México D.F. Lunes 10 de mayo de 2004
Otro serio encierro, ahora de Huichapan, en el cuarto festejo de La Florecita
Confirma Talín, el torero más bajito del mundo, su gran estatura profesional
Realizó dos solventes faenas Un elegante Jacobo Hernández también cortó oreja
LEONARDO PAEZ
La sólida tauromaquia de Arturo Velázquez Talín sigue a la espera de un apoderado profesional no sólo capaz de ganar dinero, sino de aprovechar toreros. Con un sereno valor espartano y una vocación intacta, no obstante los desaires empresariales luego de siete años de alternativa, este menudo diestro reiteró ayer en La Florecita su enorme potencial y sus muchas posibilidades mercadotécnicas.
Se lidió una corrida con edad y trapío del hierro hidalguense de Huichapan, pareja de presentación y con buen estilo, que permitió ver la convicción torera de los alternantes, así como sus recursos técnicos y anímicos.
Con Príncipe, aplaudido de salida como sus hermanos, tan alto de agujas que el testuz quedaba a la altura del cuello de su matador, Talín aguantó la descompuesta embestida en lances iniciales para, luego de recargar el astado en un puyazo, ejecutar en los medios una templada faena por naturales, clavadas las zapatillas en la arena y mandando en todo momento el torero. Perdió la oreja por pinchar y fue aplaudido con fuerza en el tercio.
Lo grande vino con su segundo, Limeño, cárdeno oscuro, con claridad y recorrido, que empujó en una vara mientras empezaba a llover. Talín realizó un quitazo por despaciosos lances y con la muleta repitió la dosis de solvencia torera, pero ahora por el lado derecho y con un ingrediente adicional: sentimiento. Dejó media en lo alto y paseó orgulloso la oreja ganada a ley, en tanto el juez ordenaba arrastre lento a los despojos del bravo astado.
Jacobo Hernández, refinado en sus procedimientos y buen matador, se vio medido de afición y de entrega ante el mejor lote. Hasta dos vueltas de campana le recetó al noble que cerró plaza luego de que recibiera benévola oreja de su primero.
ƑReconocimiento?
Antes de que diera inicio la corrida, la empresa hizo un reconocimiento al programa Toros y toreros, que hace 32 años transmite el Canal Once de televisión, más como caja de resonancia que como factor de orientación y análisis del lamentable taurinismo mexicano.
Ahora, Ƒeste reconocimiento debe entenderse como agradecimiento de los empresarios a la difusión que dicho programa hace de sus festejos o como una valoración de lo transmitido durante más de tres décadas?
Ya en marzo de 2002, Julio Téllez, conductor de Toros y toreros, había anunciado que concluía el programa. Sin embargo, la emisión ha logrado seguir, tanto en la capital como en varias ciudades de los estados, no obstante el anquilosamiento y el publirrelacionismo que desde antes la caracterizaban.
En este mismo espacio, el lunes 1 de abril de 2002 Téllez dijo a La Jornada que "el objetivo fundamental del programa siempre ha sido identificar y apoyar a nuevos valores", aunque después de aquella amenaza de desaparición Toros y toreros ha seguido elogiando las tediosas tauromaquias de diestros vitalicios, como Cavazos o Gutiérrez, entre otros.
Cuando se le inquirió sobre la falta de una postura más crítica de su programa ante la mediocre situación de la fiesta brava en México, reveló: "hemos visto que no por insistir sistemáticamente en torno a un problema, éste se resuelve. Por el contrario, el público se aburre y rechaza las cantaletas. Por ello estamos invitando a los aficionados a que opinen con bases", aun cuando la emisión reduce esas opiniones a embarullado monólogo semanal a cargo de Téllez.
Luego de que el 31 de agosto de 2003, en el tardío inicio de la temporada novilleril, Herrerías impidió la entrada al callejón de la Plaza México de las cámaras de Canal Once, que desde entonces ya no volvieron, Téllez justificó así su inmovilismo: "muchos quisieran ver sangre, pero nosotros confiamos en la ley y en las autoridades".
En todo caso, el reconocimiento de ayer debió haberse hecho a la paciencia del teleauditorio, defraudado pero deseoso de emociones, así sean por tele, antes que a la negligencia de una emisión no por longeva menos autocomplaciente y pastueña.
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