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México D.F. Domingo 29 de junio de 2003
Laura Alicia Garza Galindo
Lula: nueva estrella refulgente
Sí, una nueva y brillante estrella deslumbra desde el firmamento internacional: Luiz Inacio Lula da Silva, presidente de Brasil. Era previsible que así sucediera. Lula transitó del más apasionado liderazgo obrero, preocupado por la penuria y pobreza de su pueblo, que él mismo padecía, a la lucha por el cambio, tanto de la redistribución de la riqueza como de las reglas de uno de los juegos más difíciles: la real politik -esa que sólo se logra con talento y perseverancia-, hasta alcanzar la más alta investidura, en un régimen presidencialista adverso a su proyecto, sin olvidar que hace sólo 14 años se reiniciaron las elecciones directas. Sin embargo, el mundo avanzó en el proceso democrático, incluyendo a Brasil.
Lula vivió una guerra sin cuartel, que duró los mismos 14 años, un largo proceso de aprendizaje y cuatro campañas electorales, sin contar las luchas en la espera, con el doble reto de mantenerse vigente en su partido, el del Trabajo, y en el ánimo de su pueblo, ése, el que sabía que no era ningún improvisado y que con agallas buscó llevarlo al más alto rango de la toma de decisiones públicas que en esencia son, deben ser, únicamente competencia de él y de su pueblo.
Da Silva asustaba dentro y fuera de Brasil. El mundo, regido en su mayoría por la derecha y los intereses trasnacionales y financieros, rechazaba su ideología y perfil de centroizquierda. Se le tenía pavor por su discurso escandalosamente populista y contrario a la globalización. Sus derrotas fueron cada vez más dolorosas, pues conforme avanzaba, se le atajaba con drásticas caídas en la bolsa, devaluación del cruzeiro o el derrumbe de las cifras macro. Sin embargo, al parejo de las golpizas, Lula fue aprendiendo: con habilidad tejía alianzas y matizaba su discurso, adquiriendo tal grado de sofisticación que tranquilizó a los mercados internacionales, siempre angustiados por la inmensa deuda externa de Brasil, al tiempo que mantuvo la esperanza y vigor de sus seguidores. Juego difícil, hasta ahora logrado.
Y así, él, el populista; él, el rebelde, sordo e inmanejable Lula se alió con el capital brasileño -recordemos que su fórmula a la vicepresidencia es un exitoso empresario-, y luego, en una obligada segunda vuelta electoral, se puso de acuerdo con sus contrarios, y ganó šAl fin ganó!, llegando al poder plenamente legitimado. Obtuvo nada menos que 61.3 por ciento de sufragios.
Hoy, su discurso ha cambiado dando muestras de seriedad y mesura. Aprovechó los meses de transición a la toma del poder para diseñar su plan de gobierno y abatir desconfianzas, pero sin traicionar a los suyos. Veamos los contrastes: a la par que sostiene su programa de cero tolerancia al hambre, la que sólo se mitiga con empleo, salarios y firmeza en la moneda, su proyecto y actitud no han generado rupturas, y sí conquistan al mundo. Su discurso es brisa fresca en el mundo mercantilizado, donde los humanos nos convertimos en cifras. Lula sabe que si mantiene sus compromisos en condiciones reales de cumplirse o restructuraciones oportunas de la deuda, sin moratorias que alarmen, genera un clima mundial de confianza que otros no han sabido generar
Algunos botones de muestra: el 21 de junio, Bush y Lula se reunieron en Washington en una minicumbre exploratoria. Comprometieron acuerdos concretos y factibles, en una relación respetuosa y digna, que ambos saben, deben construir. No por nada, Estados Unidos, la primera economía, reconoce a Brasil como la octava potencia mundial y la primera de América Latina. Otro: en Estrasburgo, Francia, donde asistió como observador permanente -en razón del tratado comercial firmado con la Unión Europea- a la tercera reunión anual de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, en los pasillos corrió la pregunta de cuánto tiempo tardarán la Unión Europea y Brasil en firmar un tratado comercial y en que los parlamentarios brasileños sean invitados, "como nosotros", al consejo citado. Y otro botón: fue invitado, como el presidente Fox, a la cumbre de Los 7: los grandes. Como a cualquiera, a Lula se le ha concedido una tregua para demostrar, en los hechos, que es factible enderezar el rumbo del país, atraer inversiones externas y estimular las internas. Ya inició alianzas con sus homólogos del Cono Sur para generar un gran mercado atractivo y competitivo. ƑSe convertirá en el líder de su región? Sí, es muy probable.
En efecto, Lula es hoy, con razón, la estrella más refulgente en el escenario internacional, porque con prudencia, no exenta de pasión, sobre todo con inteligencia y escuchando, estudiando, tejiendo alianzas lógicas, concediendo, sin claudicar en su postura esencial, ha transformado su imagen y conducta radical y presuntamente anárquica, en la de un personaje de talla internacional, confiable, mesurado y atento a la evolución de su pueblo, pero también de los mercados. Hasta para identificar y ofertar lo que es viable es condición el compromiso con los suyos y saber venderlo bien. Sé que conservaré la esperanza de que ese Lula de hoy y de ayer sea el que mañana cumpla sus compromisos: primero su pueblo, después su pueblo, y al final su pueblo. Con valentía y teniendo claro el objetivo, eso es posible. Y, por supuesto, generando resultados con oportunidad, que eso es pasar la prueba plena. Junto al Lula de hoy, muchos de nosotros en verdad creemos que la lucha contra el hambre, el desempleo, la enfermedad, la ignorancia y, en suma, la indignidad en la vida de las familias, debe ser, en serio, la lucha principal de los gobernantes. Ojalá no claudique, es la esperanza de su pueblo y de quienes lo observamos confiando en que con coherencia, en vez de pronunciamientos fantásticos, sí se puede.
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