México D.F. Domingo 29 de junio de 2003
MAR DE HISTORIAS
Señores de la casa
Cristina Pacheco
Viernes, seis de la tarde.
JULIAN no logra concentrarse en el documental televisado
sobre cruceros por el Caribe. Lo distraen los gritos de los niños
que juegan en el patio y el tictac del reloj. Si no fuera porque se lo
heredó su padre, hace tiempo que lo habría vendido. La música
con que marca las horas lo irrita, en especial si está esperando
a su esposa CLARA.
Clara trabaja desde hace ocho años en una fábrica
de batas y overoles. El jefe de personal le advirtió que cuando
tuvieran pedidos especiales, el horario excedería las ocho horas
reglamentarias. Clara habló con su marido de esta exigencia y él,
recién desempleado, la aceptó. Sin embargo, desde que los
turnos extraordinarios se volvieron más frecuentes, Julián
tiene sospechas inconfesadas. Las manifiesta con explosiones de agresividad.
Seis veinticinco
Clara entra en la casa. Su cabello y sus ropas están
húmedos.
CLARA: (Sorprendida). ¡Qué bueno que te encuentro!
Temí que te hubieras ido.
JULIAN: ¿Adónde?
CLARA: Es viernes. Me dijiste que irías a ver a
tu hermano.
JULIAN: Era mi plan, pero como no llegabas no quise dejar
solos a los niños.
CLARA: (mira por la ventana el patio comunal). Andan felices,
jugando. Los saludé y creo que ni me oyeron.
JULIAN: (Observa a Clara): Estás empapada.
CLARA: ¿Aquí no llovió? (Se frota
la cara). En Vallejo cayó un aguacerazo tremendo. También
por eso me tardé: no podíamos salir de la fábrica.
JULIAN: Si te esperaste a que dejara de llover, ¿por
qué vienes mojada?
CLARA: Cuando bajó un poquito la lluvia pensé:
"esto quién sabe cuánto vaya a durar, mejor me arriesgo y
me voy". (Entra en la cocina). ¡Qué horror: no tengo aceite!
JULIAN: Te lo dije en la mañana. ¿No pasaste
al súper?
CLARA: Quería llegar pronto a la casa.
JULIAN: Ni tanto: son más de las seis.
CLARA: Tuvimos que acabar un pedido muy grande.
JULIAN: ¿Te pagarán el tiempo?
CLARA: Ya sabes que en la fábrica nunca nos dan
un quinto por las horas extra.
JULIAN: Porque ustedes son muy estúpidas y no saben
reclamar sus derechos. (Orgulloso). Nosotros en la procesadora lo hicimos...
CLARA: Y perdieron el trabajo.
JULIAN: Pero al menos nadie nos puso la pata encima. A
ustedes las explotan vilmente. ¿No se dan cuenta?
CLARA: Desde luego, pero ¿qué podemos hacer?
Acuérdate de lo que le dijo a Marvilia el señor Maldonado
cuando ella le reclamó el reparto de utilidades: "Aquí no
damos, y si no estás de acuerdo ¡vete! Hay muchas mujeres
que darían cualquier cosa por ocupar tu puesto, y hasta cobrando
la mitad". (Toma el suéter colgado en el respaldo de una silla).
Pinche Maldonado: cuando se dé cuenta de que Marvilia está
embarazada la va a correr. Pásame mi bolsa.
JULIAN: ¿Para qué?
CLARA: Voy a la tienda por el aceite.
JULIAN: ¡Te encanta regalar el dinero! Sabes que
en la esquina todo lo dan más caro. ¿Por qué mejor
no vamos al súper? Así aprovecho para caminar, no he salido
en todo el día.
CLARA: ¿Y los niños?
JULIAN: (Mira por la ventana). Siguen jugando. No les
digas que vamos al súper porque si los llevamos se les antojará
todo.
