í, también la catástrofe del PAN, pero no del conjunto oligárquico de México. Triunfo entonces de la derecha (PRI y PAN unidos, con diferencias accesorias) y desfondamiento de la izquierda. Se han dado variadas razones: la división interna, su función corifea respecto de las políticas (sobre todo económicas) de la derecha. No, esa no es una Izquierda Nueva
, sino una ya muy vieja en la experiencia de la socialdemocracia, sobre todo europea. Que no se dejen engañar los dirigentes del PRD (viejitos intelectuales) por los frescos e ignorantes publicistas de la derecha, que no se ahorran palabras como cambio
y “transformación. Pero ¿cuáles y hacia dónde?
¿Se percibe el cambio profundo que implicó el triunfo de Barack Obama en Estados Unidos (aunque ahora el Presidente esté entre la espada y la pared, acosado por los intereses del complejo militar-industrial)? ¿Y la dimensión del cambio latinoamericano, después de varias décadas de dictadores sangrientos y pillos? Es que hoy en México, en América Latina, en el mundo entero (y más ante el hundimiento del neoliberalismo) se exigen nuevos sistemas políticos, nuevos sistemas económicos, la construcción de otra moral social, desde luego más solidaria, la importancia de no reducir la vida al triste papel de la ganancia desaforada.
No, la lucha debe ser hoy mucho más profunda e imaginativa, y no la que planteó la actual dirigencia del PRD, tremendamente alejada de la vida de la izquierda en México, mucho más amplia, dinámica y radical. Tal fue la causa efectiva de su derrota, para no hablar del desprestigio (y desprecio) que ganó al sólo ofrecer el vergonzoso espectáculo de maniobras para ascender y escalar, en perfecta lejanía de la sociedad, como decía antes. Porque una izquierda que no se afirma como voz de la sociedad entera se autoliquida fatalmente.
Uno de los capítulos más lamentables de la pasada elección fue la total ausencia de ideas y programas. Todo se redujo a pedestres espots. Ante una situación tan grave como la nuestra, nada coherente e importante sobre la crisis, sobre el empobrecimiento generalizado y la caída de los empleos, sobre la necesidad de otro mundo mejor
, y muchos etcéteras. Todo fue calculado en las sombras: en el fondo un total desprecio a la ciudadanía. Y peor aún: ni un mínimo esfuerzo de iluminación inteligente del futuro. ¿Puede así tener éxito una izquierda, cualquiera que sea?
Ese tremendo vacío general, pero con abundancia de corrupción, originó fenómenos que ya en México son significativos cuantitativa y cualitativamente, como el voto nulo
. Pero no se crea que el desprecio al sistema político se redujo a esos votantes en blanco
: infinidad de los votos llamémosles normales
sentían y sienten el mismo desprecio por el sistema, aunque hayan decidido un voto en favor de tal o cual candidato por otras razones, también respetables.
Pero la tremenda crisis del neoliberalismo no significa tal vez el fin del capitalismo. Ya los dueños del dinero toman iniciativas y tejen marrullerías para que la situación se modifique lo menos posible. ¿Y la izquierda, la izquierda en México? Arrollada por una derecha sin ideas, pero con recursos y decisión.
Se ha dicho, probablemente con verdad, que es necesaria la refundación
del PRD, o de un partido que represente efectivamente a la izquierda, a las izquierdas mexicanas. Pero, ¿cómo? ¿Por qué vías? En días recientes han aparecido documentos valiosos como el de Alejandro Encinas, discutiendo la situación actual de la izquierda.
Existe también el documento que comenzó a elaborarse hace años y que ahora ha sido actualizado, y que francamente contiene los aspectos fundamentales de un cambio mexicano hacia una democracia de verdad, en varias dimensiones, con los siguientes puntos principales de su agenda, cada uno desglosado como merece: 1) Democracia directa y participativa. 2) Reforma electoral y representativa. 3) Régimen de gobierno. 4) Derechos humanos y justicia. 5) Federalismo y municipalismo. 6) Nuevo pacto social. 7) Reforma económica. Y, 8) Reinserción internacional. Este documento, como se recordará, fue elaborado por una comisión (de la Reforma del Estado, encabezada por Porfirio Muñoz Ledo) a la que concurrieron buen número de especialistas e intelectuales, pero que nunca prosperó precisamente porque los intereses de gobierno (en este caso el Legislativo, pero esencialmente Vicente Fox) se opusieron tajantemente a una cirugía mayor del Estado mexicano.
Se dirá que hoy la situación es más difícil que en 2000, por el triunfo de la derecha. Y se tiene plena razón. Por eso mismo debería modificarse de medio a medio la ruta estratégica para alcanzar los objetivos de la izquierda.
De acuerdo, no sería bastante con que estos principios se discutieran únicamente en comisiones y cuerpos legislativos. Su éxito radica en que se conviertan en objetivos de un programa vivo de la izquierda que se difunda, exija y milite en las calles. Algo semejante a lo que se hizo para frenar la privatización del petróleo. Algo así como el esfuerzo de Andrés Manuel López Obrador por los caminos de México para la defensa de la soberanía y la economía popular. Está ya el programa básico, que debiera difundirse grandemente e inclusive resumirse para tornarlo más accesible a las grandes mayorías. Un programa que, por supuesto, pudiera y debiera ampliarse y fortalecerse en la lucha misma. Ya debiera comenzar esa tarea.