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México D.F. Lunes 10 de mayo de 2004
Aplicar tres medidas
Lugo Verduzco: del dicho al hecho o la prédica del ejemplo
LUMBRERA CHICO
Hace ocho días, aquí, Leonardo Páez dio a conocer las conclusiones obtenidas por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia (ANCTL), durante su más reciente asamblea anual. Y los ganaderos, en la voz de su presidente, Adolfo Lugo Verduzco, se manifestaron por que si han de hacerse verdaderos cambios al Reglamento Taurino, éstos deben ser en favor del toro bravo "y no de la comodidad de los toreros y las ventajas de los picadores".
En congruencia con lo anterior, Lugo Verduzco señaló varias exigencias: a) que se revise si el peto de protección que se les cuelga a los caballos de pica tiene un peso máximo de 25 kilos; b) verificar si las puyas que se emplean miden realmente 29 milímetros de largo; c) comprobar si, en efecto, el arte de picar se ejecuta "colocando un solo puyazo por encuentro, sin barrenar, bombear o tapar la salida" mediante la odiosa carioca. Sin la constatación plena de estos tres requisitos, contemplados por el reglamento en vigor, la suerte de varas carece de vistosidad y emoción, como sucede por desgracia en casi todos los cosos del país.
En discrepancia con la opinión que predomina entre los empresarios afines a la línea de Rafael Herrerías, partidario de los novillos engordados, débiles y mansos pero a fin de cuenta repetidores para facilitar el lucimiento de las actuales figuras, los ganaderos que respaldan a Lugo Verduzco abogan por el toro de cuatro años, en plenitud de facultades, que es el que "da y quita" y pone a cada quien en su lugar.
Opositor acérrimo a la mafia del cacique de Mixcoac, pero extremadamente discreto y enemigo del protagonismo, el propietario de la ganadería de Huichapan estima que la notable pérdida de interés del público en la fiesta brava se explica por la ausencia -convertida ya en norma extrajurídica- del toro que asusta con su lámina, emociona con su salvaje temperamento y conmueve con su nobleza.
Fiel a estos preceptos, Lugo envió ayer un hermoso encierro a la cuarta corrida de la breve temporada de La Florecita, donde sobresalieron por su fiera estampa los dos rumiantes correspondientes al lote del siempre valeroso Arturo Velázquez Talín, llamados Príncipe y Limeño, que refrendaron la buena casta de su linaje y los escrúpulos de su criador, quien de esta forma, luego de aquella asamblea, asistió a la placita de Ciudad Satélite a predicar con el ejemplo.
Lo que no se justifica, ni se disculpa, fue la especie de fallido "homenaje" que los arrendatarios de La Florecita rindieron a Julio Téllez, conductor del programa Toros y toreros en Canal Once, reconocimiento al que por cierto el lector de noticias desdeñó por cumplir con un compromiso que había contraído previamente en su natal Michoacán. Esta página no olvida la manera en que Téllez aceptó que vetaran sus cámaras en la Monumental Plaza Muerta (antes México) sin que hiciera ni siquiera el intento de defender la libertad de expresión, que no es privilegio sino derecho social, cuya custodia es deber de todos los que se digan periodistas.
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