Siete y diez
En el supermercado Julián empuja el carrito y se
encamina hacia el sector de carnes.
CLARA: Eso al final. Primero tengo que ir por las verduras.
JULIAN: (Frente a un exhibidor). Mira: hay calabazas.
Llévate una y me la haces en dulce.
CLARA: (Palpa una calabaza). ¿No ves que todavía
no está madura? Tardará años en cocerse y con lo caro
que está el gas...
JULIAN: Ni hablar. (Se detiene entusiasmado). Se me antojaron
unos higos.
CLARA: (Toma una canastilla con la fruta y lee la etiqueta).
¡Carísimos! Mejor llevo naranjas para que las comamos en gajitos.
JULIAN: Son muy ácidas y te arde la panza.
CLARA: (Toma el carro y lo empuja). ¡Qué
delicado! (Ve detenerse a Julián frente a los vinos). No lleves
tequila: queda más de media botella en la casa.
JULIAN: Ya lo sé, sólo quería sangrita.
CLARA: (Le arrebata a Julián la botella). ¿Sabes
que esto es jugo de tomate, chile y limón? Con lo que cuesta, puedo
prepararte un litro:
JULIAN: La de la Viuda es muy sabrosa.
CLARA: ¡Qué bobo eres! ¿Cómo
va a saber igual una bebida preparada en casa que otra que lleva conservadores?
(Chasquea los dedos). No se nos vaya a olvidar el aceite.
JULIAN: Tampoco hay mermelada.
CLARA: Mejor compramos mantequilla de cacahuate. Para
los niños es muy nutritiva.
JULIAN: ¿Quién lo dice?
CLARA: Lo leí en una revista que me enseñó
Mara.
JULIAN: Por eso nunca terminan el trabajo a tiempo. (Se
aleja para evitar reclamaciones). ¿Por qué no llevamos cecina
y me haces unos taquitos para cenar?
CLARA: Es muy pesada en la noche y después no duermes.
JULIAN: Llévala de una vez y la comemos el domingo.
CLARA: Para entonces ya estará vieja. La carne
y el pescado tienen que ser del día.
JULIAN: Todo el mundo sabe que en el súper la comida
se refrigera semanas enteras.
CLARA: Sí, pero aquí tienen buenos refrigeradores,
no como el nuestro.
JULIAN: Funciona.
CLARA: Hace escarcha, que es muy distinto.
JULIAN: Enfría. Es lo importante, ¿no?
CLARA: (Le da a Julián un golpecito en el hombro).
Ay mi amor, deja de preguntar. Pareces niño en la edad de los porqués:
quieres saberlo todo.
JULIAN: ¿Y qué tiene de malo? (Toma un paquetito
de charales y lo desliza entre las demás compras). A lo mejor un
día tienen tanta chamba en la fábrica que no llegas a la
casa en una semana. En ese caso tendré que ocuparme también
del súper.
CLARA: No sé qué quieres decirme, pero me
sonó a mala leche.
JULIAN: Hablando de tutifruti, ¿compramos de una
vez dos litros de helado?
CLARA: Mejor uno, para que no pesen tanto las bolsas:
estoy muerta. (Revisa sus compras). Creo que es todo. ¿Nos vamos?
JULIAN: (Rumbo a la caja). ¿Pagas con tarjeta o
en efectivo?
CLARA: Es igual, de todas formas me cobran.
Después de pagar, Julián y Clara se reparten
las bolsas y se dirigen a su casa. Apenas entran, se oye un grito:
CLARA: ¡Hijole: se me olvidó el aceite!
JULIAN: Pues ve a las tienda de la esquina y compra un
litro.
CLARA: Hace rato me dijiste que allí venden más
caro y por eso se te ocurrió que fuéramos al súper.
JULIAN: Ah, pero es que también tenía antojo
de charales. (Mete la mano en una bolsa y saca el paquetito). ¿Hay
limón? Con un tequilita me van a saber a gloria.
|