México D.F. Domingo 22 de junio de 2003
Rafael Argullol, autor de Una educación
sensorial, historia personal del desnudo...
El erotismo de hoy es igual al de hace milenios; sólo
cambian las máscaras
La pornografía tiene tiempo rápido y espacio
fragmentario; es consumismo inmediato
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
El erotismo en el siglo XXI es el mismo que hace miles
de años, lo que cambia son las máscaras, expresa el escritor
y filósofo barcelonés Rafael Argullol, autor de Una educación
sensorial, historia personal del desnudo femenino en la pintura, que
obtuvo el primer Premio de Ensayo Casa de América-Fondo de Cultura
Económica.
En este libro se presenta el primer encuentro de un adolescente,
el autor mismo, con el cuerpo femenino en un sentido erótico y estético
gracias a los tres tomos de Historia del arte de Josep Pijoan (1880-1963),
teniendo a la España franquista como telón de fondo.
Con
una sonrisa, Argullol reconoce en entrevista que a los 13 años esos
tres volúmenes de la biblioteca de su abuelo "eran como mi revista
Playboy. Para el adulto que soy ahora es una revista Playboy
que me introduce a Rubens, Tiziano, Giorgione, Botticelli y Rafael. Tuvo
el valor de juntar el aprendizaje de dos experiencias: la erótica
y la estética, que posiblemente surgieron juntas, porque ambas requieren
mecanismos bastante similares de descubrimiento, de lentitud, de diversificación
sensorial y me alegro que se haya producido por medio de Tiziano y no de
una conejita. Pero reconozco que en su momento era lo que estaba
a la mano".
Así, la moral exacerbada que impuso el gobierno
de Franco entre 1938 y 1975 ofreció a ese adolescente un nuevo camino
de descubrimiento. La cuestión decisiva "no es que sea Playboy,
Penthouse o el cine tres equis, porque evidentemente las imágenes
del desnudo femenino causan una atracción insuperable en el hombre.
El problema es cuando se sustituye eso por la pesadez sensorial de la imagen
como pura utilización autodegradable, que no deja nada.
"Lo que resulta irritante del mundo del consumo actual
es que es amnésico. Que se va consumiendo con cada presente sin
que quede nada. Vivimos rodeados de una especie de mäelstrom,
de remolino, de miles de millones de objetos; todos ellos volando a nuestro
alrededor sin que ninguno vaya a ser en el futuro portador de memoria."
De ese adolescente que revisaba cada detalle de los desnudos
femeninos pintados por los grandes maestros ya no queda nada "pero sí
queda mucho de los pensamientos y arquetipos que se formaron entonces".
Partidario de la unidad deseo-conocimiento
Es evidente, agrega el también profesor de estética
y teoría de las artes, que hay un predominio de la pornografía
sobre el erotismo. "En este libro defiendo una clara distinción
entre los dos campos mediante tres coordenadas: la pornografía tiene
un tiempo rápido frente al tiempo lento del erotismo; la pornografía
tiene un espacio fragmentario frente a la aspiración a la unidad
y a la totalidad del erotismo, y, finalmente, la pornografía es
el consumismo inmediato frente al talante aventurero y de descubrimiento
del erotismo".
El erotismo entonces no es una reflexión, "es deseo.
Un deseo que se enriquece y se compatibiliza con la contemplación,
es un deseo que quiere ser conocimiento en la medida que el conocimiento
puede ser una fuente de nuevo deseo. Pero vivimos en un mundo en el que
quiere separarse el deseo del conocimiento. Yo soy partidario de la unidad
de los dos temas", subraya el autor de novelas como La razón
del mal y Desciende río invisible, de los poemarios El
cazador de instantes y Disturbios del conocimiento, así
como de libros de ensayos El cuatroccento y El territorio del
nómada, entre otros.
Ahora, ya entrados en el siglo XXI, el erotismo es tema
central de la literatura,
el cine y la fotografía, ya que la pintura ha
perdido su lugar como principal muestrario. Sin embargo, "el erotismo es
lo mismo que 200 siglos atrás. Lo que cambian son las máscaras.
En el fondo la proximidad de ese adolescente que se cita en el libro con
uno mesopotámico de hace 3 mil años o uno romano de hace
2 mil es mucho más cercana que la que pudiera tener con un adulto,
porque en cada uno de los adolescentes se plantea algo único, que
es el cambio brusco del cuerpo y eso le introduce en un universo de zozobras,
de miedos y de esperanzas. El deseo que nos despierta una mujer se parece
mucho al que pueda tener ahora que el que pudiera tener alguien de hace
2 mil años. Sólo cambian las máscaras".
Argullol, poeta, novelista y ensayista, se manifiesta
en favor de la supresión de las fronteras que dividen los géneros
periodísticos y pugna por lo que llama escritura transversal.
Así, Una educación sensorial... flota entre el ensayo,
la novela, la autobiografía y el libro de historia del arte. "No
creo mucho en la diferenciación rígida de los géneros
literarios. Me gusta la imagen de la literatura como un archipiélago
en el que hay distintas islas expresivas a través del estado del
ánimo del escritor, de la depuración del lenguaje, etcétera,
y todas ellas están muy comunicadas".
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