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México D.F. Lunes 18 de agosto de 2003
EL BANDO DE LAS CONTRARREFORMAS
Al
presentar la agenda legislativa de Acción Nacional para los próximos
tres años, el líder nacional de ese partido, Luis Felipe
Bravo Mena, no se cuidó de disimular el sello de contrarreforma
y restauración que caracteriza al parti-do hoy gobernante, y señaló
co- mo "prioritarias" la privatización -parcial, sostiene- del sector
energético, una flexibilización de las leyes laborales, la
liquidación de la Secretaría de la Reforma Agraria y un segundo
manoseo -el anterior se perpetró en tiempos de Carlos Salinas- del
artículo 27 constitucional, que establece las modalidades de tenencia
de la tierra.
Ningún líder partidista podría, en
la presente circunstancia, dejar de mencionar los propósitos de
reactivación económica, combate a la pobreza y creación
de puestos de trabajo; Bravo Mena no fue, en ese sentido, la excepción.
Fiel a la corrección política imperante, condenó "las
tentaciones populistas" del pasado, pero se abstuvo de distanciarse de
los dogmas neoliberales y privatizadores que siguieron al populismo y de
los cuales el actual gobierno es un continuador fiel y disciplinado. ¿Y
cómo se propone Bravo Mena alcanzar sus propósitos encomiables?
Precisamente mediante la apertura del sector energético al capital
privado, la creación de regulaciones laborales más amables
para atraer inversionistas y la liquidación, o al menos el debilitamiento,
de las figuras de la comunidad y el ejido en la legislación agraria.
Los panistas en el Congreso y los panistas en la Presidencia
se aprestan, en suma, a intentar de nueva cuenta unas denominadas "reformas
estructurales" de inspiración salinista que son, en realidad, contrarreformas
inadmisibles para los sectores mayoritarios de la sociedad mexicana y que,
de ser impuestas al país por el actual grupo en el poder, provocarían
una peligrosa fractura nacional.
Los mandatos que recibieron Vicente Fox en 2000 y los
legisladores elegidos en julio pasado no son para desmantelar el artículo
123, la Ley Federal del Trabajo, el artículo 27, las leyes agrarias
o las disposiciones constitucionales en materia de electricidad y petróleo;
cabe esperar que así lo entiendan los legisladores lúcidos
y prudentes de Acción Nacional y que sean capaces de deslindarse
de los irresponsables lineamientos que proceden de la cúpula de
su partido.
En las filas del Revolucionario Institucional las fracturas
sobre estos temas son mucho más evidentes. Si bien es cierto que
la dirigencia actual del tricolor se muestra ansiosa por concretar
su respaldo a la política económica gubernamental y por restablecer
lo antes posible los hábitos de genuflexión negociada ante
la figura presidencial -aunque ésta ya no provenga de las filas
priístas-, en las fracciones legislativas del PRI -mayoritarias-
existen corrientes na- cionalistas que difícilmente comulgarán
con los empeños restauradores del panismo. Si Roberto Madrazo y
Elba Esther Gordillo porfían en uncir a sus compañeros de
partido a las estrategias privatizadoras oficiales, es posible que con
ello logren provocar en sus filas una insubordinación parecida a
la que acaba de experimentar el vociferante coordinador de los senadores
panistas.
En contraste, entre los legisladores perredistas hay un
rechazo mayoritario a la adulteración neoliberal de las disposiciones
constitucionales agrarias, laborales y energéticas. Cabe esperar,
por el bien de la nación, que los grupos parlamentarios de la Revolución
Democrática, los sectores nacionalistas del PRI y los legisladores
panistas que se atrevan a poner su conciencia de país por encima
de los lineamientos partidistas, así como senadores y diputados
de los partidos pequeños, sean capaces de frenar e impedir las contrarreformas
que se apresta a impulsar la dirigencia panista, acaso con el apoyo de
la cúpula del PRI.
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