Será ejecutado el jueves, si la corte religiosa confirma el fallo
Domingo 6 de diciembre de 2009, p. 23
Al Ain, Líbano, 5 de diciembre. Muchas historias sobre Medio Oriente hacen que uno quiera llorar, pero éste es verdaderamente desgarrador. Ese momento desgarrador para mí ocurrió cuando la pequeña Jamal regresó a casa del colegio y se trepó junto a mí en el sofá, con su cabello en trenzas, y me preguntó, sin más, ¿Va usted a traer de vuelta a mi papá?
¡Ay!, no le puedo hablar a una niña de cuatro años sobre la impotencia de los periodistas ni que su padre, un pobre y devoto chiíta, va a ser ejecutado en Arabia Saudita el próximo jueves por brujería.
No puede uno identificarse con esta historia porque es demasiado horrible y también es falsa. Pero el hecho es que Ali Sbatt salió hace dos años con miembros de su familia hacia La Meca para participar en la festividad del haj. Después de 15 días, la policía de la moral entró a su cuarto de hotel y lo acusó de brujería. La razón de esto resultó ser que Ali, un conductor de camión, alguna vez trabajó para el hoy desaparecido canal de televisión Sheherezade y predijo noticias felices, o más bien daba palabras de aliento a gente del público que llamaba a un programa para hablar de sus problemas personales.
El por qué la policía saudita decidió arrestar a Sbatt cuando estaba en el país delante de su hijo mayor, Hussein, y le mostró al muchacho un retrato de su padre con vestimenta blanca, que fue tomada a escondidas durante la celebración del haj, no queda claro. Los chiítas, en la mayoritariamente sunita Arabia Saudita, siempre han sido tratados con suspicacia desde la revolución iraní, y Sbatt tenía una visa de Irán en su pasaporte. Sin embargo, millones de iraníes toman parte en el peregrinaje a La Meca sin ser arrestados.
Sbatt fue condenado a muerte el mes pasado, y puede ser que la corte religiosa confirme esta sentencia el jueves próximo. El abogado de la familia, May Jansa, ha tratado desesperadamente de convencer a los políticos libaneses de que intervengan para salvarle la vida a Sbatt, pero el primer ministro Saad Hariri y el presidente Michel Sleiman saben del caso, del que también está informado el gran mufti sunita, jeque Abdul Amir Qabalan, pero hasta ahora no ha habido avances. Qalaban, sin embargo, dijo que lo que Sbatt hacía en televisión simplemente era dar apoyo sicológico a la gente que había perdido la esperanza y que nada tenía que ver con la práctica de magia negra.
Sabiamente, la familia del prisionero apeló a prelados sunitas en vez de pedir ayuda a dignatarios que compartían su propia confesión chiíta. Se le ha pedido inútilmente al representante local de su Parlamento que ayude de alguna forma, pero al parecer Ibrahim Najjar, el ministro de Justicia, ha dicho que ha hecho lo necesario
, cualquier cosa que eso sea.
La familia teme que Sbatt haya sido torturado tras su arresto y que se le haya dado acceso a un abogado cuando fue sentenciado por las cortes sauditas. Esto es muy probable pues se trata de cortes que no se ajustan a los estándares internacionales de respeto a los derechos humanos, pues de manera rutinaria condenan a morir decapitados a presuntos traficantes de drogas, según denuncias de Amnistía Internacional.
En el mundo real, por supuesto, Líbano no tiene mucho peso político, pero puede apelarse a un acto de clemencia del rey Abdullah que además sirva para apaciguar las tensiones entre sunitas y chiítas y demuestre que al monarca le importan tanto los individuos libaneses como las relaciones entre sirios y libaneses. El primer ministro Hariri ya es ciudadano saudita, nacionalidad que también tenía su asesinado padre, Rafiq Hariri. Esto podría servir para que Sbatt no sea ejecutado.
Desafortunadamente, los verdugos sauditas no sienten mucha piedad, y Hussein Sbatt me dijo que los abogados sauditas de su padre le pidieron un millón de dólares para interponer una apelación. Probablemente ni reuniendo todo el dinero que circula en su pequeña y pobre aldea, de casas de adobe y techos de madera, puedan obtener esa suma.
La madre de Sbatt, Samira, se cubrió los ojos con las manos y clamó por la vida de su hijo: Oh, Dios, ayúdame a que mi hijo regrese a salvo a casa
. Pero solamente el rey Abdullah puede decidir si le va a romper el corazón o no a la pequeña Jamal.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca