México D.F. Lunes 18 de agosto de 2003
Mojados mexicanos narran la odisea que enfrentan al tratar de cruzar a EU
"Lo estábamos logrando, casi llegábamos a San Diego cuando la migra nos agarró"
VICTOR BALLINAS ENVIADO
Tijuana, BC, 17 de agosto. José Guadalupe León, joven chiapaneco de 17 años que el pasado jueves cruzó la frontera hacia Estados Unidos junto con un grupo de indocumentados de origen centroamericano, narra su odisea: "sentía que el corazón se me salía cuando pasamos el puente. Lo estábamos logrando. Ya casi llegábamos a San Diego, cuando la migra (Patrulla Fronteriza) nos agarró".
José Guadalupe añade: "no lo creía. Pasamos sin problema. Me puse nervioso y le decía al pollero šapúrese, apúrese que nos va a agarrar! Y él me respondía 'tranquilo, lo tengo todo bajo control'. De pronto pasó lo que temía, salió la migra no sé de dónde y ahí se acabó todo. Nos faltaban 10 minutos para llegar a San Diego". El sueño se desvaneció en segundos.
El migrante mexicano relata: "el pollero era un estadunidense que mi tío contrató para que me llevara con él. Yo llegué a Tijuana y busqué el lugar donde me tenía que reunir. Hice contacto con esa persona y me citó para el día siguiente. Dijo que llegara temprano".
Recuerda que el pollero les proporcionó documentos falsos. "Cuando llegué al lugar del encuentro ya estaban ahí los centroamericanos. En total éramos seis migrantes. Cuatro éramos menores de edad y dos dijeron tener 22 años. Nos subimos a la pick up y cruzamos el puente internacional."
Cuando revisaron la documentación "sentía que el corazón se me salía. No estaba yo tranquilo. Sentía que algo iba a pasar. Fue rápida la revisión y seguimos adelante. Pero no estaba tranquilo".
El chiapaneco, preguntó al estadunidense "Ƒcuánto nos falta para llegar a San Diego?" La respuesta fue: "aproximadamente 10 minutos".
Trabajar en Estados Unidos y ganar dólares es la idea de José Guadalupe. "Allá en Chiapas no hay trabajo. Yo era ayudante de albañil, trabajaba de 6 de la mañana a 5 de la tarde. Me pagaban 350 pesos a la semana. No me alcanza. Yo quiero juntar dinero, porque me quiero casar y hacer mi casa.
"Tengo conocidos que uno ve que mandan dinero a sus casas. Otros están construyendo. Yo le dije a mi tío que me quería ir con él, y me comentó que sí. Contrató al pollero y me dio dinero para el viaje.
"Hice tres días de camino de Tuxtla Gutiérrez a Tijuana. Me gasté 2 mil 800 pesos en camiones, más la comida. Dormí en las terminales de autobúses y en el camión. Yo traje ropa y unos discos compactos que me regaló mi tío."
José Guadalupe añade que el pollero lo iba a llevar a San Diego y de ahí su tío lo recogería para llevarlo a Carolina del Norte. Allá es donde vive y trabaja su pariente.
"Ya casi"
Entrevistado en Casa YMCA, el indocumentado mexicano cuenta: "en segundos se acabó todo. Ya casi lo lográbamos. Ni modo, así pasa. Voy a regresarme a Chiapas, a buscar a mis abuelos y esperar a que mi tío mande por mí".
Comenta que va a volver a Estados Unidos. "Pero voy a arreglar mis papeles, quiero llevar todo en regla, ya no quiero pasar otra experiencia igual."
De acuerdo con el reporte de Casa YMCA, de enero a julio de este año han sido deportados mil 499 menores; en promedio 220 al mes.
Braulio Chávez, responsable de la casa, explica: "nos avisan de Migración cuando deportan a menores, y nosotros vamos por ellos a la garita. Los traemos a la casa albergue y aquí nos ponemos en contacto con sus familiares. Los buscamos por teléfono, por Internet, por correo, enviamos cartas o telegramas".
