Opinión
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Trigésimo aniversario del CAM
S

e están cumpliendo 30 años de labores ininterrumpidas del Centro de Estudios Sociales y Culturales Antonio de Montesinos (CAM). Algo ciertamente excepcional en este tipo de organizaciones de promoción social que sin fines de lucro viven sobre todo del compromiso de sus miembros, la solidaridad desinteresada y abierta de fundaciones internacionales, y de proyectos oficiales no condicionados. Fue fundado en 1979 y constituido legalmente en 1985, con la finalidad de contribuir desde una ética cristiana a la construcción de una nueva sociedad, justa, libre y armoniosa con la naturaleza, inspirada en los valores del Evangelio. Desde entonces han participado en la planeación y realización de sus actividades varias generaciones de jóvenes especialistas en distintas disciplinas humanísticas, que han dado lo mejor de sí para el cumplimiento de sus objetivos. Surgió en el marco del conflicto ideológico y sobre todo político, externo e interno, entre los católicos que querían seguir siendo fieles a los enfoques, reflexiones y orientaciones más originales de la Conferencia de Obispos Católicos de América Latina en Medellín, Colombia, en 1968, que ya eran considerados peligrosos para los intereses geoestratégicos de Estados Unidos en el continente; y quienes espontáneamente u obligados por la fuerza de las circunstancias se adherían a los designios de la Comisión Trilateral, una alianza primermundista promovida por el presidente Carter y el banquero David Rockefeller, para salirle al paso a una de las tantas crisis del sistema capitalista.

Fue por eso que desde sus orígenes se propuso acompañar, estimular y fortalecer con sus trabajos colectivos de investigación, difusión, formación de líderes, educación popular e incidencia social a los católicos que en México hacían la opción preferencial por los pobres, formalizada no sin tensiones ese año en la Conferencia de los Obispos Católicos de América Latina en Puebla. Lleva significativamente el nombre del misionero dominico que en los albores de la Conquista levantó a nombre de su comunidad religiosa proféticamente su voz, en la hoy República Dominicana, para denunciar la impunidad de los encomenderos, señalar la injusticia estructural del sistema de las encomiendas y deslegitimar su pretendida justificación antropológica y cristiana. Algo que desgraciadamente de distintas formas y con distintos lenguajes ha venido reproduciéndose hasta hoy. Fue por ello que en el panel inaugural del acto conmemorativo que se realizó al final de la primera semana de julio, se afirmó que los miembros del CAM, haciendo eco de otras voces justas, levantan hoy también su voz frente a empresas trasnacionales que se apropian de nuestros recursos estratégicos, y frente a las elites nacionales que se apropian monopólicamente de muchos de los servicios que necesitamos, sin atender a los más elementales requerimientos de los trabajadores y las generaciones futuras. Y frente a los gobiernos neoliberales que han desmantelado a los estados nacionales, para favorecer a una minoría que saquea nuestros recursos, dejando tras de sí una estela de contaminación en el aire que respiramos, en el agua que tomamos, en los alimentos que comemos, en la tierra que cultivamos, en las ciudades y pueblos que habitamos; y ya hoy, hasta en los niños que procreamos. Y se añadió también que hoy, en tiempos de crisis de las instituciones religiosas, de las iglesias muchas veces volcadas hacía sí mismas, de proliferación de propuestas eclesiales tradicionales y dogmáticas, con expresiones civiles y sociales conservadoras, que conjuntamente legitiman al sistema neoliberal y sus supuestos valores, es pertinente, útil, urgente, dialogar sobre los sentidos, los métodos, las estrategias, los retos y desafíos que se presentan a los diversos actores eclesiales o sociales, cuya identidad tiene un referente en la inspiración cristiana con perspectiva liberadora.

Durante el evento mencionado se realizaron simultáneamente un seminario internacional sobre la violencia de género, basada en el acceso a la justicia de las mujeres y las niñas víctimas de trata para la explotación sexual, de cuyo documento final me ocuparé en otra ocasión; y dos seminarios nacionales, uno sobre la memoria de las razones de los cristianos en la esperanza de liberación, y otro sobre los retos actuales en México para la democracia, los derechos humanos y el desarrollo. Fue en este donde de manera casi inversa al título se resumió el itinerario teórico-práctico del CAM, pues primero se confrontó con las causas del subdesarrollo, lo que lo llevó a colaborar con otras organizaciones sociales y movimientos en la lucha por la democracia, hasta hacerle plantearse, con otros actores eclesiales y sociales, un nuevo paradigma de convivencia, basado en el reconocimiento, respeto, protección y promoción de los derechos humanos integrales, particularmente los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las víctimas del sistema, a los que es necesario añadir los derechos de la diversidad.

Para lograrlo, en el seminario se afirmó también, entre otras cosas, que es preciso seguir participando en la promoción de una cultura de los derechos humanos integrales, continuar luchando para garantizarlos por la ley y hacerlos exigibles ante los tribunales, trascender políticas muy insuficientes de gobiernos a verdaderas políticas de Estado, luchar contra la criminalización de la protesta social, y seguir participando en la construcción de un proyecto alternativo de nación.