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México D.F. Miércoles 8 de octubre de 2003
Robert Fisk
Noticias, pero no como las conocemos
La libertad de prensa comienza a oler un poco a podrido en el nuevo Irak. Hace un par de semanas, el canal de televisión Al Jazeera recibió una llamada telefónica de uno de los lacayos del procónsul estadunidense Paul Bremer que despachan en el complejo del palacio presidencial. Se informó a los reporteros que la estación debía contestar una serie de preguntas en un plazo de 24 horas. "Insistieron en que si no íbamos a verlos, vendrían por nosotros", relató uno de los reporteros a The Independent.
Y sí que fueron por ellos: llevaron a todos los empleados al palacio, donde les entregaron una hoja de papel en la que les preguntaban si habían recibido aviso previo sobre "ataques terroristas", o si habían pagado a los "terroristas" para que les dieran información. Al Jazeera, junto con su canal rival, Al Arabiya, había sido denunciada ya por el "consejo de gobierno" formado por los estadunidenses y encabezado actualmente por el defraudador convicto Ahmed Chalabi, y vetada de las conferencias de prensa de ese organismo durante dos semanas en castigo por sus programas supuestamente provocadores.
Luego ese mismo consejo, obviamente por instrucciones de Bremer, hizo una lista de lo que los medios deben y lo que no deben hacer, la cual iba desde la prohibición de incitar a la violencia hasta la de informar sobre el renacimiento del partido Baaz o los discursos de Saddam Hussein. Como hizo notar el columnista Hassan Fattah, al comentar las sanciones impuestas por el consejo a los dos canales árabes: "el consejo y el consejo interino estarán en silencio durante dos semanas en buena parte del mundo árabe, inclusive en el mismo Irak. Entre tanto, la resistencia y los terroristas podrán seguir diciendo lo que quieran. Vaya una perfecta oportunidad de poner sus imágenes en el aire y capturar los corazones y mentes de los iraquíes desesperados por encontrar alguna estabilidad y algún liderazgo".
Las cosas no van mejor para las estaciones de radio y televisión manejadas por los estadunidenses en Bagdad. Los 357 periodistas que trabajan desde la sede palaciega de Bremer se han puesto dos veces en huelga en demanda de aumento de sueldo y se han quejado de la censura. Lo que les dijeron, por conducto de John Sandrock -directivo de la compañía privada estadunidense SAIC, que maneja el canal de televisión-, fue, según uno de los reporteros: "o aceptan lo que les ofrecemos o renuncian: hay un montón de candidatos para sus puestos".
Inútil es decir que los "noticieros" de televisión son un asunto lamentable que a menudo omite hacer cualquier mención de la creciente violencia y de los ataques antiestadunidenses en Irak, que cualquier corresponsal extranjero y la mayoría de los periódicos iraquíes reportan.
Por ejemplo, cuando una bomba voló parte de una mezquita en Fallujah, el mes pasado, acción en la que perecieron por lo menos tres hombres, residentes locales afirmaron que el edificio fue impactado por el cohete lanzado por un jet estadunidense. Las autoridades de ocupación lo negaron. Sin embargo, no se hizo ninguna mención del incidente en los medios bajo control estadunidense en Bagdad. Al pedírsele una explicación, el lector de noticias Fadl Hatta al-Timini replicó: "No conozco la respuesta a eso: yo estoy aquí para leer las noticias que me traen del Palacio de la Convención (el cuartel estadunidense, donde también se ubican las oficinas de la estación), eso es todo".
Como indicó Patrice Claude en Le Monde, todos los medios manejados por los estadunidenses se refieren a las autoridades como "las fuerzas de liberación", mientras la prensa extranjera -incluido el New York Times- las denomina "fuerzas de ocupación". Supuestamente Estados Unidos se ha gastado unos 30 millones de dólares en la nueva información audiovisual sobre Irak, pero el personal en el país dice que no ha visto nada de ese dinero. Cuando el reportero de Le Monde en Bagdad pidió a Sandrock una explicación, éste rehusó responder.
