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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 3 de julio de 2004

DESFILADERO

Jaime Avilés

El Plan de la Casa Lamm

La lucha será entre la televisión y la Internet
Primera meta: interponer un millón de amparos

MIGUEL DE LA Madrid y Carlos Salinas arrasaron con el país para que México, decían, "llegara a tiempo al siglo XXI"; en los hechos retrocedimos a 1913, como lo probó la rebelión zapatista de 1994. Ernesto Zedillo destruyó la banca nacional y los ferrocarriles públicos, para situarnos en una fase de desarrollo anterior a la dictadura de Porfirio Díaz. El ascenso de Vicente Fox reditó las pugnas entre liberales y conservadores, propias de 1850, y está plantando los cimientos para que la "transición" política por él tan prometida nos conduzca a una monarquía encabezada por Su Alteza la reina Marta I.

Hemos regresado, como parece obvio, a la segunda mitad del siglo XIX, cuando el país trataba de darse un contrato social que pusiera de acuerdo a las principales fuerzas políticas y productivas en torno de un modelo concreto de nación. La forma de lucha más favorecida por los protagonistas de aquella época, que es sin duda también la nuestra, eran los "planes". Así, tenemos el Plan de Iguala (1821), el Plan de Casamata (1823), el Plan de Cuernavaca (1834), el Plan de Tacubaya (1857) y el Plan de Tuxtepec (1875), entre muchos más, hasta desembocar en el Plan de San Luis Potosí (1910), que coordinó el estallido de la Revolución Mexicana.

Invitado por La Jornada y la Casa Lamm, asistí el pasado lunes al foro que semana a semana se verifica en ese hermoso edificio de la colonia Roma, donde presenté a la consideración del público el documento que ahora voy a transcribir con algunos retoques. Federico Arreola, director de Milenio, quizá el ponente más aplaudido, vaticinó que a finales de este año saldrá de la cárcel Raúl Salinas de Gortari y entrará en ella Andrés Manuel López Obrador, lo que destruirá el prestigio internacional de México. También participaron Martí Batres, el niño sabio de la administración capitalina, y el analista y catedrático Luis Javier Garrido.

Al término de la primera ronda de intervenciones pedí al público que votara alzando la mano a favor o en contra del citado plan, y de esta suerte se produjo, entre aplausos, una aprobación por unanimidad. Ahora, quien desee adherirse a esta propuesta puede hacerlo a través del buzón de esta página y circularlo entre todos sus conocidos por la red. Si los golpistas creen que van a aplastarnos con el arma de la televisión, la gente los derrotará con las herramientas de la Internet, que ya probó su eficacia el 14 de marzo en el Estado español. Damas y caballeros, con ustedes...

Plan de la Casa Lamm


En las entrañas del pueblo de México está gestándose un movimiento de masas que tiene una pretensión legítima, democrática y constitucional: llevar a la Presidencia de la República a Andrés Manuel López Obrador. Esta es la respuesta de una sociedad profundamente defraudada, saqueada y destruida por 20 años de vandalismo.

Los últimos cuatro gobiernos federales que ha sufrido el país desgarraron el acuerdo histórico de 1917 que nos brindó algunas décadas de desarrollo y estabilidad política, sazonadas con abundantes dosis de autoritarismo. El monopolio de la violencia, atribución exclusiva del Estado, estaba concentrado en la figura del señor presidente, que dosificaba el autoritarismo a su leal saber y entender. Hoy, demolido el presidencialismo, el autoritarismo se desborda y se ejerce desde los nuevos poderes fácticos: las empresas sin patria y los medios de comunicación. Los mexicanos carecemos de opinión e influencia al respecto: no los elegimos pero nos gobiernan. Y nos gobiernan de manera irresponsable y egoísta.

En medio de este enorme desacuerdo nacional, nos estamos desintegrando como país. No es el nuestro un caso único ni tiene por qué serlo: ya ocurrió en la mitad de Europa y está sucediendo en Pakistán o Afganistán y en regiones como Africa o Medio Oriente. Amenazas semejantes penden sobre Argentina, Brasil, Bolivia y Venezuela. Los filósofos pronostican incluso que el fenómeno se multiplicará aceleradamente por todo el planeta hasta que las mareas humanas formen nuevos continentes sociales.

La ruta de México hacia el caos parece claramente trazada. La finalidad primera y última del gobierno de los vándalos es privatizar la industria petroeléctrica, entregando a los grandes consorcios extranjeros los recursos estratégicos que nos permiten aún ser viables como país. Al mismo tiempo, a través del Fobaproa, enorme obstáculo para el desarrollo, estamos pagando tributo como siervos feudales a una naciente nobleza financiera; ésta nos obliga a realizar enormes sacrificios sin darnos nada, absolutamente nada a cambio. Pero su propósito secreto es imponernos la monarquía como forma autocrática de ejercer el poder.

