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El error de diciembre en perspectiva
E

n diciembre de 1994, inmediatamente después de tomar posesión, Ernesto Zedillo enfrentó una crisis económica inusitada. El país salía de los excesos salinistas con una enorme deuda externa que había cambiado peligrosamente de manos. Ya no la detentaba un reducido grupo de bancos comerciales, como fue la norma en los 70 y los 80, cuando se elevó a 20 mil millones de dólares con Luis Echeverría, y después a 100 mil con José López Portillo (¡la deuda externa más alta del mundo!).

Con Salinas, en cambio, los acreedores se volvieron miles de inversionistas anónimos que cobraban intereses a través de enormes fondos de inversión. Ese tipo de deuda hacía imposible la renegociación con las facilidades que había ofrecido la banca comercial. A mitad de su sexenio, mientras México asimilaba la apertura de la economía, y negociaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC), Salinas cambió el perfil de la deuda y abrió la puerta para que las tesorerías de las principales empresas estadunidenses acudieran a los mercados mexicanos en busca de unos redituables títulos financieros denominados Tesobonos. Esos títulos de corto plazo, que primero estuvieron denominados en pesos, garantizados por el gobierno mexicano, y después se habrían de convertir a dólares, devengaban intereses a las elevadas tasas ofrecidas por la banca mexicana: ¡una auténtica bomba de tiempo para México! En cambio, los títulos ofrecían un negocio redondo para los inversionistas, porque estaban garantizados por un gobierno confiable, empeñado en negociar un sofisticado tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá e implicaban un mínimo riesgo cambiario (la percepción general era que Salinas jamás devaluaría mientras estuviera negociando el TLC).

El atractivo de los Tesobonos habría de cambiar repentinamente de rumbo con los asesinatos del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio. Los inversionistas extranjeros, que buscaban utilidades y seguridad sin riesgo político, iniciaron una fuga de capitales que redujo las reservas por debajo de los 6 mil millones de dólares. El país estaba prácticamente en quiebra, y algunos economistas discutían sotto voce la posibilidad de que Zedillo declarara una moratoria de pagos. ¡He ahí el origen de la crisis de 1995!, que Salinas, en dos gruesos tomos de miles de páginas, insiste en atribuir a un elusivo error de diciembre del sucesor.

La moratoria, que hubiera afectado a los principales fondos estadunidenses, amenazó convertirse en un problema para Estados Unidos. Bill Clinton se acercó al congreso para ofrecerle a Zedillo un paquete de ayuda económica, pero sus esfuerzos fueron frustrados por congresistas influyentes que habían votado en contra del TLC, alegando que México era un país inestable con una economía débil, y que no tenía un sistema democrático. Cuando los congresistas se rehusaron a salvar a México, Clinton, asumiendo un enorme riesgo político personal, apuntaló la economía mexicana utilizando el fondo de reserva para proteger al dólar contra fluctuaciones cambiarias. Ahora, 15 años después, sabemos que el error de diciembre, alegado ad nauseam por Salinas, no fue ocasionado por la supuesta impericia de Zedillo. Fue consecuencia de decisiones tomadas y actos (como los asesinatos políticos) ocurridos durante el gobierno de Salinas.

Un grupo de analistas comparó recientemente la crisis de hoy con la de 1995, y reveló que las circunstancias económicas actuales son, por lo menos en números, más favorables. En medio de la debacle actual, algunas variables fundamentales de la economía, como son la inflación, la deuda externa, las tasas de interés, el acceso al crédito y las reservas internacionales, no se han deteriorado en forma significativa, haciendo que la crisis sea menos profunda. A mayo de 2009 la inflación, que aumentó de 3.8 por ciento en 2007 a 6 por ciento anual, de ninguna manera se compara con la de 1995. Y las tasas de interés, que hoy han descendido por debajo de 5 por ciento, no se comparan con los niveles de 83 por ciento alcanzados en marzo de 1995. Hoy la deuda externa (12 por ciento del PIB) no constituye una amenaza para nuestra economía, y las reservas, que en 1995 se redujeron por debajo de los 6 mil millones de dólares, hoy son de 73 mil millones, suficientes para enfrentar la volatilidad del mercado cambiario. ¿Cuáles son entonces los factores que hacen de la crisis actual un fenómeno más preocupante?

El riesgo está en una recesión de 8 por ciento, mucho más intensa que la de 1995, y en el desempleo, que ya alcanzó los niveles de 1995. Las exportaciones a Estados Unidos, factor que permitió superar crisis anteriores, ha dejado de ser una alternativa, porque Estados Unidos lucha por salir de la peor crisis de su historia. Yo añadiría dos factores más, no económicos, pero igualmente importantes, que no existían en 1995: la incertidumbre generada por una inseguridad que prevalece en todos los órdenes y un sistema político en el que ha dejado de confiar la mayoría de los mexicanos.