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México D.F. Sábado 20 de septiembre de 2003
La Profepa les prohibió pescar curvina,
una de sus pocas fuentes de alimentación
Acosados en su territorio, los 300 indígenas
cucapás luchan ante la amenaza de extinción
Denunciaron que las autoridades nunca se han interesado
en comprender a sus clanes
ROSA ROJAS ENVIADA
Mexicali, BC., 19 de septiembre. Menesterosos,
poseedores de un vasto territorio desértico acechado por inversionistas
extranjeros interesados en sus yacimientos minerales, los cerca de 300
indígenas cucapás que sobreviven en el país recibirán
este 18 de octubre, en la región de la Laguna Salada, la visita
del divo Luciano Pavarotti, con cuya actuación culminarán
los festejos del centenario de la ciudad de Mexicali. Hay un jaloneo en
torno a si los indígenas recibirán algún beneficio
de las ganancias millonarias en dólares que se esperan de ese acto,
al que se estima asistirán unas 40 mil personas. De cierto, lo que
se sabe es que los cucapás serán parte de la escenografía
del concierto Pavarotti sin fronteras.
Laguna Salada se localiza a unos 20 kilómetros
de la capital bajacaliforniana. En la construcción del escenario,
compactación del terreno para estacionamientos y graderías,
instalaciones eléctricas y sanitarias, perforación de pozos
para dotar de agua subterránea a las letrinas, transporte, alojamiento
y alimentación del divo, etcétera, se invierten 1.2 millones
de dólares.
En contraste, el poblado El Mayor y otros caseríos
de los cucapás, carecen de agua potable y drenaje en una zona en
donde las temperaturas rebasan los 40 grados y sólo unos pocos poseen
aparatos de aire acondicionado. Para colmo, en aras de la preservación
ecológica, los integrantes de este pueblo indígena enfrentan
la prohibición de la Procuraduría Federal de Protección
al Ambiente (Profepa) de pescar curvina en la zona núcleo de la
Reserva del Alto Golfo de California, que era la única actividad
económica que tenían, pese a la recomendación de la
Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) en el sentido de que
sí tienen derecho a hacerlo, de acuerdo con sus costumbres y tradiciones
de los pasados 7 mil años.
"Las
autoridades nos dicen mucho que la vaquita, que la totoaba, que la curvina
están en peligro de extinción y que por eso hay veda, pero
nosotros les discutimos que también nosotros los cucapás
estamos en peligro de extinción, somos poquito más de 300,
ellos nos quitan el trabajo tradicional de los cucapás, por eso
los jóvenes se van", comentó Hilda Hurtado, comunera de la
étnia.
Lorena Rosas, responsable hasta el 31 de agosto pasado
del Programa de Indígenas y Migrantes de la Procuraduría
de Defensa de los Derechos Humanos de Baja California (PDH), informó
que nunca recibió respuesta a la petición presentada al comité
organizador del concierto de Pavarotti, de que parte de las ganancias se
destinen a apoyar a los cucapás con obras comunitarias y para que
se permita a los indígenas instalar en el lugar un stand
para exposición y venta de artesanías.
Raúl Ramírez, ex titular de la PDH, afirma
que se decidió cambiar la ubicación inicial del escenario,
para construirlo a 400 metros de los límites de las tierras cucapás
(y en terrenos del ex dirigente de la Confederación Nacional Campesina
Celestino Salcedo Monteón) a efecto de no darles nada a los indios.
Arturo Galván Alvarez, director de promoción
y difusión del Patronato Centenario de Mexicali, organizador del
acto, entrevistado vía telefónica, trató de negar
en un principio que hubiera habido intervención de la PDH en favor
de los cucapás en lo relativo a los beneficios del concierto de
Pavarotti. Cuando se le dijo que se había hablado con Rosas, mencionó
que "a la licenciada Rosas se le pidió un acercamiento" con el grupo
de Onésimo González, quien es la autoridad tradicional cucapá,
pero ella no había respondido. Rosas, en cambio, aseveró
que varias veces el presidente municipal de Mexicali y el propio Galván
dejaron plantados a los indígenas.
En una segunda llamada telefónica, Galván
informó que el pasado miércoles 17, Jorge Esma, organizador
del concierto, se reunió con las autoridades del Comisariado de
Bienes Comunales cucapá, que preside Concepción Ruiz (quien
encabeza otro grupo, contrario al de Onésimo González), y
se acordó elaborar un documento "para que no quede duda de que estamos
atendiendo a la comunidad cucapá".
El documento citado tendrá que establecer "el reconocimiento
que tanto el ayuntamiento de Mexicali y el patronato del Centenario hacen
de que la Laguna Salada fue propiedad histórica y cultural de los
cucapás", pero aclaró que el escenario no se está
construyendo en terrenos de los indígenas, sino en una zona cuyo
posesionario es Salcedo Monteón.
Aseveró que se ofrecen a los cucapás "espacios"
para que vendan o expongan sus artesanías; se les dará un
sitio en el lunetario para que asistan al concierto y que van a participar
en "un escenario alterno con algunas danzas autóctonas e inclusive
un cantante". Respecto a si la comunidad recibirá algún apoyo
monetario, Galván dijo: "obviamente, aunque es un poco difícil
establecer cantidades porque no está vendido todo el acto, primero
hay que recuperar la inversión" y además, de acuerdo con
el contrato firmado con Pavarotti, deberán entregarse algunas cantidades
a obras de caridad, como una clínica para niños con cáncer
y a la Fundación Televisa para apoyar trasplantes de córneas
a niños, así como a las tareas del DIF municipal.
