México D.F. Sábado 20 de septiembre de 2003
Soldado estadunidense asesina a intérprete
que viajaba con un diplomático italiano
Ante el incremento de la resistencia, EU manipula el
número de sus bajas
El ex ministro de Defensa iraquí Sultán
Hashim Ahmed se entrega a las autoridades de ocupación
ROBERT FISK ENVIADO
Bagdad, 19 de septiembre. Una cultura del silencio
ha descendido sobre las au-toridades angloestadunidenses de ocupación
en Irak. No dan cuenta de las vidas de civiles iraquíes que se pierden
cada día.
No hacen comentarios sobre el soldado estadunidense que
asesinó hoy a uno de los intérpretes al servicio de las fuerzas
ocupantes de su país, a quien le pegó un tiro delante del
diplomático italiano que es consejero oficial del nuevo Ministerio
de Cultura, y no pueden explicar cómo es posible que el general
Sultán Hashim Ahmed, ex ministro iraquí de Defensa y probable
criminal de guerra, sea descrito hoy por uno de los más altos oficiales
estadunidenses en Irak como "hombre de honor e integridad".
El jueves, en una emboscada en tres etapas que destruyó
un camión militar y un Humvee, a más de 150 kilómetros
al oeste de Bagdad, se informó de por lo menos tres soldados muertos
y dos heridos -iraquíes de la localidad aseguraron que los fallecidos
son ocho-, y sin embargo pocas horas después las autoridades de
ocupación dijeron que exactamente el mismo número de muertos
y heridos se había producido en una compleja emboscada a los estadunidenses
en Tikrit.
En el primer ataque sólo dos soldados resultaron
heridos, añadió.
Y por segundo día consecutivo hoy se cayó
el sistema de telefonía móvil operado por MCI para las fuerzas
de ocupación, con lo cual la "autoridad provisional de coalición"
quedó aislada de sus ministerios y de las fuerzas ocupantes.
Sin contacto con la realidad
Un
número cada vez mayor de pe-riodistas en Bagdad sospecha que el
procónsul estadunidense, Paul Bremer, y sus cientos de asistentes,
instalados con todas las comodidades en el custodiado ex palacio presidencial,
sencillamente han perdido contacto con la realidad.
Si bien hoy se prometió una investigación
sobre el asesinato del intérprete iraquí, detalles del incidente
sugieren que los invasores tienen carta blanca para abrir fuego sobre automóviles
civiles iraquíes ante la mera sospecha de que sus ocupantes puedan
ser hostiles.
Pietro Cordone, diplomático italiano a quien Bremer
nombró consejero especial del Ministerio de Cultura, viajaba a Mosul
con su esposa, Mirella, cuando un convoy estadunidense se acercó
al automóvil en que circulaban.
Relata que un soldado que estaba a cargo de una ametralladora
en el vehículo trasero del convoy pareció hacer una seña
al chofer del diplomático para que no se atreviera a rebasarlos.
El chofer obedeció, pero el soldado de todos modos hizo un disparo,
que penetró por el parabrisas y le dio al intérprete, quien
iba en el asiento delantero, junto al conductor.
Minutos después el hombre mu-rió en brazos
de Cordone; más tarde el diplomático regresó a Bagdad.
Sin embargo, si se dio información de este incidente fue sólo
porque el italiano iba en el auto.
Cada día las fuerzas estadunidenses hieren o matan
a tiros civiles iraquíes. Apenas hace cinco días una mujer
y su hijo fueron asesinados en Bagdad por un soldado cuando las fuerzas
abrieron fuego contra los invitados a una boda que lanzaban disparos de
júbilo al aire. En otro incidente similar, hace dos días,
se informó de la muerte de un muchacho de 14 años.
Luego, la tarde del jueves, varios civiles iraquíes
fueron lesionados por soldados después de una em-boscada a los estadunidenses
en las afueras de la ciudad de Khaldiya.
Por lo menos dos vehículos militares fueron destruidos
y los testigos oculares afirmaron haber visto miembros humanos en el camino
después de la emboscada.
