xiste un famoso adagio popular que dice: nos llueve sobre mojado
. Parafraseándolo podríamos decir que a los mexicanos nos tiembla sobre infectado
.
Ante la realidad, la cual parece más bien una pesadilla aterradora que no cesa, los mexicanos nos encontramos temblando de miedo. La situación, desde el punto de vista epidemiológico, se ha calificado de extremadamente grave. Estamos mareados por cifras que en ocasiones son confusas o contradictorias y más que tranquilizarnos incrementan nuestra angustia. Pero poco se habla de la situación de los avasalladores aspectos emocionales y los estragos que esto está causando en la población. Los llamados estresores picosociales
están desbordando a la ciudadanía.
Ante la situación extremadamente traumática que vivimos, debemos colocar también el acento en la salud mental de los sujetos, ya que podemos considerar que muchos millones de mexicanos que viven la marginalidad son portadores de neurosis traumáticas debido a la acumulación de daños repetidos y de duelos no elaborados. A ello se aúnan las circunstancias por todos conocidas: inseguridad y violencia cotidiana, crimen organizado, crisis económica, desempleo al alza, empobrecimiento, depresión y ansiedad y, ahora, la amenaza de pandemia que se cierne sobre nosotros. Todo esto se llama trauma por sumación
.
Bien sabemos que ante situaciones traumáticas y, más aún, si éstas son sostenidas, los mecanismos habituales de defensa ante la invasión del aparato síquico a causa de la ansiedad, empiezan a ser ineficaces y el sujeto entra en una fase regresiva, que actúa en detrimento de su capacidad para manejar la angustia y la agresividad, impidiéndole conservar procesos de atención, concentración, juicio crítico y capacidad de pensamiento racional. La agresividad emerge en un intento por no tocar fondo
y toparse con la depresión y el desamparo.
Frente a estos hechos es importante, no sólo tomar medidas para controlar epidemiológicamente la pandemia, sino también contemplar un apoyo sicológico a la población sufriente, como se hizo en el terremoto de 1985, es decir, lo que llamamos intervención en crisis
. Vemos surgir día a día en la práctica clínica crisis de ansiedad, ataques de pánico, paranoias, somatizaciones y depresiones. Por tanto, urge dar contención social a estos problemas.
Sería importante que medios de comunicación masiva, como la radio y la televisión, pudieran participar en esta tarea tan necesaria y llena de sentido humano. ¡Ojalá así sea!