El ex subsecretario fue pieza clave para contener
la intervención de EU en CA
Derbez acepta renuncia de Iruegas y pierde al decano
de mayor nivel
Durante la gestión de Castañeda en la
SRE, le tocó corregir los yerros del canciller
BLANCHE PETRICH
El secretario de Relaciones Exteriores, Luis Ernesto Derbez,
prescindió ayer del decano de mayor nivel y más experiencia
en gestiones clave de la diplomacia mexicana, al aceptar la renuncia del
subsecretario para América Latina y el Caribe, Gustavo Iruegas.
Meses antes, la Secretaría de Relaciones Exteriores
aceptó también, sin intentar retenerlo, la salida de otro
veterano de las lides internacionales, el ex subsecretario Miguel Marín
Bosch, quien adelantó su jubilación por desacuerdos con las
nuevas líneas de acción de México frente a Washington.
En el proceso de alineación estratégica
de la política exterior del país frente al nuevo orden mundial
que encabeza George W. Bush, iniciado por el anterior secretario, Jorge
G. Castañeda, su sucesor, Luis Ernesto Derbez, sin experiencia en
el terreno diplomático, resolvió que Iruegas no reunía
el "perfil requerido" para conducir las relaciones con el subhemisferio.
Diplomático de carrera con 38 años de labor
en la cancillería, Iruegas fue partícipe de varios de los
momentos más destacados de la política exterior del país.
Operó en parte de los procesos de negociación
que pusieron fin a décadas de guerra en El Salvador y Guatemala;
participó de cerca en los hechos que contribuyeron, en 1979, a la
caída de la dictadura de Anastasio Somoza; durante décadas
fue interlocutor y correa de transmisión de primer nivel entre el
presidente cubano Fidel Castro y varios mandatarios mexicanos en gestiones
que permitieron incorporar a Cuba a algunos espacios de integración
regionales. Se le atribuye también, a principios de los ochenta,
haber sentado las bases para la actual estructura de la cancillería
en la protección de mexicanos en el extranjero.
Fracaso de la Doctrina Iruegas
Cuando
tuvo responsabilidades en política interna, el papel de Iruegas
fue controvertido. Durante 1995, a inicios del sexenio de Ernesto Zedillo,
fue miembro de la representación gubernamental en el diálogo
con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Aun antes
de que se estableciera la mesa de San Andrés Larráinzar fueron
evidentes las fricciones entre este delegado y el intermediario, Samuel
Ruiz, antiguo obispo de San Cristóbal de las Casas.
En lo que sus críticos consideran que fue una incapacidad
para entender la naturaleza y alcances de la representación social
del zapatismo, el diplomático insistió en limitar el reconocimiento
de la legitimidad de los insurgentes al tamaño de su fuerza militar.
Otros analistas cuestionan su visión de la cuestión indígena,
limitada a la integración de los pueblos indios a la nación
mestiza.
El funcionario dejó la delegación gubernamental
en diciembre de 1995, aunque su visión -que se conoció como
la Doctrina Iruegas, entendida como la intención de minimizar
a la fuerza rebelde- perduró a lo largo del sexenio y al final llevó
al fracaso la negociación.
No fue un político típico del foxismo. Durante
los dos truculentos años de Jorge G. Castañeda al frente
a la cancillería, su subsecretario tuvo que entrar con frecuencia
a enderezar los entuertos de su jefe, en particular con los "pleitos" que
provocaba el ex canciller con La Habana.
Fue él quien en la primavera del año pasado,
después de que Castañeda azuzara con declaraciones equívocas
hechas en Miami la estampida de presuntos emigrantes hacia la embajada
de México en La Habana, operó en el conflicto y resolvió
con las autoridades cubanas el desalojo de la misión. Poco tiempo
después la relación bilateral se tensó casi al umbral
de la ruptura por el incidente de la cumbre de Monterrey, el "comes y te
vas" del presidente Fox. Nuevamente fue Iruegas quien institucionalmente
logró que la relación retornara a la normalidad.
El privilegiado nivel de interlocución del diplomático
con Cuba data de sus primeros años en el servicio exterior, cuando
fue canciller B en la embajada mexicana en ese país de 1966 a 1968.
