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México D.F. Martes 8 de julio de 2003
LOS PROXIMOS TRES AÑOS
Una
vez consolidados los resultados de las elecciones federales realizadas
el domingo pasado es posible confirmar la severa derrota del gobernante
Partido Acción Nacional, el cual pierde medio centenar de asientos
en la Cámara de Diputados; el repunte del Revolucionario Institucional
-que aumenta su bancada en 15 o 20 legisladores- y del Partido de la Revolución
Democrática; debe destacarse también el triunfo arrollador
obtenido por este último en la capital de la República, la
reconquista de Nuevo León por el tricolor y su derrota frente al
blanquiazul en San Luis Potosí. Adicionalmente, el electorado decidió
prescindir de cinco pequeños partidos -México Posible, Alianza
Social, Liberal Mexicano, Fuerza Ciudadana y Sociedad Nacionalista- que
no lograron constituirse en alternativas políticas claras a ojos
de la ciudadanía y no pudieron superar la barrera de 2 por ciento
de los sufragios para conservar sus respectivos registros.
En lo inmediato, es urgente que partidos, instancias de
gobierno y organismos electorales recuperen a los seis de cada diez electores
que el domingo consideraron innecesaria la emisión de un voto y
que expresaron, de esa forma, su hartazgo ante la insustancialidad y la
frivolidad del conjunto de los actores políticos.
Por lo que hace a la perspectiva de los próximos
tres años, es importante considerar que, con todo y los avances
y retrocesos registrados por las tres principales fuerzas partidistas del
país, la composición legislativa que configuran las elecciones
de anteayer mantendrá en lo fundamental un Congreso sin mayoría,
como ocurrió en la primera mitad del presente sexenio. De diciembre
de 2000 a la fecha, ni el gobierno federal ni las dirigencias partidistas
fueron capaces de concretar en una agenda las transformaciones requeridas
por la nación; el Poder Legislativo ha actuado como contrapeso del
Ejecutivo, pero también como un severo obstáculo para los
avances nacionales.
Ejemplos de lo primero -el contrapeso- han sido la resistencia
de la pasada legislatura a acceder a la privatización de la industria
eléctrica y del sector energético en general que pretendía
el gobierno; representativo de lo segundo -el obstáculo- fue la
vergonzosa deformación que experimentó en ambas cámaras
la iniciativa de ley de derechos y cultura indígena en los albores
del periodo foxista.
Una condición necesaria para que los principales
institutos políticos puedan negociar una agenda plausible de reformas
es que recuperen sus respectivas identidades ideológicas, que pongan
sobre la mesa y ante la sociedad sus plataformas, programas y principios.
Es un hecho reconocido que los tres partidos mayoritarios -por no hablar
de los otros- se han desdibujado gravemente de 2000 a la fecha, no sólo
por el desconcierto que causó en sus dirigencias la derrota del
PRI en julio de ese año, sino también por los reacomodos
a que ha dado lugar el nuevo escenario. Por ello, y en aras de propiciar
la gobernabilidad y dar fluidez a la vida pública, es necesario
que Acción Nacional, el Revolucionario Institucional y el Partido
de la Revolución Democrática definan con claridad sus propuestas
en los ámbitos político, económico, social, agrario,
laboral y de relaciones exteriores, entre otros; los puntos en los cuales
pueden ceder y lo que consideran irrenunciable.
En caso contrario, si partidos y candidatos persisten
en su incapacidad para ofrecer algo más que gestos amables, colores
atractivos y frases ingeniosas, los comicios federales de 2006 serán,
en el menos malo de los casos, una repetición magnificada de desmotivación
y desencanto ciudadano.
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