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México D.F. Jueves 11 de septiembre de 2003
CANCUN: REPUDIO INEQUIVOCO
El
cadáver del campesino sudcoreano Lee Kyung Hae, quien ayer en Cancún
se clavó un cuchillo en el corazón para protestar por la
apertura comercial que ha causado una desgracia en el agro de su país,
representa un mal inicio para la quinta Reunión Ministerial de la
Organización Mundial de Comercio (OMC), inaugurada ayer con bombo,
platillo, vandalismo y represión en ese centro turístico
del Caribe mexicano.
Las protestas de los miles de críticos de la globalización
neoliberal en curso que se dieron cita en Cancún, con sus diversas
posturas y sus métodos contrastados -desde el nudismo de algunos
jóvenes hasta la determinación suicida del labriego coreano,
pasando por la moderación de representantes de organizaciones no
gubernamentales, que optaron por asistir a la sesión inaugural de
ministros para expresar allí su descontento-, son sólo una
pequeña e incompleta síntesis de las tragedias, los conflictos,
las injusticias y los horrores que ha generado en el mundo una liberalización
comercial concebida y aplicada para favorecer a los grandes capitales y
depredar y saquear a los sectores sociales más desfavorecidos del
planeta, independientemente de los países en que se ubiquen.
Es significativo, a este respecto, que uno de los líderes
campesinos altermundistas más destacados, José Bové,
provenga de la industrializada y rica Francia, y que el fallecido Lee Kyung
Hae fuera oriundo de la gran potencia exportadora que es Corea del Sur.
La globalización neoliberal, está visto, no sólo ahonda
las de por sí monstruosas desigualdades entre países pobres
y países ricos, sino que incrementa y multiplica los contrastes
sociales en todas las naciones.
Desde la fracasada ronda de Seattle, en 1999, que marcó
el inicio de las protestas globalicríticas, hasta el presente encuentro
de la OMC, en Cancún, se ha hecho evidente que no es en tales cónclaves
donde puede hallarse solución a los desequilibrados, criminales
y peligrosos términos de los intercambios económicos internacionales.
Los gobiernos de Estados Unidos y Europa no se dignan escuchar los reclamos
que formulan los jefes de Estado -ayer el presidente Vicente Fox pidió
a las economías industrializadas que asuman sus responsabilidades
y eliminen sus subsidios agrícolas, sus políticas compensatorias
y demás marrullerías comerciales- y mucho menos las consignas
de los activistas que, en cada uno de esos encuentros, pugnan por reglas
racionales y humanas para la globalización en curso. Cancún
no será la excepción.
Es poco realista esperar que los representantes del Sur
logren convencer allí a los del Norte de la necesidad de eliminar
sus subsidios agrícolas y de aceptar reglas más justas para
la competencia comercial. No será en las tortuosas negociaciones
entre ministros donde se revierta el desastre de la balanza comercial mundial:
los países más pobres, que concentran 40 por ciento de la
población del mundo, originan 3 por ciento del comercio internacional;
las naciones más ricas, con 14 por ciento de la población
planetaria, realizan 75 por ciento de las exportaciones.
En tanto los gobiernos de las economías atrasadas
sigan acatando las reglas impuestas por los centros mundiales del poder
político, económico y financiero -y la OMC es uno de esos
centros-, de poco servirán los alegatos oficiales a favor de la
equidad. Las negociaciones deben ir acompañadas de medidas efectivas
y concretas de protección a los sectores que están siendo
sacrificados en aras de una globalización que concentra la riqueza
y multiplica la miseria. En el caso de la agricultura es preciso retomar,
así sea parcialmente, los mecanismos que preservaban el mercado
interno de las exportaciones depredadoras y, desde esa posición,
asistir a negociaciones de apertura comercial. El ejemplo establecido anteayer
por el presidente argentino, Néstor Kirchner, en el terreno financiero,
es esclarecedor: el Fondo Monetario Internacional (FMI) depuso sus exigencias
-profundamente nocivas para la economía argentina- en cuanto Buenos
Aires anunció su decisión de no pagar un vencimiento de deuda
contraída con el organismo. Desde esa posición de firmeza,
y en cosa de 24 horas, Kirchner logró que el FMI renunciara a las
condiciones desestabilizadoras y abusivas que pretendía imponer
a la nación sudamericana, y obtuvo un acuerdo razonable y ventajoso
para Argentina.
En el caso mexicano y de otras naciones, y por lo que
hace a la agricultura, es tiempo de seguir el ejemplo, volver a la concepción
de la autosuficiencia alimentaria y denunciar instrumentos y mecanismos
como el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN),
que han arrasado el agro, desgarrado el tejido social del México
profundo y llevado dolor, miseria y desesperanza a millones de campesinos.
A partir de acciones como la referida, las negociaciones con la OMC y con
Estados Unidos y otros exportadores podrían desembocar en acuerdos
fructíferos y equitativos y en intercambios comerciales que aliviaran
la pobreza en vez de multiplicarla, como sucede hoy en día.
En tanto las autoridades de los países más
desprotegidos no se decidan a recorrer ese camino, las rondas de negociaciones
comerciales seguirán desembocando en nada, seguirán siendo
objeto de repudio mundial, un repudio tan hondo, fundamentado e inequívoco
como el que expresó ayer en Cancún el campesino coreano Lee
Kyung Hae.
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