Durante esos primeros años de la revolución,
Iruegas contribuyó a la denuncia de los hechos de corrupción
en los que había incurrido el embajador general Pámenes Escobedo
y años después también intervino para descubrir la
trama del agente de la CIA Carrillo Colón, infiltrado en la misión
mexicana.
Centroamérica, la pacificación
En 1978, cuando México retiró a su embajador
en Nicaragua en protesta por la brutalidad del régimen somocista,
Iruegas quedó como encargado de negocios en Managua, en un periodo
en que ofreció asilo masivo a cientos de sandinistas, hasta que
finalmente se produjo la ruptura de relaciones, pocos días antes
del triunfo revolucionario. Varios de los asilados, como Sergio Ramírez
y Joaquín Cuadra, regresaron a Managua a la toma del poder.
A mediados de 1980, a raíz del asesinato del periodista
chihuahuense Ignacio Rodríguez Terrazas en San Salvador, México
retira nuevamente a su embajador e Iruegas permanece como encargado de
negocio, dando asilo a revolucionarios y contribuyó a la denuncia
de los crímenes de guerra que cometía el ejército
local, hasta que, con una importante contribución suya, se emitió
la Declaración Franco Mexicana, que sienta precedente al reconocer
el nivel de interlocución internacional, como fuerza combatiente,
del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN).
En ese periodo gestiona también el encuentro entre
Fidel Castro y el entonces presidente José López Portillo
en un yate en las costas de Cozumel, en vísperas de la Cumbre Norte-Sur,
en la que Estados Unidos vetó la presencia cubana. Eran estos los
años dorados de la política exterior mexicana, con Jorge
Castañeda de la Rosa.
A mediados de los ochenta, con Miguel de la Madrid en
la Presidencia, México continuó reforzando acciones diplomáticas
en Centroamérica para contener las acciones de intervención
de Estados Unidos, pero en un marco que le permitiera compartir la responsabilidad
con otras naciones latinoamericanas. Iruegas ya no participó directamente
en el proceso.
Con la llegada de Carlos Salinas, el ahora ex subsecretario
fue llamado nuevamente al teatro de las gestiones clave de la política
exterior. Como organizador de la primera cumbre iberoamericana que se celebró
en Guadalajara en 1990, logró que Castro estuviera presente en un
espacio de jefes de Estado de América Latina sin Estados Unidos.
Con los años, esta instancia se ha desgastado para dejar su lugar
a la Cumbre de las Américas, controlada por Estados Unidos, en la
que Cuba es, nuevamente, aislada y hostigada.
Como director general para América Latina, Iruegas
retomó la conducción del papel de anfitrión de las
negociaciones de paz de El Salvador y Guatemala (que culminan en México
en 1992 y 1996, respectivamente) y propició también encuentros
entre el gobierno colombiano y las fuerzas guerrilleras de ese país.
A pesar de que son años de fuertes jaloneos entre
el canciller Fernando Solana y el asesor presidencial Joseph Córdova,
Iruegas operó políticamente en esos procesos latinoamericanos.
Temporadas en la "congeladora"
El ahora ex subsecretario no siempre fue un funcionario
cómodo para sus superiores y hubo etapas en las que fue enviado
"a la congeladora", a embajadas que lo alejaron del área latinoamericana,
que, como dicen sus más cercanos colaboradores, "es su vocación".
Uno de esos momentos fue cuando, en pleno proceso de pacificación
en Guatemala, la entonces subsecretaria Rosario Green quiso expulsar de
México a la comandancia de la URNG. Iruegas se opuso y logró
impedirlo, pero fue enviado como cónsul a San Diego.
Regresó a la cancillería llamado por el
titular, Manuel Tello, quien lo nombró oficial mayor en los últimos
meses del salinismo. Después de su polémico papel en la negociación
del conflicto en Chiapas pasó otra etapa gélida en Noruega.
No regresó al centro de la acción diplomática
sino hasta la llegada de Jorge G. Castañeda. En ese cargo, quizá
para marcar distancia con la gestión foxista, Iruegas se permitió
un pequeño gesto individual.
En pleno escándalo por la película El
crimen del padre Amaro, su oficina organizó una exhibición
privada del filme, días antes de su estreno, para el cuerpo diplomático
acreditado en México. Ni siquiera el nuncio apostólico pudo
protestar. Ayer fue el último día de trabajo del subsecretario
Iruegas en Tlatelolco.