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El hábito temprano de la lectura revertirá el fenómeno, afirma

Preocupa a Elena Poniatowska la generación de los ninis

Presentó La vendedora de nubes a los asistentes de la FIL

Corresponsal
Periódico La Jornada
Lunes 7 de diciembre de 2009, p. a11

Guadalajara, Jal., 6 de diciembre. Convencida de que entre más pronto se forme el hábito de lectura mejor se revertirá a esa generación que en la ciudad de México ya se conoce como de los ninis (ni estudio, ni trabajo), Elena Poniatowska (París, 1932) presentó en la FIL su libro La vendedora de nubes, ilustrado por Rafael Barajas, Fisgón, en una amena charla con una asistencia que rebasó la capacidad del salón Mariano Azuela.

“Me llegó al corazón un artículo que leí hace unos días sobre los chavos ninis, muchachos de los que hay millones en México, que dicen que ni trabajan ni estudian. Es pavoroso, toda una generación de jóvenes que se va a ir al hoyo, una generación perdida. ¿Qué hacer para ayudarlos? Debemos cambiar su realidad; me parece un tema muy doloroso, en el que tenemos que hacer algo”, dice.

Poniatowska dedicó la primera parte de su exposición en el resumen del cuento que presentó, historia de una niña con un sueño que se hizo realidad, cuando una nube de bastante buen tamaño, no una mierdita, la seguía y se dejaba guiar atada de un delgado hilo, como si se tratara de un papalote. Por las noches la metía en una botella porque las nubes al ser comprimidas, se convierten en agua; pero un día decidió venderla, porque era muy pobre; entonces la ofreció por el mundo.

“El primero al que le enoja la venta es un licenciado, porque dice que vender una nube no es lógico, no se pueden vender. Una señora rica le dice que cree que una nube es algo cursi. Un político, yo creo que de tiempos de López Mateos –todos los políticos tenían trajes que brillaban muchísimo y uno se preguntaba en qué hojalatería se los hacían–, le dice que la nube le puede servir para que escriba el nombre de él en el cielo”; la niña no se la vende a nadie.

El recuento que hace Poniatowska a la sonriente audiencia incluye un militar que quiere esconder sus aviones en la nube; una científica, con ojitos chiquitos como de pipizca; un vagabundo, y finalmente se la vende a un obrero, que no era del SME. Éste apenas la aguanta tres días y se la regresa a la niña, quien a su vez le reintegra los 7.75 pesos en los que se la vendió. El vagabundo finalmente le dice a la niña que se suban a la nube, y ambos se van con todo y perro; oscurece y escuchan cohetes que comienzan a tronar abajo, y ellos son felices porque ya se fueron; colorín colorado el cuento se ha acabado, ríe la escritora.

Afirma que el final era distinto, pero prefirió cambiarlo luego de que alguien le dijo que le parecía muy cruel, porque la nube se metía a los ojos de la niña, porque a las personas, a cierta edad, les salen cataratas, a las que también les dicen nubes.

Elena y los niños

“Hay un niño que siempre me dice: ‘oye, tú eres muy, muy, muy, muy, muy vieja’; y yo le digo que sí soy muy, muy, muy, muy, muy vieja. ‘Entonces te vas a morir’, me dice, y yo le contesto que sí, pero que no es ningún drama. ‘Me voy a presentar en tu cabeza y ahí me vas a ver.’ Yo a mi mamá, por ejemplo, le cuento que Calderón es muy tonto, y hace tiempo que ella murió, pero le cuento lo que creo que le puede interesar y así ella sigue viviendo cuando pienso en ella”, cuenta la escritora sobre lo que a veces le dicen los niños.

“Hay un niño que me ha dicho que quiere que escriba de él porque se hace pipí. Hay niños que plantean cosas que te estrujan; los niños que han leído lo de las nubes plantearon muchas cosas al Fisgón, cuando se presentó en la feria infantil (en el Distrito Federal); pero siento que están bastante de acuerdo con lo que ven y leen, y eso es valioso.”