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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Domingo 19 de septiembre de 2004

El grupo de Juan Formell abrió el concierto; ''te lo juro que estoy en La Habana'', clamaron

Los Van Van, Santa Rosa y Willie Colón convirtieron el Zócalo en tierra caliente

Pese a la lluvia, El caballero de la salsa transformó la Plaza de la Constitución en una enorme pista de baile Al cierre de esta edición, El malo colocaba la velada salsera en el clímax

ARTURO CRUZ BARCENAS

El Zócalo, una tierra caliente. Una hora después de la cita, a las 19:00 horas, ya con amenaza de lluvia, comenzó el concierto de tres de los representantes más trascendentes del ritmo de la salsa contemporánea: Juan Formell y los Van Van, Gilberto Santa Rosa y Willie Colón, dentro del programa DFiesta del gobierno capitalino.

Ayer, la plancha se veía prácticamente llena y la espera de horas estaba a punto de terminar y ser recompensada. El día es histórico, pues están en un mismo escenario tres leyendas vivientes del ritmo afrocaribeño que se escucha en todo el mundo, cruzando México y Japón.

Abren los Van Van, comandados por Juan Formell. El Zócalo se calienta de inmediato. "Pido permiso para entrar en su corazón", dijeron los Van Van.

Vítores para los pueblos de México y Cuba. "Quiero que toda la gente levante las manos, y las sostengan como yo, en lo alto".

Miles levantan sus telescopios de cartón. "La Habana vieja y La Catedral". Un son para un sentimiento perenne. "¡Llegó la salsa de Cuba!". La melodía es simplemente, incesante, "para que bailen rico".

Son las palabras del sabor: ¡Rumba!, ¡za!, ¡yes!, ¡caballero, qué bonito! Lo afroantillano empatizado por el sonido de una flauta transversa.

Los Van Van llevan 35 años de crear magia. "¡Te lo juro por mi mamá Juanita que estoy en La Habana". Bailan ancianas de espíritu primaveral. Nadie puede estar triste.

Cuando la pantalla proyecta a algún sector del público, no falta el que se ruboriza, pero la mayoría se alborota más. "Estate tranquilo, nene, todos somos los poetas de la rumba, del son".

¡Dios mío! ¡Ay, Dios, ampárame!, en una especie de gospel salsero. ¡Ay, Dios, ampárame! Los Van Van cantan de rodillas, ¡Zócalo, Zócalo! ¡Ay, mamá¡ ¡Ay, Dios, ampárame!

El canto de los Van Van es de ánimo, de manos arriba. "El Buenavista nos dio la luz", dijeron. A casi una hora de concierto, los Van Van han cantado Permiso, que llegó Van Van, Team-pop y Mi-mi-mi, en las voces de Mayito, Robertón, Yeni y Juan.

Anuncian que se van con Ahora quiéreme, pero antes dan un mensaje que los ha identificado por décadas: ''La vida tiene cosas buenas y cosas malas. Lo malo, lo feo y lo negativo... ¡pa'llá! La envidia, la mentira y la cosa mala... ¡pa'llá!'' Regresan ante la gritería con La cabeza mala.

Un caballero y un malo

A una hora y diez minutos de iniciado el concierto de los tres astros de la salsa la gente grita: Gilberto Santa Rosa y otros Willie Colón.

Quince minutos de espera y después de varios ¡culeros!, a las 20:40 sube al escenario el puertorriqueño Gilberto Santa Rosa, mejor conocido como El caballero de la salsa. Abre sin piedad con Un montón de estrellas, un clásico, que provoca, que emociona e invita a los cuerpos a seguir la melodía en forma frenética.

Baila Gilberto y miles lo imitan desde su pedacito de planeta. No da pausa al consaber y sigue con Si te dijeron. Frente a Palacio Nacional algunas parejas hacen de la acera una pista de baile. A algunas las rodean pues bailan cañón. Son maestros. Lustran el piso. El la hace girar, parece que tiene seis manos. En el barrio y en el antro el que baila bien, o mejor, suele ser un Don Juan.

A las nueve de la noche comienza la lluvia, pero como si Gilberto quisiera que la gente no se fuera, comienza a cantar La conciencia, una de las más esperadas de toda la noche. Es una de las emblemáticas de la llamada salsa romántica que ha marcado la carrera de Santa Rosa, creador también de la llamada salsa sinfónica. Romántica o sinfónica, ahí está en su elemento.

La conciencia: cuando se sabe que no se puede hacer más, cuando se sabe que no queda otro camino que la renuncia. Baila El caballero de la salsa, la lluvia cae, el concierto continúa.

Al cierre de esta edición salió El malo, Willie Colón, quien con los primeros acordes de su trombón, llevó al punto máximo la velada salsera. Era casi imposible que el ánimo de los asistentes decayera a una franja inferior.

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