Onésimo González y otros comuneros entrevistados
sobre ese asunto informaron que no tienen idea de que pudieran recibir
algún beneficio del concierto de Pavarotti. González indicó
que "una parte de la gente pedía una parte del ingreso en obras,
nosotros no opinábamos y al último lo sacaron (el concierto)
de la zona cucapá. Nosotros las tierras no las vemos como negocio,
la tierra es sagrada", comentó.
Racismo y miseria
Irais Piñón, titular de la unidad regional
norte de la Dirección General de Culturas Populares, entrevistada
en Tijuana, indicó que de los pueblos indios originarios de Baja
California quedan poco más de 2 mil personas, pues muchas han emigrado
de sus comunidades huyendo del abandono y la falta de trabajo y recursos.
Los territorios indígenas -de los cucapás, kumiai, cochimís,
kiliwas y pai pai- han sido despojados por personas económicamente
poderosas.
La antropóloga comentó que con el desvío
que los estadunidenses hicieron del curso del Río Colorado hacia
el valle Imperial y el cierre de la acequia del río Hardy, la flora
y fauna se han ido muriendo en toda esa zona, los cucapás perdieron
sus prácticas agrícolas, y desde que se declaró zona
protegida el Alto Golfo de California ya no pueden pescar.
Piñón criticó que el pasado mes de
mayo, "Xóchitl Gálvez (titular de la Comisión de Desarrollo
de los Pueblos Indios) vino a hacerles un ofrecimiento (a los cucapás),
que ellos aceptaran una indemnización y que ya no pidieran su derecho
a pescar, pero los cucapás rechazaron este ofrecimiento y la denunciaron;
no creo que el papel de ella sea venir a sobornarlos sino más bien
a resolver los problemas que tienen los pueblos indígenas", afirmó.
Comentó también que la gente del Instituto
Nacional Indigenista, en los 54 años que duró, "nunca entendió
que la organización social de los cucapás es por clanes,
que no tienen identidad comunitaria, si lo hubieran entendido habrían
diseñado programas y créditos por clanes y no comunitarios,
ese es el origen de algunos problemas de ese pueblo".
De hecho, los dos grupos principales que hay en la comunidad,
el de Onésimo González y el de la comisariada Concepción
Ruiz, se acusan mutuamente de desviación de créditos que
eran para la comunidad y que sólo repartieron entre sus allegados.
El grupo de Onésimo González denuncia al
de la comisariada de vender recursos de la comunidad, de darle derechos
comunales a gente no indígena, de querer privar de sus derechos
a una veintena de comuneros y de estar de acuerdo con la prohibición
de la Profepa, que no les permite pescar en la reserva.
En breve conversación telefónica con la
comisariada Ruiz, cuando se le comentó que se quería platicar
con ella sobre los problemas de la comunidad, contestó: "es que
el Procede ya entró a la comunidad, ya se hicieron las asambleas
y ya se tomaron las decisiones". Se le preguntó si era para parcelar
las tierras y respondió que sí.
Onésimo González, comunero de 70 años,
se explayó sobre los problemas que ha ocasionado la Profepa con
su prohibición para pescar, "con permiso o sin permiso nosotros
pescamos", dijo, pero subrayó que estos son tiempos muy difíciles
para la comunidad. Informó que 30 comuneros están en el programa
de trabajo temporal, y aunque se habían retrasado los pagos "le
estamos muy agradecidos al gobierno por eso", comentó.
Frente a la paupérrima casa de Onésimo,
viven a la intemperie desde que hace dos años se les quemó
su choza el señor Rosario García González y su esposa
Dora Angela Bobadilla. Algunas de sus pertenencias las tienen en una destartalada
camioneta. Tienen cuatro hijos que ya emigraron de la comunidad.
Rosario García comentó que Juana Aguilar,
ex comisariada que le dejó el cargo a Concepción, tiene impugnados
sus derechos como comuneros a todos los integrantes del grupo de Onésimo
González (unos 35) y en cambio dio derechos comunales a dos no indios,
como Juan Ceceña y su hijo. Aseveró que también les
quitó a él y su esposa el permiso de pesca, y como se fue
a pescar, lo agarraron los inspectores y tuvo que pedir ayuda externa para
que lo soltaran. Ahora están en el programa de empleo temporal y
estaban desesperados porque ya les debían dos quincenas.
Hilda Hurtado, también del grupo Onésimo
González, negó que haya habido asamblea comunitaria para
decidir lo del Procede. Informó que este año salieron a pescar
32 permisionarios con sus pangas, la Profepa les levantó 13 actas
-ya nomás están esperando las multas- y les decomisó
dos equipos: panga, motor y chinchorro, y siguen decomisados porque la
multa es de 21 mil 850 pesos cada uno. Este año sólo lograron
capturar 100 toneladas de curvina -contra 250 toneladas capturadas el año
pasado-, porque ya no se les permitió seguir pescando. Es decir,
sacaron en total 800 mil pesos para que 32 familias vivan todo el año.
"Estamos en muy malas condiciones, porque además no hay otro trabajo,
hace muchos años los cucapás sembraban maíz, pero
ya no". Por eso los jóvenes emigran a las ciudades y el pueblo cucapá
está en vías de extinción.
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