Maniobras accionarias de Hernández y compañía
Banamex, en la mira
onriente y feliz como nunca antes, el 17 de mayo de 2001 Roberto Hernández anunció con bombo y platillo la venta del aún mexicano Banamex a la trasnacional financiera Citigroup. Cómo no estarlo. Tenía ante sí una oportunidad dorada: 12 mil 500 millones de dólares (mitad en efectivo, mitad en acciones del corporativo estadunidense) para él y su pandilla, el gracioso aval del gobierno foxista y la plena garantía de éste que la operación no le costaría un centavo en términos fiscales.
En aquella maravillosa fecha (para él, desde luego) el tuxpeño no dejó de exaltar lo sólido que era Citigroup, lo honestos que eran sus directivos y la gran oportunidad que a los mexicanos se les presentaba por contar con una trasnacional financiera que venía e expoliarlos como parte de una realidad innegable
que es la globalización. aquí y allá, abundantes inserciones en los medios de comunicación, risas y abrazos repartió el que algunos años atrás entre sus allegados era mejor conocido como la perra flaca
, por carecer de los recursos necesarios para mantener el tren de vida que le exigía el pomposo mundillo bursátil del país.
Nuestra integración con Citigroup asegura que México cuente con un banco fuerte que continúe compitiendo eficientemente en el cambiante escenario mundial y que las compañías y consumidores mexicanos tengan el respaldo de un banco excepcionalmente fuerte y competitivo a nivel mundial
, subrayaba Roberto Hernández aquel 17 de mayo, el mismo que no mucho tiempo atrás juraba que Banamex se mantendría en manos mexicanas.
Así, tras 117 años de operación, el Banco Nacional de México –que se fundó el 2 de junio de 1884– pasó a formar parte del inagotable inventario de filiales y subsidiarias del Citigroup, la institución financiera más importante del mundo y con una trayectoria por demás sucia, que por primera vez entró de lleno en el mercado financiero nacional, a pesar de que fue el primer banco extranjero en establecerse en el país, en 1929, y se convirtió en el primer emporio extranjero que cotizó en la Bolsa Mexicana de Valores, por medio de la cual se concretó la operación de compra-venta de ciento por ciento de las acciones del Grupo Financiero Banamex (patrimonio cultural incluido), obvio es que libre de impuestos para Roberto Hernández y su pandilla. En aquella ocasión el tuxpeño aseguró que la venta no se concreta por debilidad o carencia de recursos
. Por el contrario, el Fobaproa, indebidamente, ya le había soltado miles de millones de pesos y el Citigroup le daba miles de millones de dólares.
Pues bien, el numerito se repite ocho años después de aquella extraordinaria fecha, pero en sentido contrario. Apenas unos días antes de conocerse la intervención del gobierno estadunidense en Citigroup y de que a partir de ese momento la Casa Blanca se convertía en accionista mayoritario de la trasnacional financiera (36 por ciento de las acciones), y por ende, del otrora Banco Nacional de México, el mismo Roberto Hernández utilizó a sus jilgueros para difundir la versión de que no
estaba interesado en la recompra de Banamex, para inmediatamente después proceder, junto con su pandilla, a la adquisición de algunos paquetes de las muy devaluadas acciones de ese grupo financiero excepcionalmente fuerte y competitivo a nivel mundial
, papeles que por primera vez en su historia se cotizan por abajo de un dólar.
Sin embargo, por muy baratos que cuesten esos papeles, para lograr ese objetivo Roberto Hernández deberá pagar algo más que los 7.5 millones de dólares que hasta ahora reconoce. Lo anterior, porque de acuerdo con el informe anual que el Citigroup entregó a la SEC de Estados Unidos, al cierre de 2008 el corporativo estadunidense tenía registradas 5 mil 450 millones de acciones en circulación. Si el gobierno de Obama invirtió 45 mil millones de billetes verdes por 36 por ciento de ese universo accionario, el tuxpeño tendrá que echar cuentas para conocer de a cómo el control de Banamex. Sin duda cuenta con una pandilla de inversionistas (los mismos que se beneficiaron de la venta y de la exención fiscal, como Manuel Medina Mora) que pueden hacerlo fuerte a la hora de pujar (por los papeles aún propiedad de la trasnacional), aunque el problema que tiene es que muchos de sus integrantes acarrean sus propias broncas con los consorcios que encabezan, como es el caso de Lorenzo Zambrano y Cemex.
Tampoco hay que perder de vista que el enemigo más sonado, temido y repudiado de Roberto Hernández es Carlos Slim, quien ya salió de shoping en pos de las acciones baratas de Citigroup, enfocado al jugosísimo negocio llamado Banamex. No hay que olvidar que en la carrera empresarial de ambos el de apellido libanés ya le ganó Telmex al tuxpeño y que, en el inventario Forbes de multimillonarios mexicanos, el catastrofista siempre ha ocupado la primera posición, y por mucho, mientras el otrora risueño y feliz RH no ha pasado de la penúltima.
El citado trasiego se da libre e impunemente ante la vergonzosa inacción (que no sorprende, desde luego) de la Secretaría de Hacienda y su organismo especializado la Comisión Nacional Bancaria y de Valores ante el caso Banamex, ahora propiedad mayoritaria de un gobierno extranjero (por muy amigo
y socio
que sea), o lo que es lo mismo una operación total y abiertamente ilegal para efectos mexicanos.
Si ahora Roberto Hernández adquirió 6 millones de acciones de Citigroup por las que pagó 7.5 millones de dólares, a 1.25 por unidad, pues tendrá que invertir mucho más para hacerse del control de Banamex. A pesar de ello, el tuxpeño debe estar tranquilo y quitarse de la cabeza todo tipo de preocupación: para retomar el control de la joya que ocho años atrás vendió, puede utilizar, al igual que su pandilla, los impuestos que el gobierno foxista nunca le cobró por la venta del Banco Nacional de México a las trasnacional estadunidense.
Suceda lo que suceda, los que nunca verán un sólo centavo de beneficio serán los que en los últimos 27 años han pagado, quiéranlo o no, por ese enorme fardo, económico y social, en que se ha convertido la banca privada que opera en el país, uno de los más sólidos poderes fácticos a los que la clase política no osa incomodar.
Las rebanadas del pastel
Negocio redondo: en 1991, Roberto Hernández y pandilla pagaron (se supone) cerca de 2 mil 300 millones de dólares por Banamex; 10 años después obtuvieron 10 veces más, libre de impuestos; y ocho años más tarde pueden recuperarlo por mucho menos de la mitad, mientras Hacienda interpreta
la ley. Todo en familia.