México D.F. Lunes 10 de mayo de 2004
Exige a los presidentes Fox y Bush parar las
"excesivas" comisiones de empresas
Censura la Iglesia católica usura en cobros
por envío de remesas
Es hora de que México y EU armonicen sus políticas
migratorias: obispo de Nuevo Laredo
JOSE ANTONIO ROMAN
Ante las "excesivas" comisiones de las compañías
intermediarias por el envío de dinero de un país a otro,
las conferencias episcopales de México y Estados Unidos solicitaron
a los presidentes de ambas naciones, Vicente Fox y George W. Bush, respectivamente,
tomar el problema con seriedad y regular las actividades y cobros de esas
empresas.
Los
obispos señalan que los dos países están viviendo
una integración económica, social y cultural sin precedente,
por lo que es urgente que ambos gobiernos reconozcan esa realidad implementando
reformas en los sistemas migratorios.
Pero mientras eso llega, señalan, es necesario
avanzar en caminos menos complicados que generen un beneficio inmediato,
como la reducción de los cobros por el envío de remesas,
expresó Ricardo Watty Urquidi, obispo de Nuevo Laredo y vocal de
la Comisión de Movilidad Humana del Episcopado Mexicano.
De acuerdo con datos de la Iglesia católica, tomados
de fuentes oficiales de ambas naciones, México es el líder
de los países en desarrollo en captación de remesas. Los
inmigrantes mexicanos que laboran en Estados Unidos envían porcentajes
importantes de sus salarios a sus familias en México. Mandan más
de 12 mil millones de dólares anuales, recursos que representan
una de las fuentes más importantes de divisas en México.
Según algunos cálculos conservadores, el
mercado de transferencias de recursos de Estados Unidos a México
vale cerca de mil 500 millones de dólares, por lo que compañías
de todo tipo ofrecen servicios de "dinero en minutos" en prácticamente
cualquier ciudad en la que existe una comunidad mexicana importante, entre
ellas Nueva York, Los Angeles, Houston y Chicago.
Sin embargo, critican severamente que las empresas que
prestan ese servicio "cobran precios muy elevados", que en algunos casos
rebasan 20 por ciento del envío. Para reducirlos, los obispos proponen
la firma de acuerdos con esas empresas para que reduzcan los porcentajes
e incluso parte de sus utilidades se destine a apoyar proyectos de desarrollo
en México, como la construcción de carreteras, clínicas
y obras alcantarillado.
El obispo Watty recordó que este llamado de las
conferencias a los presidentes no es el primero, pues el año pasado,
en una carta pastoral en la que abordan con profundidad el tema migratorio,
se les hizo una petición similar. En ese texto la jerarquía
católica señala que la creación de empleos en México
ayudaría a reducir la pobreza y a disminuir las razones de tantos
mexicanos para buscar trabajo en Estados Unidos.
Los obispos insisten en que lo único que generará
oportunidades reales de trabajo para los mexicanos es un esfuerzo a largo
plazo que ajuste las desigualdades económicas entre Estados Unidos
y México.
La Iglesia ha considerado la desigualdad entre las naciones
como un desorden global que debe atenderse. "En la relación bilateral
de nuestros países hemos sido testigos de políticas económicas
que no consideran adecuadamente el bienestar de pequeños empresarios
y propietarios que luchan por sobrevivir. Por ejemplo, el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (TLCAN) ha dañado a las microempresas
mexicanas y particularmente al campo. Ambas naciones deben reconsiderar
el impacto de esos tratados en quienes intentan ganarse la vida con sus
pequeños negocios", señala.
La jerarquía expresa que así como ambos
gobiernos han aceptado la integración de sus intereses económicos
mediante el TLCAN, "es hora de que armonicen" sus políticas migratorias
de tal forma que se respete la dignidad de las personas y se reconozcan
las consecuencias sociales de la migración.
Se denuncian los abusos sistemáticos de los cuerpos
policiacos de ambos países, los cuales violan los derechos humanos
de los migrantes; la usura con que actúan las empresas que manejan
el flujo de remesas que envían los trabajadores; las crecientes
desigualdades económicas entre Estados Unidos y México; la
discriminación, el racismo y la xenofobia. Además, las políticas
de control fronterizo y el tráfico de personas, así como
las condiciones de hacinamiento de miles de personas que cada año
son recluidas mientras esperan ser deportadas a sus lugares de origen.
Los obispos aceptan el "derecho" de todo Estado soberano
a controlar sus fronteras para proteger los intereses de sus ciudadanos.
Por tanto, se reconoce la acción de los gobiernos de "interceptar"
a los indocumentados que intentan cruzar por sus territorios; sin embargo,
lo inaceptable son las políticas y estrategias que se utilizan para
cumplir esa responsabilidad.
Además, "toda persona tiene el derecho a migrar
para gozar los derechos que poseen como hijos de Dios, aunque lo ideal
sería -dicen los obispos- que toda persona encontrara en su país
las oportunidades económicas, políticas y sociales que le
permitieran alcanzar una vida digna, situación que no siempre es
posible".
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