México D.F. Domingo 19 de septiembre de 2004
Abraham Nuncio
Regaños y rumores
Monterrey ha sido sede de sucesos marcados por el conservadurismo y vivero de iniciativas antipopulares. Ahora fue escogido por los patrones del país para regañar a los poderes federales, a los trabajadores por sus mal llamadas conquistas y privilegios "monstruosos", y a quienes están empeñados en la lucha por la "popularidad estéril".
Ejercicio fútil sería intentar un análisis del regaño de los líderes empresariales con motivo del septuagésimo quinto aniversario de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex). Desde su Xanadú proveído por el Estado a costa de los pobres y los empobrecidos, la generación de empresarios que así se expresó ha sido el resultado de más de un siglo de proteccionismo estatal (Cemex es el episodio más reciente). Con todo, no han podido ser verdaderamente competitivos ni aportar a la posibilidad de que el país lo fuese en términos de salarios y niveles de vida de la mayoría.
Es preferible preguntarse por qué los empresarios elevan su voz y presentan un frente común para ampliar -ellos sí- sus privilegios realmente monstruosos y no sólo de saliva, mientras que los trabajadores permanecen dispersos y en el ámbito de los rumores.
Ante todo, unas gotas de historia. La Coparmex, impulsada por los industriales de Monterrey, entonces bajo el liderato de Luis G. Sada, antecesor de Eugenio Garza Sada, surge para combatir los efectos de la norma constitucional que protege los derechos de los trabajadores. Sus presiones lograron que se demorara su legislación 14 años después del triunfo del movimiento revolucionario. En ese año trepidante que fue 1929 ya se vislumbraba, sin embargo, la inminencia de legislar para hacer practicable el artículo 123 de la Constitución.
Los patrones menos sujetos al Estado producto de la Revolución de 1910, como son los de Monterrey, se organizaron para combatirlo en todo lo que no los beneficiara y para negociar con él todo aquello que les otorgara beneficios. Diez años después de fundada la Coparmex, y ante la amenaza que veían en sus sindicatos y en el gobierno cardenista que los permitía, alentaron el nacimiento del Partido Acción Nacional. Jugaron desde entonces con dos partidos. El grueso de los trabajadores, en cambio, se autolimitó sujetándose a la línea del partido estatal mediante el esperpento que sus caciques dieron en llamar pacto histórico del movimiento obrero organizado con el gobierno de la Revolución Mexicana.
Esa sujeción no era otra que a la política en turno del Presidente de la República, jefe máximo del Estado en todas sus instancias y de su partido en igual medida. Era previsible que no variara, y no varió, cuando el gobierno pasó a manos del PAN, un partido que logró preñar con sus concepciones y política a un PRI desbrujulado y exangüe. Que hoy vuelva por sus fueros este partido, agitando incluso la bandera del antipopulismo, se debe a la ineficiencia del gobierno panista en el intento de llevar a sus últimas consecuencias la contrarreforma iniciada por De la Madrid y cuajada por Salinas de Gortari y Zedillo.
Identificados ideológicamente con el PAN, el reproche de los patrones al gobierno de Fox fue de doble filo: por no haber podido consolidar esa contrarreforma, según las líneas de los organismos internacionales dominados por el capital financiero (ver, por ejemplo, México. Una agenda integral para el desarrollo en la nueva era, editado por el Banco Mundial) y por dar lugar al ascenso de un liderato de izquierda. De aquí su estridencia. Ahí viene el populismo. Nos venezolanizamos. Anibal ad portas. Bu.
Con el debilitamiento y final desprestigio del PRI, las organizaciones obreras y campesinas articuladas en su entraña corrieron la misma suerte. El Congreso del Trabajo se convirtió en un huacal desvencijado y la CTM, su principal sostén, en un asilo de rumores patéticos.
Son muchas las ventajas acumuladas por los patrones sobre los trabajadores en la actual etapa de la lucha de clases. Educan a millones de individuos de acuerdo con su visión en las escuelas privadas y en no pocas públicas. A través de numerosos medios de comunicación, los patrones bombardean a los trabajadores con mensajes contrarios a sus intereses y muchos de ellos, sus hijos, sus parejas, su grupo de amigos, los interiorizan. Mantienen centros de investigación para elaborar sus análisis y planteamientos, y reciben la preparación cultural y política que los trabajadores no tienen. Les jinetean su dinero por medio de las Afore. Influyen poderosamente en el Presidente de la República y en el Congreso de la Unión para que tomen decisiones que los favorezcan en perjuicio de los trabajadores. No de otra manera se explican tantos golpes: el del Fobaproa-IPAB, el golpe al régimen de pensiones y jubilaciones del IMSS y el que ya se perfila para los trabajadores del ISSSTE.
Las derrotas de los trabajadores se repetirán sin límite. Por supuesto, hasta que no adquieran la autonomía necesaria, reúnan fuerzas, se organicen en un frente común y voten por un partido que los represente. En fin, hasta que no hagan lo que los patrones han venido haciendo hace muchas décadas.
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