e adelanto a escribir este artículo. Lo hago el sábado 25 de abril porque hoy por la noche viajaremos mi esposa y yo a Caracas y el próximo miércoles, a la Isla Margarita. En Caracas tendré alguna intervención que no me han precisado muy bien. En Isla Margarita, convocado por la Fundación Universitas, intervendremos Carlos de Buen y yo en un congreso que se organiza, curiosamente, en homenaje al profesor cubano Efrén Córdova y a mí mismo, en el que desarrollaré el tema no tan fácil de entender de la globalización.
Efrén vive desde hace muchos años en Estados Unidos. No recuerdo el nombre de la universidad, Pero sí su obra y su personalidad. Es un extraordinario exponente del derecho del trabajo y nos hemos encontrado en muchos congresos y reuniones académicas, algunas en México. Se merece de sobra un homenaje.
La globalización es un concepto difícil. Etimológicamente parece implicar la versión de una economía universal. Es el final, por ahora, de un proceso que se inicia al terminar la Segunda Guerra Mundial cuando aparece el concepto de grupo de empresas
, vinculado estrechamente a la idea de la trasnacionalidad de las empresas, ahorradoras de costos de aduanas y con salarios más bajos, que se instalan en países de salarios bajos. Eso evolucionó hacia la multinacionalidad, que no es más que una multiplicación del mismo fenómeno. En la industria automotriz mundial es un dato permanente.
Allá por los años 90 surgió otra forma diferente. Las grandes empresas automotrices en Estados Unidos decidieron adquirir partes de sus vehículos para reducir su personal: diseños, motores, suspensión, llantas, defensas y cualquiera otra cosa. Ese es el verdadero outsourcing, que en México, con la mala fe habitual de nuestros empresarios y sus abogados patronales, han convertido en alquiler de trabajadores.
La economía mundial empezó a tomar cartas en el asunto. El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional distribuyeron generosamente créditos en los países más pobres para incrementar las fábricas de partes y surgió la globalización, marcadora de precios y controladora del mercado. Si las cosas no iban bien, se abandonaban las instalaciones y a los trabajadores, y a otra cosa. O como en nuestros tiempos de maquiladoras, empresitas constituidas en la frontera que agregaban mano de obra barata al material temporalmente importado y que, al menor problema desaparecían trasladando sus instalaciones, con nocturnidad evidente y dejando plantados a sus trabajadores.
Un profesor catalán, Joan Ginebra, ha listado las características de la globalización: liberalización de los flujos de mercancías y de inversiones y flujos financieros; garantías soberanas a la inversión, reglas que otorguen estabilidad a la operación, libertad total de movimientos financieros a corto plazo, liberalización del mercado laboral, compresión de los costos salariales, cambio de las estructuras impositivas y privatización de las empresas estatales.
¿No les suena conocido?