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México D.F. Lunes 18 de agosto de 2003
José Cueli
Drama de cauce oscuro
Es el toreo un drama de cauce oscuro o luminoso. En ocasiones los toreros son secos, fríos, distantes, pero en otras su ritmo es esperanza, juego y canto. Desde siempre este drama ha sido acompañado de anécdotas, odios y envidias que hablan de silencio y vacío acelerado por los administradores de esta fiesta llamada brava, lo mismo hoy que ayer.
Cuando los toreros son secos, fríos, distantes, sin emoción, el toreo se vuelve vulgar y no hay más luna ni horizonte que el toro bravo que los aniquila. Son esos momentos en que flotan a la deriva y se van melancólicos por el vacío del redondel, ondulantes, ante el silencio de los "cabales". Más aún que en las grandes broncas.
Pero en otras ocasiones los toreros, al inspirarse, transmiten sus ganas, su emoción al tendido, y su ritmo es esperanza, juego y canto. Una media verónica cargando la suerte a la muerte, en el centro del redondel, que habla del hechizo que el culebreo del capote envuelve a la plaza.
Es el toreo un drama de cauce oscuro o luminoso en que de golpe aparece la magia, el duende de los toreros. En otras es rutinaria. Ambas apuntan a la luz y sombra del ser humano, el juego de la vida y la muerte. Y en nuestra Plaza México, mientras los "dueños" se ponen en desacuerdo, el toreo es esencia sin vida bajo la sombra festera, donde el tiempo ya es todo y no es nada.
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