l gran dato de las elecciones federales del 5 de julio pasado en Chihuahua es el rechazo al sistema político-electoral. Tres de cada cuatro electores chihuahuenses manifestaron mediante su abstención o con la anulación de su voto que ni las elecciones ni los partidos significan nada ante la magnitud de sus angustias cotidianas.
Según las cifras del Instituto Federal Electoral (IFE), en Chihuahua el abstencionismo fue de 67.5 por ciento, lo que coloca a la entidad en el tercer lugar, sólo por debajo de Baja California y Guerrero. Y la proporción de votos anulados fue de 7.57 por ciento, por debajo del Distrito Federal y Aguascalientes. Ésa es la medida de la deslegitimación del régimen: gobierno, partidos, elecciones, ante el electorado norteño.
El PRI resultó triunfante en ocho de los nueve distritos federales en disputa, habiendo perdido sólo un tradicional bastión panista en Ciudad Juárez. El secreto del triunfo tricolor reside en que logró movilizar su voto duro y mostró más estructura que Acción Nacional a la vez que acudió a las tácticas de siempre: presión sutil
a empleados de gobierno, operación de carruseles, etcétera.
El PAN fue el gran derrotado. Perdió distritos que consideraba seguros y vio derrumbarse en casi 100 mil sus votos. Contritos y autocríticos los principales líderes panistas atribuyen su debacle al exceso de confianza, a la pérdida de los valores originarios de su partido y a la soberbia
.
Llama la atención el desempeño del sexto distrito, en la ciudad de Chihuahua, donde se daba por seguro triunfador al ex alcalde Juan Blanco Saldívar, quien acababa de vencer al Revolucionario Institucional en el litigio jurídico que lo hubiera obligado a retirarse de la candidatura al estar sujeto a proceso por presunto fraude cometido durante su gestión. Con la derrota de Blanco, el PAN ve seriamente lesionado al contendiente que marchaba al frente de las encuestas para la candidatura blanquiazul a gobernador del estado. En este distrito, tal vez el de mayor poder adquisitivo de la entidad, el voto nulo superó 10 por ciento. Esto quiere decir que a un buen porcentaje de quienes normalmente votaban por Acción Nacional, no les convenció el intento panista de presentar a Blanco como un mártir de la perfidia priísta y prefirieron, muy conscientemente, anular su voto.
El PVEM logró un impresionante avance en el estado, sobre todo en Ciudad Juárez. Se colocó como tercera fuerza electoral, por encima de Nueva Alianza y del PRD. Su mejor desempeño lo logró en dicha ciudad fronteriza, donde obtuvo el segundo lugar en un distrito. El ascenso del Partido Verde ha de explicarse por dos factores: en primer lugar porque su campaña contó con todo el apoyo del duopolio televisivo, por lo que ahora el PRI con Televisa y Tv Azteca tendrá mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. También puede explicarse porque la propuesta demagógica de pena de muerte para secuestradores cayó bien en el aterrorizado medio fronterizo.
Las izquierdas se derrumbaron estrepitosamente. El PRD, al quinto lugar, y el PT al sexto. Convergencia sólo figuró en unos cuantos distritos. La división cobró su tributo: si en 2006 la coalición lopezobradorista había logrado un histórico 18 por ciento global en Chihuahua, ahora fue la otra cara de la medalla: PRD, PT y Convergencia juntos no llegaron ni a 7 por ciento de la exigua votación general.
El gran nivel de abstencionismo y de anulacionismo revelan una gran falta de legitimidad de la clase política. Mucho de ella reside en que la inseguridad ciudadana se ha incrementado, a pesar del Operativo Conjunto Chihuahua y del Operativo Conjunto reloaded. Y el costo político del fracaso en seguridad pública se le carga más que nadie a Calderón y a su partido. ¿Quién se iba a convencer con los espots de que el Presidente tuvo la decisión de enfrentarse al crimen organizado
, si la población paga aquí todos los días los costos de ese enfrentamiento improvisado? Uno de cada dos ejecutados durante 2009 es ejecutado en tierras chihuahuenses. Otro de los factores de la falta de legitimidad es que en el último año se han perdido en Chihuahua más de 97 mil empleos: uno de cada seis nuevos desempleados nacionales es chihuahuense. Ahora bien, contra los cálculos de Acción Nacional, los electores de por acá cobraron más la factura de la inseguridad global al gobierno de Calderón que al de Reyes Baeza.
Todos los partidos políticos y el mismo gobierno deben estar altamente preocupados por los saldos electorales del 5 de julio en Chihuahua y por las perspectivas que marcan para los comicios locales de 2010. Si no se empieza a solucionar la inseguridad humana global que viven los chihuahuenses, ya no serán sólo las elecciones las que entren en crisis.