En la quinta corrida de la México, nuevo desfile de mansos, ahora de San Isidro
Cayetano, con celo más que con sello
Miguel Espinosa, excedido de peso y de precauciones
Lunes 7 de diciembre de 2009, p. a38
Seguramente es la frivolidad que impera en estos tiempos, la ligereza con que se quiere entender las cosas, pero el hecho es que la llamada fiesta brava debería denominarse fiesta breve, no por lo efímero de sus momentos sino por la dudosa bravura con que sus actores se empeñan en sostenerla.
Poco importa que se posea arte, personalidad, sentimiento, valor, fama, conocimientos o una suma de todo; en tauromaquia lo que verdaderamente importa es la bravura o la peligrosidad notoria que acuse cada toro para, a partir de ahí, experimentar emociones únicas y tomar en cuenta las cualidades del torero. Lo demás es pretexto para pasarelas de gente bonitonta sin idea de lo que significa la perturbadora magia de la lidia.
De nueva cuenta la empresa se puso creativa y ahora improvisó una histórica confirmación de alternativa a cargo de miembros de dos importantes dinastías, la de los Armillita y la de los Ordóñez. Como en la corrida anterior, el resultado fue fallido, ya que no basta únicamente con la buena voluntad de las partes para que el milagro tauromáquico se produzca, se requiere, ¡qué lata!, de la bravura, no sólo de la repetitividad.
A saber por qué motivos fue cambiado el encierro de Arroyo Zarco originalmente anunciado, y a saber por qué causas el sustituto de San Isidro salió tan menguado de casta, de cara y de bravura, tan escaso de tauridad, pues.
Para fortuna de los asistentes –menos de la mitad que el domingo anterior– en el cartel fue incluido un joven queretano triunfador en ambos países y sin otro linaje taurino que su hambre de ser: Octavio García El Payo (20 años y uno de alternativa), más que un despectivo, término con que los gitanos identifican a los no gitanos.
Octavio lanceó primero a Arte puro, paliabierto pero débil, que al igual que sus hermanos recibió una vara de trámite, pero que a diferencia de éstos llegó a la muleta con cierta transmisión y recorrido. Si al principio fueron tanditas de tres muletazos y el remate, al final hubo tandas largas, sentidas y templadas. Dejó una estocada entera y desprendida, siendo desarmado en el embroque. Una oreja era más que suficiente, pero los bonitontos exigieron la segunda, que el juez Roberto Andrade no tuvo inconveniente en soltar, para regresar al coso a su nivel aldeano y desvalorar de paso la faenaza de Arturo Macías en la corrida previa.
Con su segundo, El Payo empezó con una larga cambiada y luego embarcó muy bien la embestida en chicuelinas. Confiado en exceso o sin saber colocarse o reponerse, el joven fue prendido en dos ocasiones, sin más consecuencia que aparatosas maromas. La entrega sustituyó a la estructura del trasteo. Dejó otra entera, oyó un aviso, pues el toro se amorcilló y recibió otra oreja, faltaba más.
Cayetano Rivera Ordóñez (32 y tres años de matador), hijo, nieto, hermano, sobrino y primo de toreros, amigo del príncipe Carlos de Inglaterra y modelo de Giorgio Armani, confirmó su alternativa. Torero de detalles más que de esencias, bien administrado y con un marketing envidiable, no logró aprovechar del todo a su suavote primero y volvió al detallismo y a los altibajos con su segundo, un manso de Los Ébanos que traía la oreja con alfileres.
Gran gesto el de Miguel Espinosa Armillita Chico, de regresar a los ruedos para confirmarle la alternativa a Cayetano, pero con 51 años de edad, cinco de ellos retirado de la profesión y pasado de peso, más que oles sus esfuerzos provocaron un desalmado grito: Miguel, mete la panza que no nos dejas ver
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