México D.F. Sábado 3 de julio de 2004
Juan Arturo Brennan
Crossover: Ƒhasta dónde?
Desde hace ya varios años, el mundo de la música ha sido invadido por un curioso y muy extendido fenómeno al que se ha dado el intraducible nombre de crossover. Definido de una manera muy simple, se trata fundamentalmente de borrar las fronteras y distinciones entre formas, géneros y expresiones sonoras aparentemente ajenas e irreconciliables.
Una de las vertientes más notorias (y quizá la más importante) del fenómeno crossover es al mismo tiempo la más general: la dilución de las diferencias entre la llamada música clásica y la música popular. Visto con cierta socarronería, no del todo inmerecida, este tipo de crossover podría definirse como ''lo más popular de la música clásica y lo más clásico de la música popular".
Más allá de tal o cual definición, es un hecho que en años recientes han proliferado las producciones (en vivo o grabadas) en las que diversos intérpretes, vocales e instrumentales, del ámbito de la música de concierto proponen repertorios, estilos y lenguajes con una fuerte presencia de lo popular.
Los ejemplos son demasiado numerosos para mencionarlos aquí; baste señalar que al carro del crossover se han subido tanto intérpretes de altísima valía como músicos de segunda y de tercera, sin olvidar a los numerosos niños y niñas prodigio que se consumen en este experimento al cabo de un par de años y luego, merecidamente, desaparecen para siempre. Como en toda manifestación musical, hay buen crossover y mal crossover, pero la calidad relativa de unas propuestas frente a otras no es la materia a discusión.
Lo que sí vale la pena examinar es el hecho, muy preocupante, de que en la medida en que aumentan las propuestas del tipo crossover, la producción, difusión y promoción de repertorios más sólidos y serios (dije serios, no solemnes) va decreciendo proporcionalmente, y el resultado neto es un empobrecimiento paulatino y muy notable del discurso musical. En México esto es particularmente evidente porque forma parte de una patente depauperación cultural y educativa generalizada, propiciada activamente por el Estado y aprovechada venalmente por la iniciativa privada, en especial a través de los medios de comunicación.
Prueba número 1: la creciente abundancia de propuestas tipo crossover en muchos de nuestros ámbitos musicales, hechas con el propósito básico de atraer públicos numerosos y poco exigentes. Es decir, la preocupante tendencia a lo light. Simultáneamente, la asistencia a las sesiones musicales más exigentes y de mayor nivel decrece constantemente, así como la calidad de los públicos. Ejemplos de ello, las magras asistencias a las recientes versiones del Foro Internacional de Música Nueva, o la degradación del público habitual a la Sala Nezahualcóyotl, que inesperadamente se ha convertido en el peor de nuestros públicos. (ƑDónde estás, Eduardo Mata?).
Prueba número 2: algunas de las compañías disqueras mexicanas que cimentaban su prestigio en producciones de repertorio nacional importante han tenido que derivar, en aras de la supervivencia, a la realización y comercialización de grabaciones de este tipo de repertorio mixto que no siempre es de calidad y que no es necesariamente trascendente, pero cuya mayor circulación les permite seguir dedicándose a lo que sí vale la pena.
Prueba número 3: el rotundo e inmerecido éxito del reciente concierto que dio el ensamble de metales German Brass en la Sala Ollin Yoliztli, en colaboración con la Filarmónica de la Ciudad de México.
Aparte de una sobria ejecución de uno de los Corales Schübler de Bach, el grupo germano se dedicó a tocar bagazo musical absolutamente prescindible: una chabacana extrapolación sobre el mismo coral de Bach, una anodina versión del Tico-Tico, un pretendido Son de México hecho a base de pasodobles y gitanerías (šy por un músico uruguayo!), una olvidable y complaciente versión de Guadalajara. Lo peor del caso es que el German Brass es el mejor ensamble de metales que he oído en los 20 años anteriores, después del legendario grupo de Philip Jones. ƑTanta técnica y tanta musicalidad, para tocar semejantes bodrios? ƑDónde dejaron a Gabrieli, Frescobaldi y compañía?
Y mientras tanto, los estrenos de música mexicana, las sesiones serias de música de cámara, los recitales para gente pensante y los discos con obras que sí importan, tienen cada vez menos público y menos mercado. Se trata, una vez más, de un caso de empobrecimiento cultural perfectamente explicable.
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