La tiranía que los vándalos están configurando cifra sus ambiciones en el poderío anencefálico de la televisión. Mediante la construcción de consensos instantáneos y efímeros, basados en un confeti de imágenes centelleantes y reiterativas, quieren suplantar las funciones de mediación social que realizan los partidos políticos, y ya cuentan con un candidato "ciudadano", que no representa sino a sí mismo, pero que está dispuesto a fungir como "primer ministro" al servicio de una monarquía "parlamentaria".

Con esta ofensiva, confeccionada con videoescándalos y convocatorias histéricas al cacerolismo, los vándalos tratan de sacar a los partidos políticos de la disputa constitucional por el poder. El golpe de Estado en contra de López Obrador aspira a deslegitimar de antemano las elecciones presidenciales de 2006, proscribiendo a la izquierda parlamentaria y enviando un claro mensaje a la izquierda extraparlamentaria y a todas las oposiciones críticas a las causas y efectos del neoliberalismo.

Los vándalos no lo saben, no lo calculan siquiera, pero si triunfan, si logran destruir el sistema electoral para salvar sus intereses y proteger sus políticas irresponsables, de rapiña y profundamente corruptas, pueden arrastrarnos a la guerra civil. No se los permitiremos. Los mexicanos amamos la paz, lo hemos demostrado con elocuencia a lo largo de la última década y no conseguirán vencernos.

Detrás del golpe de Estado contra López Obrador están, por supuesto, los intereses de la Casa Blanca, para la cual sería una pesadilla que hubiera otro gobierno antineoliberal en América Latina. Con Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Chávez en Venezuela y Castro en Cuba tienen ya demasiado; por eso están moviendo a sus peones para frenar el ascenso de Evo Morales en Bolivia, Tabaré Vázquez en Uruguay y López Obrador en México. Para fortuna nuestra, Bush se está cayendo y los cambios en Washington, por mínimos que sean, introducirán matices que nos pueden ser favorables.

Un millón de amparos


En política hay un refrán de origen deportivo que señala: "El que pinta la cancha, gana". Con los videoescándalos y la megamarcha del 27 de junio, el poder fáctico de la televisión y de las empresas sin patria está trazando las nuevas reglas del juego, pero no ha ganado todavía, ni mucho menos, las grandes batallas que van a librarse. Y porque no nos queda de otra, pelearemos pacífica y dignamente en el terreno que el adversario delimite.

Nosotros, quienes quiera que seamos -eso ya lo iremos descubriendo-, combatiremos contra el poder manipulador de la televisión y los periódicos golpistas, organizándonos en el espacio sideral de la Internet. Existen ya muchos foros en donde grandes y pequeños colectivos intercambian ideas y propuestas. Hay que enriquecerlos y enlazarlos, tejiendo una vasta red de redes que nos coordine a todos rumbo a la acción cuando empiecen a establecerse los consensos.

Nuestra prueba inicial, tal vez, será presentar un millón de amparos ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, alegando que como ciudadanos en ejercicio de nuestros derechos votamos por López Obrador y venimos a quejarnos ante el supremo tribunal de la República, porque la destitución del jefe de Gobierno del Distrito Federal lesionaría gravemente nuestros derechos políticos.

Tres puntos de partida


Como ciudadanos organizados en torno de López Obrador, no podemos dejarlo todo en manos del Partido de la Revolución Democrática. Este debe ponerse al servicio de la lucha, pero de nosotros, los de a pie, habrán de nacer las iniciativas que hagan de este movimiento social el actor protagónico. El PRD ya decidirá en su momento si nos acompaña o se suicida políticamente.

Para salir victoriosos, debemos aglutinarnos alrededor de tres puntos de partida.

Uno. Comenzar a discutir un programa de acción, de acumulación de fuerzas, de debate, de diagnóstico de los problemas estratégicos del país, que pueda convertirse en un programa de gobierno y en la base de un nuevo pacto social que nos permita continuar unidos como nación soberana en medio del caos universal.

Dos. Propiciemos una gran convergencia de organizaciones sociales, extendamos el llamado a todos los ámbitos de las actividades productivas del campo y la ciudad, para forjar con ellas un frente de resistencia que más tarde se convierta en una sólida mayoría legislativa cuando triunfemos en las elecciones de 2006.

Tres. Exijamos a los diputados y senadores del PRD que acudan de inmediato a los más importantes foros internacionales -la ONU, la OEA, el Parlamento Europeo, principalmente- y denuncien ante el mundo que los habitantes de la ciudad de México luchamos a lo largo de todo el siglo XX por conquistar el derecho a elegir a nuestros gobernantes locales, pero que el gobierno inepto, corrupto y faccioso de Vicente Fox está violando la Constitución en su empeño por derrocar al alcalde más exitoso que hemos tenido en varias décadas.

En pocas palabras, rebelémonos civilizada y pacíficamente en contra de esta inaceptable injusticia y avancemos rumbo al nuevo contrato social que nos permita continuar unidos como nación a través de los siglos. šMuera el salinismo! šViva la República Mexicana!

 

Casa Lamm, México DF, 28 de junio de 2004

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