Leonardo García Tsao
Otro tipo de resurrección
Por alguna rara coincidencia, la influencia del gran cineasta
ruso Andrei Tarkovski ha sido evocada en varias películas recientes.
El mexicano Carlos Reygadas ha afirmado cómo la visión de
su cine fue definitiva en su decisión de volverse realizador, factor
quizá demasiado evidente en Japón, su ópera
prima. Mientras que las recreaciones visuales de Recuerdos, el documental
recién premiado en Guadalajara de la también mexicana Marcela
Arteaga, remite a una imaginería que sólo podría calificarse
de tarkovskiana.
Sin
embargo, nadie había intentado lo impensable: un remake de
una de sus obras. Quien se ha lanzado a esa apuesta bastante descabellada
es el estadunidense Steven Soderbergh, cuya muy heterogénea filmografía
no anticipaba algo tan riesgoso. En realidad, su Solaris se presenta
como otra versión de la novela homónima del polaco Stanislaw
Lem. Pero el planteamiento es en esencia el mismo: el astrosicólogo
Chris Kelvin (George Clooney) viaja a la estación espacial Prometeo,
localizada frente al planeta epónimo, para investigar una situación
crítica: su amigo Gebarian (Ulrich Tukur) se ha suicidado. Los astronautas
sobrevivientes son el incoherente Snow (Jeremy Davies) y la doctora Gordon
(Viola Davis), quien ha preferido mantenerse aislada. Kelvin es trastornado
por la visita de Rheya (Natascha McElhone), su esposa muerta por su propia
mano. Según se revela, los llamados visitantes son la materialización
de los deseos y recuerdos de los tripulantes, debida al influjo de Solaris.
Así, aunque Kelvin se deshace de la primera aparición de
Rheya, intentará reanudar su amor con la siguiente encarnación.
La nueva versión tiene el mérito de conservar
la ambigüedad. Quien no haya leído la novela de Lem, o visto
la obra de Tarkovski, enfrentará una posible confusión sobre
su significado (en la función que me tocó, una pareja salió
del cine expresando en voz alta no haber entendido nada). El Solaris
de Soderbergh no cede a la explicación fácil ni mucho
menos a la degradación hollywoodense (las réplicas no resultan
ser monstruos extraterrestres dispuestos a conquistar la Tierra, digamos).
Si hay un tema recurrente en la obra de este director es el intento del
protagonista por recuperar a un ser querido. Y esa es la médula
de su adaptación.
A diferencia de Tarkovski, Soderbergh se concentra en
la conflictiva relación entre Kelvin y su esposa, su consecuente
suicidio y la culpa que ha generado en él. En un ambiente dominado
por las sombras y la lluvia (¿será la misma Los Angeles de
Blade Runner?), el amor de los Kelvin parece condenado por su mismo
origen terrenal. En el ambiente estéril de la lóbrega estación
espacial -más en deuda con el diseño de la nave de Alien
que con el modelo de Tarkovski- la oportunidad de revivir ese amor de forma
vicaria le ofrece a Kelvin su única alternativa de redención.
Bajo una resolución visual claustrofóbica y los acordes melancólicos
de Cliff Martínez, la propuesta es en principio atractiva.
Por desgracia, Soderbergh se ha dejado intimidar por la
dimensión del proyecto -el estar a la sombra de Tarkovski, sobre
todo- y aborda esos temas demasiado consciente de su trascendencia. Esa
solemnidad le ha hecho perder su sentido lúdico, una de sus mejores
cualidades. Si su anterior Full frontal (aún no exhibida
en México) fue criticada con razón por pretensiosa y autocomplaciente,
hay en ella una vitalidad en el juego de realidades, un gusto por el artificio
cinematográfico que no se encuentra en Solaris.
Como es imposible sustraerse de la comparación,
Soderbergh no se salva de la objeción de haber disminuido el asunto.
Fiel a sus preocupaciones, Tarkovski conseguía con el mismo texto
una meditación de alcances filosóficos y religiosos sobre
la existencia humana que, a la vez, registraba una honda resonancia emocional.
Fría y distante, la versión hollywoodense -más breve
que la rusa en más de una hora de duración- se siente finalmente
como una versión del Selecciones del Reader's Digest, concebida
como para ahorrarle al gringo promedio el esfuerzo de soplarse la
original.
¿Qué sigue? ¿Un remake de
Stalker a cargo de los hermanos Wachowski?
SOLARIS
D: Steven Soderbergh/ G: Steven Soderbergh, basado
en la novela de Stanislaw Lem/ F. en C: Peter Andrews (seudónimo
de Soderbergh)/ M: Cliff Martínez/ Ed: Mary Ann Bernard (otro seudónimo
de Soderbergh)/ I: George Clooney, Natascha McElhone, Jeremy Davies, Viola
Davis, Ulrich Tukur/ P: Lightstorm Entertainment para 20th Century Fox.
EU, 2002