Chávez, quien junto con su esposa trabaja en la casa, abunda: "una vez que llegan los menores al albergue, no los dejamos ir solos. Los entrevistamos y buscamos a sus familiares, a sus padres, tíos o abuelos. Ellos son los que nos dicen qué hacemos con los menores. A veces vienen por ellos, otras los enviamos a sus domicilios".
Los estados de donde en mayor número provienen los menores son Michoacán, Jalisco, Oaxaca, Guanajuato y Veracruz. Son niños entre 12 y 17 años.
Chávez asevera que los polleros cobran entre mil 500 y 2 mil dólares por llevar a los indocumentados de Tijuana a San Diego. A muchos los detienen en el camino y los deportan. A los centroamericanos los envían a la frontera sur del país, y a los mexicanos los sacan por el norte. No importa de dónde sea, los dejan en la línea divisoria, inclusive de madrugada.
El padre Luis Kendzierski, director de la casa albergue de los Scalabrinos, cuenta: "ya por Tijuana es imposible pensar el cruce a Estados Unidos de manera ilegal, por eso los migrantes prefieren irse por el desierto. Parece que la idea de la migra es desanimarlos a cruzar, y por eso los hacen dirigirse hacia ese lugar. Se dice que por este lado de la frontera hay mil 500 intentos de cruce ilegal".
El sacerdote agrega que "la casa es refugio para los migrantes, pero sólo por 15 días. No podemos ofrecerles más tiempo, porque no queremos fomentarles el sueño de pasar la frontera. Les decimos que busquen trabajo, que junten dinero para regresarse a sus estados o países, y que si deciden quedarse aquí en Tijuana, que ahorren para encontrar un departamento y que lo paguen entre varios".
En el albergue "no se les cobra nada, aquí se les da comida, alojamiento, tienen baño con agua caliente y servicio médico, pero se les advierte que este alojamiento es transitorio".
El religioso denuncia: "La queja más recurrente de los migrantes es la extorsión, el abuso, los robos por parte de las policías de Tijuana. Lo que ocurre es que la policía ya los identifica, sabe cómo miran, cómo caminan, cómo se mueven".
No se puede hacer mucho por el migrante si él no quiere denunciar, abunda el religioso. "Ellos generalmente tienen miedo y como no conocen, no quieren más problemas, por eso evitan presentar denuncias. Hay que hacer un trabajo fuerte con ellos, hay que convencerlos de que por su bien presenten la denuncia, pero cuesta mucho trabajo convencerlos."
Afortunadamente, resalta Kendzierski, "tenemos una abogada que nos ayuda, que da asesoría a los migrantes para que presenten sus denuncias, pero es un trabajo de convencimiento, de hacerles ver las cosas, de llevarlos y acompañarlos, porque si no va uno con ellos no los atienden, los traen de un lado para otro".
Otro migrante, que el sábado estaba afuera del albergue de los Scalabrinos, cuenta: "Soy de Jalisco. Viví siete años en Chicago, pero me deportaron. Ya van varias veces que me sacan de Estados Unidos, pero yo vuelvo, voy a volver a entrar porque necesito el trabajo. Allá gano en dólares, me alcanza para vivir y para enviarle a mis hijos, pero aquí no hay trabajo, y cuando uno consigue, no es suficiente la paga".
Se trata de Carlos Robles, un hombre de 45 años, que hace ronda en el albergue de los Scalabrinos hasta que abran la puerta. Todos los días empiezan a entrar a la casa a partir de las 15 horas, pero por regla no pueden permanecer todo el día en ese sitio.
Apenas son las 11 de la mañana y Carlos ya aguarda su lugar. Dice que apenas llegó a la casa y que se va a ir pronto, cuando logre cruzar la frontera.
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