos, y en la cuenta fenicia no pesemos
mucho en las balanzas prostituidas de los cagatintas y los cagaimágenes
al servicio de los políticos. Pero ellos bien saben lo que pueden
hacer por esta tierra 100 patriotas.
Tal vez en esta marcha haya más de 100. Entonces,
en lugar de reírse, deberían preocuparse.
Y nosotros deberíamos de alegrarnos.
A las organizaciones políticas y sociales que hoy
participan en esta marcha, y en otras que se realizan en otras partes de
México, les decimos que el EZLN no pretende hegemonizar y homogeneizar
la rebeldía en México.
Nosotros entendemos bien que la rebeldía tiene
muchos colores y muchos caminos.
A
todas estas organizaciones les ofrecemos un espejo. Si nos respetan, recibirán
respeto.
Durante mucho tiempo se nos ha venido diciendo que la
fragmentación del movimiento social es letal para la lucha por la
transformación de la sociedad.
Quien así dice es porque pretende ser quien encabece
y hegemonice el movimiento, las más de las veces, para ir a entregarlo
por unas cuantas monedas o, argumentando coyunturas y condiciones desfavorables,
suplir la movilización con la transa y el acuerdo de cúpula.
No sabemos si la pluralidad y diversidad de organizaciones
políticas y sociales pueda lograr una transformación que
es posible, que necesitamos y merecemos.
Pero si sabemos que la hegemonía, aunque sea disfrazada
de "unidad programática", no lo ha logrado y, en cambio, ha difundido
el escepticismo y el desencanto.
La multimencionada unidad de la izquierda, según
los zapatistas, no se puede construir con un solo criterio, con una estructura
que sólo encubre el pirateo mutuo de activistas y militantes, la
antropofagia entre propuestas políticas, el concurso abierto para
ver quién es más radical de palabra y el concurso escondido
para ver quién se vende a mejor precio.
Los intentos de unidad, construidos con el afán
de la hegemonía, sólo han terminado en escisiones, fraccionamientos
y rivalidades estériles.
La unidad es posible si se respeta la pluralidad y la
diversidad.
Es posible si, con ese respeto de base, se construye una
agenda común de discusión, no de acuerdos.
De esta discusión pudiera surgir un nuevo planteamiento
en el que podamos reconocernos todos, sin dejar de ser lo que somos y sin
abandonar nuestras posiciones y pensamientos.
Nuestra idea no es una sola organización, sino
un movimiento con muchas organizaciones, con un acuerdo básico,
la resistencia, y con una bandera común, la de la rebeldía.
Los poderosos y sus corifeos de letras vencidas declararon
el 11 de septiembre del año 2001 como el parteaguas de la historia
moderna. Incluso dicen que la guerra actual es producto de ese día.
Ahora vemos que tal vez es esta guerra la que puede marcar
el nuevo siglo.
Eso depende de la actitud que tomemos frente a ella.
Hermanos y hermanas:
Tal vez algunos hayan notado que ahora hacemos mención
especial de los jóvenes, nombrándolos especialmente entre
los hombres, las mujeres, los niños y los ancianos.
Y ahora les mandamos un saludo especial a los jóvenes
y las "jóvenas" de México.
Casi en forma simultánea a la caída de las
primeras bombas sobre territorio iraquí, los jóvenes, principalmente
los estudiantes de educación media y superior, iniciaron las movilizaciones.
No les importó su número, sino el "no" que levantaron.
Los
zapatistas reconocemos y saludamos la sensibilidad de los jóvenes
mexicanos, cualquiera que sea el nombre que les dé identidad y comunidad.
Por esos caprichos de las ondas hertzianas, una transmisión
radial de la ciudad de México llegó hasta las montañas
del sureste mexicano. Provenía de una estación de esas que
hablan la mayor parte del tiempo de su alto rating. El locutor en
turno estaba recibiendo en esos momentos la nota de un reportero que cubría
una de las muchas movilizaciones en contra de la guerra en Irak, frente
a la embajada estadunidense.
El locutor apenas si dejó terminar al reportero
e inmediatamente empezó a prodigarse en toda clase de calificativos
despectivos hacia los manifestantes. "Son vándalos, anarquistas,
delincuentes", comentó. Y luego titubeó, porque parece que
su vocabulario de sinónimos era muy reducido. Después de
tartamudear dijo: "son jóvenes", como si fuera el mayor insulto
y la peor descalificación que se le podría hacer a alguien.
"Son jóvenes", lo dijo con asco, con desprecio,
con ganas de que los granaderos de López Obrador les dieran un escarmiento
porque no dejaban trabajar en paz a los grandes magnates que tienen sus
oficinas en Paseo de la Reforma, como pidiendo que la fuerza pública
los obligara a dejar de ser jóvenes.
Ojalá nunca dejen de ser jóvenes. Ojalá
entiendan que los calendarios a veces son sólo un disfraz para las
claudicaciones y que, fuera de las fiestas de cumpleaños, la edad
no vale la pena.
Hermanos y hermanas:
A los jóvenes, a las mujeres, a los niños,
a los ancianos, a todos los colores con los que se ilumina la humanidad,
les decimos que tenemos el derecho de optar.
Optar, esa es la libertad, pero tenemos que construir
nuestras opciones, porque las que nos presentan hoy tienen como padre al
poder y como madre a la avaricia.
Podemos optar por un mundo mejor, más justo, más
bueno, pero tenemos que luchar para construirlo con justicia y dignidad,
que son los dos pies con los que la paz puede caminar y derrotar a la guerra.
¡Democracia!
¡Libertad!
¡Justicia!
Desde las montañas del sureste mexicano.
Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia
General del
Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Subcomandante insurgente Marcos.