México D.F. Domingo 19 de septiembre de 2004
Robert Mckee Irwin dictó la conferencia
La vida sexual de los hijos de la fregada
Especialista de EU explora el concepto de masculinidad
en la literatura mexicana
MERRY MAC MASTERS
En los protagonistas de la novela Los de abajo, de
Mariano Azuela, hay una manifiesta masculinidad, pero también ''cierto
homoerotismo'', de acuerdo con Robert Mckee Irwin. A partir de esa lectura
el especialista en letras mexicanas, que en su epóca de posgrado
en la Universidad de Nueva York estudió con Sylvia Mohillo, que
entonces trabajaba cuestiones de género y sexualidad, se encaminó
al análisis de la masculinidad en la literatura mexicana.
Irwin realizó en días pasados una visita
al país para impartir la conferencia La vida sexual de los hijos
de la fregada, efectuada en la Universidad del Claustro de Sor Juana.
Para
hablar del tema resulta indispensable referirse a El laberinto de la
soledad, de Octavio Paz, en especial al capítulo en el que habla
de los hijos de la Malinche, en el que el premio Nobel define la masculinidad
en la cultura mexicana.
En un párrafo ya célebre del ensayo, Paz
explica las particularidades de la masculinidad en la cultura nacional.
''Los hombres -dice el poeta- tratan siempre de chingar
a los demás implícitamente. Siempre hay chingón y
chingado, es decir, macho y afeminado, es decir, homosexualizado por el
otro. El eje sexual se divide muy bien. El hombre o es macho y heterosexual
normal, o es afeminado y homosexual".
Aquí, no obstante, surge una interrogante. Irwin
explica: ''En otro momento cuando Paz habla del macho mexicano hay una
frase donde dice que en él se puede notar ciertos aspectos del homosexualismo,
por ejemplo, su gusto por la pistola como símbolo fálico,
así como las cofradías masculinas. Es sólo una frase,
pero implica que también hay otra visión de la homosexualidad,
porque ahora habla sólo de los machos y no de los afeminados.
''Entonces en Paz, y en la cultura mexicana, funcionan
a la vez dos definiciones de la masculinidad y la sexualidad masculina.
A lo mejor alguien se da cuenta de la contradicción, pero no se
nota por lo general''. Esa contradicción se evidencia en la literatura
mexicana, asegura Irwin, ejemplos de los cuales ofreció en su ponencia,
cuya lectura abarcó desde la independencia hasta 1960.
Irwin, coeditor del libro Los famosos 41, una colección
de ensayos en torno a la redada de una fiesta de travestidos en 1901, afirma
que con ese acontecimiento es la primera vez que el concepto homosexual
tiene grandes repercusiones en la cultura mexicana. Muy publicitada en
los periódicos, incluso Posada realizó grabados, Eduardo
Castrejón publicó en 1906 una novela que ''nadie tomó
en serio y cuyo autor no se menciona en ninguna historia de la literatura
mexicana''.
Si en el siglo XIX, apunta Irwin, se promueven ''las relaciones
íntimas entre hombres para construir una cultura nacional'', dicho
discurso desaparece en el XX, ya que "relacionarse en lo íntimo
tiene implicaciones de una posible homosexualidad. El gran cambio iniciado
en 1901 entra de rigor a la cultura después de la Revolución,
ya en los años 20 se empieza a debatir la virilidad de la literatura''.
El entrevistado confía en que más personas
se animen a trabajar cuestiones de sexualidad en la historia. Precisa:
''En los últimos cinco o seis años Carlos Monsiváis
ha publicado una serie de artículos en la revista Debate feminista
que dan muchos lugares para iniciarse investigaciones''
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