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México D.F. Domingo 19 de septiembre de 2004

LA VIDA (BREVE) EN SAN LAZARO

José Agustín Ortiz Pinchetti

El otro Informe

ANDRES MANUEL LOPEZ Obrador en su mejor momento, según unos (con 89 por ciento de aprobación en el Distrito Federal), o en el más crítico, según otros (acosado por la intentona de descalificarlo por motivos "patrióticos"), rindió el viernes su cuarto Informe de gobierno. Es muy interesante comparar este acto político con el Informe del presidente Vicente Fox el pasado 1Ɔ de septiembre.

HAY QUE TOMAR en cuenta que los informes son en realidad mensajes políticos a la población sobre el estado que guarda el gobierno y la función de éste. Pero formalmente ambos van dirigidos a un cuerpo legislativo: al Congreso federal, en el caso del Presidente, o a la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en el caso del jefe de Gobierno capitalino. Esto ya crea una concurrencia distinta. El titular del Ejecutivo tiene que enfrentarse a un Congreso en el cual no tiene mayoría. En cambio el mandatario de la ciudad cuenta con el apoyo de una sólida mayoría en la Asamblea. Además es interesante el dato dinámico: en 2000 el PAN de Fox tenía más de 200 diputados y la Cámara correspondiente hoy sólo tiene 150. Perdió un número sustancial de curules en las elecciones de 2003. En cambio el PRD de Andrés Manuel, que estaba en una incómoda minoría, en 2003 obtuvo la mayoría debido a la popularidad del jefe de Gobierno.

EL FORMATO DE AMBAS ceremonias es distinto. El Presidente no escucha los posicionamientos de los distintos partidos. Se presenta, lee su discurso sin límite de tiempo y se retira sin tener ningún tipo de diálogo con los legisladores. En cambio el gobierno de López Obrador está sujeto a un régimen de tiempo preciso. Tiene que escuchar la opinión de todos los partidos antes de pronunciar su discurso, entrega por escrito su Informe y luego pronuncia un discurso, que es un resumen. En seguida hay una ronda de preguntas directas de cada una de las bancadas que no puede rehuir, que debe contestar tan puntualmente como sea posible. Estas diferencias convierten al Informe presidencial en un ejercicio del absurdo. La dialéctica en el caso de Distrito Federal es más viva y eficaz.

UN CONTRASTE DECISIVO fue el de los contenidos de los dos mensajes. Mientras el Presidente pudo darse el lujo de hacer declaraciones generales y a veces confusas sobre la democracia, Andrés Manuel López Obrador se ciñó a repasar toda la estructura de su programa de gobierno, que es la síntesis de promesas de campaña. Esto le dio una gran consistencia y credibilidad a lo que decía. Además, el mandatario capitalino no abusó de los contrastes estadísticos amañados al estilo de Fox. Sus hechos son fácilmente constatables, en parte porque el espacio físico donde trabaja el gobierno local es reducido y en parte porque hay una intención obsesiva de no caer en contradicciones y decir la verdad. Característica muy rara en la política mexicana.

TAMBIEN FUE DISTINTA la cobertura que dieron los medios: mientras a Fox lo pudieron ver y oír por televisión todos los mexicanos que quisieron, Andrés Manuel sólo disfrutó de la difusión de dos grandes cadenas de radio. La televisión y las demás radiodifusoras editaron el acto y muchas veces para minimizarlo.

MIENTRAS FOX ELUDIO los temas más candentes, López Obrador habló de ellos directamente. Se refirió al tema del desafuero y se posicionó muy claramente respecto de los culpables de los videoescándalos. También refutó la leyenda negra del endeudamiento del Distrito Federal y le entró al toro en una materia tan delicada como la inseguridad ciudadana.

LA ATMOSFERA FUE muy distinta, y aquí hay que hacer un reconocimiento al PAN y al PRI, que escucharon con atención y disciplina el Informe y que no lo interrumpieron salvajemente como lo hicieron los diputados cuando le tocó el turno a Fox. Esto elevó el nivel de respeto y de dignidad de la Asamblea. Es algo que deberíamos imitar los legisladores federales.

LA MITAD DE LAS perspectivas de ambos informantes son distintas. El señor Fox está más allá de su sexenio y podrá salir bien de él, si la economía no se desploma y no comete errores que impidan una transición política y, en su caso, la alternancia, si esta fuera la decisión en las urnas. En cambio López Obrador tiene la vida por delante. Su popularidad no ha decrecido después de los ataques que ha recibido en los pasados seis meses, y que son los más duros que ha soportado cualquier político en estos años contemporáneos.

AMBOS GOBIERNOS Y ambos personajes parecen coincidir en la voluntad de llegar a un acuerdo que garantice la gobernabilidad. Pero para que esta voluntad no se quede en retórica deberá cancelarse el intento de sacar de la contienda a Andrés Manuel, mediante un proceso jurídicamente inviable y políticamente explosivo.

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