Sin embargo, 12 horas después las autoridades dijeron
que los militares sólo tuvieron dos heridos, pese a que inicialmente
se había dicho que al menos tres perecieron en tanto testigos hablaron
de ocho.
Después vino la emboscada en Tikrit, casi idéntica
si ha de creerse a las autoridades, en la cual se produjo exactamente la
misma cifra de bajas: tres muertos y dos heridos. En esta ocasión
parte del incidente se grabó en video.
Durante una incursión armada en la tierra natal
de Saddam Hussein, los guerrilleros atacaron no sólo a los participantes
en la operación, sino también dos de sus bases en la ribera
del río Tigris. Fue, según un vocero estadunidense, un ataque
"coordinado" contra la cuarta división de infantería. Luego,
alrededor de 40 hombres "en edad militar" fueron arrestados.
En el que debe ser uno de los episodios más extraordinarios
del día, el general Sultán Ahmed se entregó al mayor
general David Petraeus -al mando en el norte de Irak- después que
el comandante estadunidense le había enviado una carta en la que
lo describía como "hombre de honor e integridad".
A cambio de su rendición -eso dice el intermediario
kurdo que arregló la entrega a las fuerzas de ocupación-,
los estadunidenses ha-bían prometido retirar su nombre de la lista
de los 55 "más buscados" colaboradores de Saddam.
La última vez que vi al corpulento Ahmed fue en
abril, blandiendo un Kalashnikov pintado de color oro en el Ministerio
de Información, en Bagdad, y jurando guerra eterna a los invasores
de su patria.
Fue él quien persuadió al hoy retirado general
Norman Schwarzkopf de permitir que las derrotadas fuerzas iraquíes
utilizaran helicópteros en "misiones oficiales" después del
armisticio acordado con Estados Unidos en 1991, en Safwan.
Esos helicópteros se usaron después en la
brutal represión de las rebeliones musulmana chiíta y kurda
contra Saddam, que habían sido estimuladas por el padre del presidente
George W. Bush.
En fechas posteriores se habló mucho de someter
a Ahmed a juicio como prisionero de guerra, pe-ro parece que Petraeus ha
tirado esa idea a la basura.
Su extraordinaria carta a Ahmed -que precedió a
la rendición de éste y fue revelada por la agencia Ap- describe
al probable criminal de guerra como "el más respetado alto dirigente
militar que reside (sic) actualmente en Mosul", y le prometía que
sería tratado con "la más absoluta dignidad y respeto".
Una causa justa y común
En la misma misiva -que tal vez será estudiada
por investigadores de crímenes de guerra con incredulidad y asombro-,
el estadunidense dijo que "si bien nos encontramos en lados diferentes
en la guerra, te-nemos rasgos en común. Como militares, obedecemos
órdenes de nuestros superiores. No necesariamente estamos de acuerdo
con la política y la burocracia, pero entendemos la unidad de mando
y el apoyo a nuestros líderes (sic) en una causa justa y común".
A este extremo han llegado los estadunidenses para atraerse
a los hombres que podrían tener influencia sobre los guerrilleros
iraquíes que dan muerte a sus soldados. Lo que supuestamente debe
verse co-mo gesto de transacción se percibirá con probabilidad
como signo de debilidad militar -lo cual es, sin lugar a dudas-, y la historia
tendrá que decidir qué habría ocurrido si se hubieran
enviado cartas similares a los líderes nazis antes de la rendición
alemana de 1945.
Los historiadores deberán meditar también
en las implicaciones del significado de esa frase: "el apoyo a nuestros
líderes en una causa justa y común". ¿Se supone que
sus "líderes" son Saddam y Bush?
Las autoridades de ocupación aún no explican
cómo los soldados estadunidenses pudieron asesinar a ocho policías
iraquíes y un agente jordano de seguridad cerca de Fallujah hace
una semana.
Durante 36 horas dijeron que "no tenían conocimiento"
de ese incidente -lo cual no podía ser cierto- y luego que sus soldados
habían sido "implicados". Días después presentaron
disculpas y prometieron una investigación, como hicieron hoy después
de la muerte del intérprete. No hay resultado conocido de aquella
pesquisa.
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya
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