Por supuesto, en la superficie los publicistas de Bremer pueden alardear de un florecimiento de la nueva prensa libre: por lo menos 106 periódicos en la sola Bagdad, muchos patrocinados por partidos políticos o por hombres que quieren ser políticos. Algunos han convocado a la jihad contra los estadunidenses, y recibido la visita de oficiales de ocupación que les preguntan por qué. Otros han publicado versiones palmariamente falsas sobre el ejército invasor, asegurando que soldados estadunidenses distribuyen fotos pornográficas entre las niñas de escuela o se han llevado mujeres iraquíes a las recámaras del hotel Palestina. Un problema es que muchos reporteros de los periódicos iraquíes son conversos del viejo régimen o nuevos redactores carentes de adiestramiento periodístico en objetividad o en verificación de datos.
El periódico de producción más profesional -y debe ponerse el énfasis en "producción"- es Az-Zaman, que en traducción aproximada quiere decir La Edad y es dirigido por Saad al-Bazaz, el viejo diplomático iraquí que se distanció de Saddam y publicó su periódico desde Londres durante los últimos años del régimen baazista. Bazaz fue también director del periódico Al-Jumhouriya de Saddam, y una de sus antiguos colegas en esa vieja publicación baazista, Nada Shawqat, es ahora supervisora editorial de Az-Zaman en Bagdad.
"Tenemos una circulación de 50 mil en Bagdad, otros 15 mil en Basora, y cada edición trae 12 páginas de noticias árabes y extranjeras y ocho de información local", señala ella. Pero todas las decisiones informativas se toman en las oficinas de Az Zaman en Londres y el diario nunca se refiere a la "ocupación", sino a la "coalición", expresión que prefieren los estadunidenses para nombrar a su ejército y a sus aliados en Irak. Bazaz vive todavía en Londres, donde el diario se imprimía en los años del exilio. Otros dos periódicos -Al Moutamar, del Congreso Nacional Iraquí, y el kurdo Al-Ittihad- también han salido del exilio para imprimirse en Bagdad.
Shawqat permaneció en su puesto en Al Jumouriyah de Saddam hasta el último día de la guerra, el 9 de abril, cuando sus oficinas fueron saqueadas e incendiadas, y sus archivos -que contenían la información referente al encuentro de Donald Rumsfeld y Saddam, en 1983- destruidos. Según la periodista, en tiempos del depuesto presidente gozó de cierta libertad de expresión, hasta que los dos hijos de Hussein, Uday y Qusay, se interesaron por la prensa. "Entonces empezamos a recibir instrucciones cada día del Ministerio de Información, que nos decían qué escribir y qué no, y las cosas fueron empeorando día a día durante los últimos 13 años."
Nadie pretende decir que el periodismo en tiempos de la ocupación estadunidense tenga alguna semejanza con aquellos días. Sin embargo, los periodistas sienten que el "código de conducta" de Bremer -que prohíbe el "lenguaje inmoderado (sic) que pueda incitar a la violencia"- es un ejemplo de "democracia selectiva", similar en espíritu, si no en sus efectos, a la censura en tiempos de Saddam. Según el periodista Khadim Achrash, "la decisión no encaja con el anuncio de los estadunidenses de que vinieron a liberar Irak e instaurar un sistema democrático".
Muchos de los nuevos diarios ofrecen secciones de chismes, espectáculos y relatos del viejo régimen. Uno de los primeros reportes horribles de las atrocidades de Saddam cuenta el trato que infería a los soldados acusados de cobardía en la guerra de 1980-88 contra Irán. Dos estremecedoras fotografías -tomadas por los propios oficiales de inteligencia del dictador- muestran a un batallón de fusilamiento que ejecuta a una hilera de soldados y a un oficial que da el tiro de gracia a un hombre que yace en el suelo.
Muchos periodistas iraquíes creen que el semilegal "sindicato de prensa" que se organiza actualmente en Bagdad sigue teniendo fundamentos baazistas, aunque otros señalan que se le puede usar para poner en vigor una nueva ley de prensa que arranque la censura de las manos de Bremer.
Jalal al-Mashta, director de An-Nahda, culpa de gran parte del problema a la velocidad de la transición. "La prensa iraquí, acallada durante mucho tiempo, no era profesional y estaba sujeta a control estricto, y de pronto se vio libre", explica.
Por ahora, al menos. © The Independent Traducción: Jorge Anaya
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